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Cuento surrealista escrito por Erangel Rivas Parra
Lo real y la cascara, mesclados en una confusión hacían que la vida pariera una ironía, y la humanidad una misma masa, como si de células se tratasen., bailábamos al son que se dispersaba en el aire y tratarlo no era cosa sencilla, y menos con Pachico (Viejo terco y dogmático). Algo me olía mal por ahí y no era a aceite de carro. Yo no supe si creerlo al comienzo pero así parecía, tenía sus coincidencias con lo del “yo con yo”. Recordé lo que Luz me decía: que a pesar de que Pachico León echara sus cuentos de amor y esperanza, todos escritos por comediantes del arte, eran solamente pura paja. Acaso su único cuento verdadero, y el más conmovedor, fue el que hizo acerca de mi abuelo.
–Lo conocí en la época cuando yo era muchachito, tenía el negocito de las pinturas.
Pachico es un señor optimista, de atención cordial, estratégico en política de negocios y de vez en cuando se le veía compartir un pan con algún necesitado. También supe que estimaba mucho a los animales, es de lo que serían incapaces de lanzarle una piedra a uno de esos gorilas encerrados en las jaulas del zoológico.
–Era un gran emprendedor, honrado, y buena gente. De vez en cuando mujeriego pero eso sí, cumplía siempre con las responsabilidades de la familia.
–¡Que Dios lo tenga en la gloria!- Yo decía espontáneamente, a pesar de ser ateo. Paradójico….
Y por otro lado ¿Acaso todos venimos de “algo” que todavía ni me atrevía ponerle nombre por temor a que me convertiría en blanco de la crítica? Muchos locos hoy en día se tiran por la Verdad y la cuestión es que yo no tengo suficiente fe en Los de Renombre, y aquel incognito… que por más especulaciones y adornos que le inventara seria una pérdida de tiempo-Razoné en silencio-
A pesar de los problemas Pachico a podido sobrellevarlos y seguir adelante, más bien se reía de ellos. Aprovechaba su momento de buen humor y le promocioné un libro de mi amigo Cesar. No leyó ni un cuarto de una de sus prosas y como que reaccionó con cara de asustó, volteando nervioso, luego a los lados, quizás un extraño impulso le dio la impresión de que lo estuvieran vigilando. (Yo me di cuenta de todo pero me hacia el loco) Me lo entregó nervioso en las manos, como quitándose un tigre de encima. Afinó la voz, recuperó templanza y me dijo rotundamente:
–Esos comediantes del arte, como que no tenían nada que hacer. ¡Escriben solo paja!