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Autor: Francisco Diez-Canseco Távara Fuente: larazon
Hace algunos días, la izquierda caviar peruana celebró con autobombos y platillos los 10 años de la presentación –en Nueva York, no en el Perú- del informe final de la llamada Comisión de la Verdad y Reconciliación.
No creo que la mayor parte de los peruanos haya, in pectore, participado en esta efemérides.
El documento de marras fue pergeñado por una comisión creada, durante el gobierno transitorio de Valentín Paniagua, por un Consejo de Ministros con mayoría de izquierda caviar que no tenía ninguna clase de representatividad popular. Luego, Alejandro Toledo, después de decirme personalmente que este encargo era una "papa caliente", amplió el número de integrantes reforzando la mayoría de los caviares sin darle la heterogeneidad que era indispensable para que el trabajo de una entidad de esta naturaleza fuera realmente objetivo, transparente e imparcial.
El resultado fue un informe plagado de inexactitudes, falsedades y manipulado para reforzar la posición política de las ONGs de dicho grupo al que ya le queda poco de izquierda y si mucho de mercantilismo político y de falta de principios, a juzgar por su lobbismo tan efectivo y servicial durante los gobiernos de los últimos 13 años: han estado con todos y con todos han usufructuado su cuota de poder, obtenido por la puerta falsa.
Lo más grave ha sido que esta comisión pretendió colocar en el mismo plano –a través de sus sesgadas definiciones- al Estado peruano y los grupos terroristas, en especial al más sanguinario de ellos, Sendero Luminoso.
Según la comisión, "las dos décadas finales del siglo XX son... una marca de horror y de deshonra para el Estado y la sociedad peruanos". Esto, por cierto, en el marco de un "conflicto armado interno" –debió calificarse como lucha contra el terrorismo- en el cual hubo "profundo desprecio a la población más desposeída del Perú, evidenciado por miembros del Partido Comunista del Perú Sendero Luminoso (PCP-SL) y agentes del Estado, por igual".
Después de estas afirmaciones, el Presidente de esa comisión y Rector de la Universidad Católica, Salomón Lerner, afirmó que esos veinte años fueron los "años de la vergüenza" en el Perú. Mi respuesta inmediata como Presidente del Consejo por la Paz fue que, en todo caso, fueron los "años de la vergüenza" para quienes permanecieron en sus oficinas universitarias lujosamente alfombradas y los años del coraje para quienes pusieron el pecho, como nuestros policías y soldados o para quienes recorrimos las zonas de emergencia llevando ayuda y aliento a nuestros compatriotas. Sin perjuicio de condenar enérgicamente y pedir sanción para las violaciones puntuales de Derechos Humanos cometidas por nuestras Fuerzas Armadas.
Imagen: Actualcurioso
Qué fácil es criticar dogmáticamente después de los hechos y cuando, con un presupuesto de 13 millones de dólares, se cuenta con un bien regimentado aparato mediático y se puede bloquear la crítica para que haya una sola verdad. La verdad caviar.
Como era de esperarse, a raíz de nuestra respuesta, la comisión incluyó en el proyecto de ley que presentó al Congreso para crear el Consejo Nacional de Reconciliación un artículo planteando la derogatoria de la ley de creación del Consejo por la Paz indicando que de esta forma "desaparece" nuestra institución.
Contra viento y marea aquí estamos para sostener una verdad elocuente: que nadie es propietario de la verdad, como pretenden hacernos creer los caviares.