U N principio fundamental de la justicia en un país que se jacte de civilizado es que todos somos inocentes hasta que se pruebe lo contrario, otro principio igualmente fundamental es la imparcialidad de la justicia. Esto último significa que todos somos sujetos de los mismos derechos y obligaciones por tanto merecemos ser tratados como iguales. Si a mí no me gusta un fallo, tengo derecho de objetarlo, pero lo que no tengo es el derecho a presumir que todo el sistema es corrupto solo porque a mí no me gusto el fallo y menos todavia a tratar de presionar para que se produzca un fallo a mi medida. No hay mucha diferencia en ese aspecto entre los que pretenden fallos arreglados vía fajos de billetes y los que se amparen en la movilización de la turba, ambos son aspectos de la misma barbarie.

"A mis amigos todo, a mis enemigos la ley" es la máxima de un sector de la población que funge de civilizado y hasta de decente, pero que al primer hecho que contradice sus simpatías ideológicas, saltan hasta el techo alegando corrupción y echando por el suelo las formas y máximas que hacen posible la vida democrática mientras viven ciegos o justifican lo injustificable cuando se trata de sus amistades o sus afines políticos.

El caso más reciente lo vemos en lo que sucede con el expresidente Alan Garcia y las sentencias favorables que ha obtenido en el Tribunal Constitucional por el caso "Fronton" y el poder judicial en razón del malogrado proceso establecido contra él por la llamada "megacomisión" investigadora. En ambos casos AGP ha salido bien librado y puede que a muchos no les guste, pero en ambos casos todo se ajusta de acuerdo a los procedimientos legales, habría que preguntarle más bien al congresista Tejada en lo referente a la megacomisión" el porqué de las filtraciones y el irrespeto al debido proceso que le han dado al expresidente, García, la oportunidad de presentarse como víctima de la persecución, pero claro el rojerío no quiere ver las necedades de Tejada, sino la presunta corrupción de quienes osan no pensar como ellos.

Es realmente irónico que cuando el mismo juez dictaba una sentencia a favor de Javier Diez Canseco, era un ejemplo de integridad y limpieza, para más luego al dictar una sentencia a favor de Alan García Pérez, pase a ser el ejemplo putrefacto de la inequidad, corrupción e indecencia que acosan al poder judicial.

Al margen de lo que podamos pensar de AGP su caso es importante y es importante porque es demostrativo de la doble moral de los mal llamados progresistas y porque si un personaje de la talla e influencias del expresidente puede enfrentar la presión mediática de los auto nombrados dueños y guardianes de la democracia; otros muchos ciudadanos han visto sus vidas destruidas por la inmisericorde aplanadora progre en su incansable esfuerzo por imponer su propia versión de la historia peruana.

Una vez más estamos ante la ley del embudo de la progresía que exige lo ancho para sus allegados y lo angosto para todos los demás ciudadanos que no comulgan o son obstáculos para sus ideas. Eso tiene un solo nombre ¡HIPOCRESÍA!!! Una actitud característica del rojerío que hoy se araña por García y que ha quedado una vez más al descubierto.

Iván Budinich Castro ivanbudinich@yahoo.com @ibucas