Era un camino largo y estrecho…

Nadie sabía con exactitud que había al otro lado, pero todos sabían que había que pasar por aquel desconocido pasaje.

Allá a lo lejos, tal vez muy lejos, dada la poca luz que preparaba el camino, sin más, aparece un enano, un hombrecito, muy pequeño, pero increíblemente muy anciano también.

El hombrecito era una suerte de guía, que llevaba a su vez una lámpara de kerosén para iluminar aquel camino.

Todos los que íbamos en aquel sentido agradecimos al anciano, la luz que el llevaba, era la luz de su sabiduría, de la sabiduría que forjó a lo largo de su vida….

Allá fuimos entonces, como les contaba, en dirección a aquella extraña y reservada luz, que prometía algo de lo que no éramos capaces de interpretar. Sólo sabíamos que de allí venía el anciano, y que aquel lugar prometía una intensa luz, un intenso amor, el camino del amor, que así lo llamamos los que estábamos transitándolo.

Cuánto más amor en tu vida hayas cosechado, así de iluminado será tu camino, y así de iluminado será para cada uno de los que necesariamente pasemos por dicho pasaje

De allí seguro provenía el anciano, con su pequeña luz, nos proveía de todo lo que necesitábamos para llegar al prometido remanso, la luz perfecta, la necesaria para iluminarnos internamente, y ver en nuestro interior, cuanto de amor habíamos captado en nuestros años de vida…

Cuánto más amor en tu vida hayas cosechado, así de iluminado será tu camino, y así de iluminado será para cada uno de los que necesariamente pasemos por dicho pasaje.

A juntar todo el amor posible, cuanto más luz, mas amor, mas paz….