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"El principio de que el fin
justifica los medios se considera en la ética individualista como la
negación de toda moral social. En la ética colectivista se convierte
necesariamente en la norma suprema; no hay, literalmente, nada que el
colectivista consecuente no tenga que estar dispuesto a hacer si sirve
"al bien del conjunto", porque el "bien del conjunto" es el único
criterio, para él, de lo que debe hacerse."
F. A. Hayek.
¿Volvemos al Estado Empresario?
Autor: Carlos Tamani Rafael
Fuente: Blog Derecho y Libertad
La amenaza del populismo es su ausencia de principios (tienen sólo uno,
en realidad: la búsqueda del poder) y equivocado pragmatismo. Es esa
ausencia de principios y ese mal entendido pragmatismo, lo que lo vuelve
tan peligroso, tan camaleónico y por eso tan atrayente para las masas
(siempre les da la razón para perpetuarse). Esa línea política que ha
llevado a tantos a negar lo que afirmaban el día anterior y ha aferrarse
al poder de las formas más inimaginables; esto se ve claramente en
países como Venezuela o Argentina, en los que el único principio es el
permanecer como sea en el gobierno y para lo cual no escatiman gastos,
propaganda, etc. Es donde desaparece la división entre lo falso y lo
verdadero, en el que el robo se institucionaliza en nombre de supuestas
estrategias geopolíticas y pseudo intereses nacionales.
En nuestro país ya vivimos esto en los 70´s y 80´s. Vivimos en carne propia lo que el populismo alimentado con políticas socialistas puede hacerle a una economía, dando lugar a la escasez de productos, la hiperinflación, la desaparición de la iniciativa privada, la falta de oportunidades y el aumento de la pobreza, así como la generación del caldo de cultivo perfecto para el florecimiento de grupos terroristas. Historia pasada, pero cercana, que tuvimos que sufrir (y que rebrota en el VRAEM) y que tantas vidas costaron.
Hoy, nos damos cuenta de que, una vez más, no aprendemos de nuestras lecciones. La prosperidad actual, la disminución de la pobreza, el crecimiento sostenido de diez años, nos hace creer que este se da solo, sin dependencia alguna del respeto a la propiedad, a la libertad de empresa, a la libre competencia, al retraimiento del Estado, en general a la aplicación de políticas que han generado un clima favorable para lo que en otros lares se considera un ejemplo de orden y desarrollo. Por eso, hoy nos vemos tentados a ir destruyendo de a pocos lo avanzado, convencidos de que este despegue es interminable e independiente a cualquier política que se nos pueda ocurrir. Por eso nos vemos tentados a escuchar los cantos de sirena del asistencialismo y del populismo que vuelve a sacar las garras de ese socialismo trasnochado que, en nombre de los pobres, no hace sino generar más pobreza por donde pasa (ver el caso venezolano o argentino, como ejemplo).
Me dirán que exagero, que la compra de Repsol no significa una vuelta al pasado, sino de la necesidad del Estado de reforzar actividades estratégicas para nuestros intereses nacionales. Les contestaré que, así como hoy nos dicen que el petróleo es estratégico, nos dirán mañana que la electricidad, la carne, la televisión, etc son estratégicos, y que, por ende, el Estado debe intervenir en salvaguarda de nuestros intereses y, por supuesto, con nuestro dinero que, en lugar de destinarse a la seguridad, la salud o la educación, se va en emprender aventuras que para el gobernante de turno no tienen ningún costo (porque adivinen qué! No es su dinero, sino el nuestro), pero como siempre la trampa es que con ese dinero que genere por un tiempo esa industria tomada, se pagará el asistencialismo que convencerá a los futuros votantes de que no importa perder algo de libertad;, es decir, empezarán a comprar voluntades.
El Estado ha demostrado, a lo largo de la historia, que es un mal gestor, justamente porque no tiene nada que perder y distorsiona los precios del mercado porque cumple finalidades políticas y no lucrativas, y eso no es distinto en el caso de Petroperú. Basta ver la conformación de su directorio y la forma en que se eligen sus miembros para darse cuenta de la fuerte influencia política y por consiguiente la enorme posibilidad de manipulación de sus actividades por parte del gobierno de turno. Turno que, por cierto, no sabemos cuándo va a concluir.
Me dirán también que el problema no es la adquisición de Repsol, sino el gobierno que lo hace. Contesto a eso diciendo que no es correcto: el cálculo político de las mentes sin principios puede llevar a esas conclusiones; pero, un razonamiento basado en la libertad llegará a la conclusión de que siempre, en garantía de la libertad de los individuos y la defensa de sus derechos, el Estado debe estar limitado a sus actividades básicas. Es por eso que en nuestro actual marco constitucional se consagra el rol subsidiario del Estado (ver artículo 60 de la Constitución Política del Perú), el que se refiere básicamente a la imposibilidad del Estado de participar en los mercados que tienen competidores privados (existen varias empresas en el mercado de los hidrocarburos), ya que, de darse la intervención de una empresa estatal, se configuraría un caso de competencia desleal lo cual ha sido validado por numerosas sentencias del Tribunal Constitucional y resoluciones del órgano de control de la competencia -Indecopi-.
La promulgación del decreto supremo es una abierta vulneración al rol subsidiario del Estado y una clara muestra del gobierno de su poco respeto por las leyes y la Constitución (claro, aquélla por la cual nuestro Presidente no juró) lo que nos debe poner, más que nunca, alertas respecto de sus próximas acciones.
Me objetarán además "el carácter estratégico" de la compra. Me pregunto: ¿qué de estratégica tiene la compra de una empresa que, en sus condiciones actuales, no es rentable? ¿Es que acaso el gobierno prefiere (mal)gastar $ 1 500 millones en reflotar ese "hueso" a invertirlo en educación, salud o seguridad? ¿Qué de comprometido, nacionalista, o preocupado por los pobres, como dice estarlo el Presidente, tiene ese gasto?
Válido preguntarnos hoy: ¿con quién decidirá estar Humala?, ¿con la Hoja de Ruta o con la gran transformación?, ¿finalmente se decidirá y nos dejará saber a qué debemos atenernos y qué acciones debemos tomar para salvaguardar nuestras propiedades y libertades?