Iván Budinich Castro

Keiko Fujimori está repitiendo en relación con Joaquín Ramírez, el mismo triste papel que desempeño su padre en relación con Vladimiro Montesinos. El coro de voces que le dicen que aparte de su camino al Sr. Ramírez se agiganta y Fujimori hija tal como ayer Fujimori padre pareciera que no sabe, no escucha, no comprende.

Ciertamente el testigo involucrado en la acusación parece no tener una hoja de vida honorable, las investigaciones de la DEA podrían ser y no ser, pero el pasado del fujimorismo les obliga a tomar una acción clara y contundente a ese respecto. En lugar de eso, el fujimorismo insiste en dar un salto de fe y apoyar contra viento y marea una figura incomoda contra viento y marea.

En los noventa el fujimorismo defendió a Vladimiro Montesinos argumentando que eran simples rumores los múltiples testimonios que se levantaban contra el, que los testigos carecían de credibilidad, no falto defensora entusiasmada que en los últimos día del gobierno de Alberto Kenya Fujimori, salió a decir que las millonarias cuentas descubiertas propiedad del tío Vladi, eran en realidad producto de su labor de asesoría a gobiernos extranjeros en el tema de lucha contrasubversiva. Ya sabemos cómo acabo esta historia y Keiko y los fieles fujimoristas parecen empeñados en repetir el guion punto por punto.

Si Keiko y el fujimorismo quiere deslindar con los errores del pasado deben comprender que deben evitar los remakes de sus viejas historias. Joaquín Ramírez puede ser un emprendedor honestísimo como tantos otros peruanos que han forjado sus fortunas partiendo de cero, pero hoy por hoy su cercanía le hace daño a su movimiento cuya cúpula debe ya tomar cartas en el asunto para apartarlo hasta que quede demostrada su inocencia más allá de cualquier cuestionamiento o su irremediable culpa. Ramírez es en este momento una pesada mochila que el fujimorismo se está echando al hombro de la manera más estúpida en pleno proceso electoral.

Si los fujimoristas de verdad quieren ganar deben ser capaces de actuar sin miramientos; para ello a su candidata le valdría mirar bien las acciones de un estratega tan ducho como Alan García quien no ha dudado en tildar de ratas y separar sin miramientos a sus allegados cuando en su momento se han visto afectados por la sombra del escándalo.

Nos leemos.