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Marcados por los fracasos en la arena internacional el béisbol cubano inicia este jueves su andadura por la edición 58 de su clásico nacional en busca de conseguir olvidar las penas y lograr un mayor entretenimiento de su afición
Por Roddy Romo Seguí
La 58 Serie Nacional de Béisbol será inaugurada esta noche con el desafío entre Alazanes de Granma y Leñadores de Las Tunas, campeón y subtitular de la pasada edición, respectivamente, y lo hará en el marco de intentar dejar de lado el casi desastroso desempeño de las escuadras cubanas en la arena internacional.
Ilusión no creo que falte, pues desde hace mucho tiempo la pelota cubana – que ha visto desaparecer año tras año su dominio en eventos internacionales – solo vive de eso, de lanzarse con optimismo renovado hacia el futuro hasta que llegue el momento de estrellarse una vez más y continuar con el círculo de vida.
Es verdad que el deporte de las bolas y los strikes en Cuba ha sufrido - y de cierta manera lo seguirá haciendo – de las deserciones de sus grandes baluartes de la disciplina motivados por el sueño de jugar en las Grandes Ligas de Estados Unidos, sin dudas el mejor béisbol del mundo, pero la mayoría de aspectos negativos se cocinan desde casa.
Quitando lo del “escape” de peloteros cubanos hacia el exterior, los problemas que presenta el mayor pasatiempo de la isla nace desde la base, donde a los pequeños jugadores o no se les enseña bien los planteamientos técnico-tácticos de una disciplina bien rica en situaciones de juego, o simplemente no los aprenden.
Lo anterior se palpa bastante en el nacional sub-23, en el que ves un desafío completo, miras a la pizarra y esta te marca unos cuatro o cinco errores entre ambos equipos, pero si vas a las jugadas, las pifias se duplican; mal corrido de bases, desconocimiento de tiro a las almohadillas y situaciones absurdas marcan la tendencia del último escalón ante de subir a la “élite”.
Pero ¿cómo se gana a la afición? ¿Cómo se logra que las personas vivan por sus equipos? Sencillo: identidad
Otros detalles un poco fuera de lo competitivo pero que afectan al espectáculo como tal es la falta de vistosidad y la poca información que se genera alrededor, y hablo de esta última como algo profundo, saltándonos la simpleza de los resultados y el boxcore de los partidos, que por suerte aparecen “casi todos” actualizados en la web de la Federación.
Hoy día resulta más fácil seguir la MLB (Major League Baseball) estadounidense que la Serie Nacional SNB) y no me refiero a estadísticas generales, sino a esos pequeños detalles que hacen del béisbol un grandiosos deporte, como tener con 72 horas de antelación el lanzador del día, saber sus actuaciones contra sus rivales, conocer que jugador está lesionado y que tiempo estará fuera, etcétera.
El espectáculo lo hacen los jugadores pero también lo da el público, pues no es igual un estadio vacío a un local abarrotado de una colorida afición. Pero ¿cómo se gana a la afición? ¿Cómo se logra que las personas vivan por sus equipos? Sencillo: identidad.
Lamentablemente el béisbol cubano no solo ha perdido en su juego sino también en su brillo y eso lo ha notado la afición. El no tener un amplio conocimiento para debatir con base en estadios y peñas – penosamente la Guía sale con cerca de un año de retraso-, y el no tener prendas a un precio asequible de sus equipos favoritos como gorras, llaveros, banderines, postales de jugadores, hacen que muchos hayan mirado más afuera que a su propia casa y sea común ver a aficionados en los estadios cubanos con gorras y camisas de las Medias Rojas de Boston o los Yankees de Nueva York, por solo citar par de ejemplos.
El camino para mejorar la pelota en Cuba se ha abierto cada vez más y si las máximas autoridades deportivas no se centran en mejorarlo la distancia será insalvable. De momento, esta noche en el estadio Mártires de Barbados, de Bayamo, habrá un momento para volver a soñar.
Quitando lo del “escape” de peloteros cubanos hacia el exterior, los problemas que presenta el mayor pasatiempo de la isla nace desde la base