Cuando se termina una relación ya esta sea corta o muy larga, surge en nosotros un gran temor, que es producido por un miedo al cambio.

Cuando muchos de nosotros, dejamos un pasado que por distintos motivos tenemos que hacer a un lado, surge en nuestra actitud un gran miedo que es producido por ese cambio, que genera el enfrentar nuevos retos, algunos nos volvemos quisquillosos, malhumorados, desconfiados e inclusive comparativos de lo actual con lo pasado.

Quisquillosos, porque nunca queremos expresar con plena sinceridad, lo acontecido, muchas veces tratando de evitar algún signo de culpa que nuestro ego no lo quiere ver y lo pueden percibir los demás.

Tornándonos en mal humorados cuando alguien nos toca el tema, desconfiados alimentados por ese miedo a perder nuevamente, pero el peor de los casos es cuando establecemos las odiosas comparaciones de lo que fue y de lo que es.

El no reconocer la parte que nos toca como culpables, es pretender una actitud hedonista y narcisista, alejando conceptos reales para auto engañarnos y echar toda nuestra cólera a la otra parte eximiéndonos de todo error o falta, es totalmente irreal, tanto es así que se llegan a extremos en donde mucha gente se sumerge en las drogas, alcohol, depresión, etc. Porque es la forma de no afrontar una realidad, ellos no quieren aceptar el cambio llegando a extremos como el abandono total o suicidio.

Siendo el autoengaño la herramienta y repitiendo lacónicamente “ESTOY BIEN”, considerando que nuestras vidas es una serie de acontecimientos continuos, todo cambio que se sucede uno a uno es seguido por el renacimiento de algo nuevo.

Ahora tan importante como el cambio en si, es lo nuevo que se nos presenta ya que estaremos vislumbrando el inicio de un nuevo comienzo en nuestras vidas.

Aceptar el cambio es madurar y buscar la salud mental, para así poder proyectarnos a vínculos o relaciones con una mayor expectativa a la felicidad.

Reflexivamente Hector.OGG.