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Fuente: deperu.com
El muñeco de Año Nuevo, conocido como ''Año Viejo'', es un monigote que representa al año que termina y es elaborado básicamente con ropa vieja, cartón o papel, relleno de paja o aserrín para ser quemado a la medianoche del 31 de diciembre.
La quema del año viejo, una tradición en América Latina
Imagen: deperu.com
El ritual hace parte de las celebraciones de fin de año o nochevieja y los muñecos pueden representar a los acontecimientos o personajes más significativos, sobre todo negativos, del año transcurrido, y su incineración a la medianoche del 31 de diciembre es un ritual de purificación para alejar la mala suerte y de transición pues también se celebra la llegada del nuevo año. En muchos lugares, después de la quema, se lee un "testamento", en el cual el "difunto" con lenguaje irónico o satírico hace recuento de los sucesos y da recomendaciones a sus protagonistas.
Las personas que se encargan de hacer los muñecos, toman la quema del Año Viejo como una responsabilidad de la comunidad, y año tras año, se encargan de hacer el muñeco y redactar el ''testamento''. Es tanto el compromiso de elaborar al muñeco, que en todo el año se lleva un registro anecdótico de los miembros de la comunidad, para olvidar el olvido de algún acto o situación bochornosa de uno de sus miembros.
Esta costumbre es atribuida a un origen hispánico y en España esa costumbre posiblemente se derivó en rituales antiguos paganos europeos, como las saturnales de los romanos o los rituales celtas del País Vasco. Aunque en el Perú, la costumbre tenía antecedentes autóctonos aborígenes prehispánicos en sus ritos agrarios y purificadores.
Algunas comunidades peruanas celebran el rito del año viejo elaborando un muñeco con materiales desechables y elementos pirotécnicos para ser incinerada a la medianoche en medio de los festejos, pero en algunas ciudades, tienen ciertas particularidades para realizar esta costumbre.
Por ejemplo, en el distrito de Parco (Jauja - Junín), los pobladores terminan el año quemando un muñeco al final de la jornada en la plaza central del pueblo, acompañado de un conjunto de danzantes o 'waquis'. Cada uno representa el año que se va, vistiendo ropas pobres, sombreros raídos, alpargatas de cuero de oveja, máscaras de madera en las que se tallan diversas expresiones de estados de ánimo y llevando en la mano una sonaja artesanal confeccionada por él mismo con un pedazo de rama y chapas de botellas aplanadas que hacen sonar mientras danzan a su ritmo mostrando cansancio y pena de tener que irse fingiendo llorar, burlándose de los asistentes a la plaza y realizando piruetas bufonescas, para luego recorrer las calles de la localidad acompañados de músicos para invitando a los pobladores, quienes salen hasta las puertas de sus casas a manera de despedida.