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Fuente: Libertad Digital / GEES En los años 70 y a principios de los 80 los países de Sudamérica, gobernados por regímenes militares, vivieron una carrera armamentística azuzada por los dos bloques y, sobre todo, por las guerrillas alimentadas por la Cuba castrista. Esta carrera concluyó con la derrota de Argentina en las Malvinas, que provocó la caída de la junta militar, y el derrumbe del bloque socialista en 1989. La única guerra posterior a esta fecha se libró entre Perú y Ecuador en 1995, causada por razones internas y animada por Argentina, que suministró armamento a Ecuador, vulnerando el Tratado de Río. A mediados de los años 70 los chilenos llegaron a temer un ataque concertado de sus tres vecinos, y el régimen del general Pinochet sembró unas 180.000 minas antitanque y antipersona en su territorio. Después del desplazamiento de muchas de ellas por las tormentas y de la muerte accidental de un taxista peruano, los Gobiernos de Santiago y Lima firmaron un acuerdo para desminar la frontera común. La operación comenzó en octubre y ha concluido hace unos días. Sin embargo, hay motivos para el resquemor. El desminado lo realizó la ONG Ayuda Popular Noruega –paradójicamente, Noruega es uno de los principales exportadores de armamento–, porque el Gobierno peruano, dirigido por un oficial militar, no quería uniformados chilenos en su territorio. Sin duda, en este acuerdo ha influido el proceso que mantienen abierto Chile y Perú en el Tribunal de La Haya por sus límites marítimos, cuyas audiencias concluyeron el pasado día 14. Ninguno de los Gobiernos querrá aparecer ante el tribunal como cerrado a cualquier negociación. Pero lo anterior no significa que este conflicto haya quedado zanjado. La misma reclamación marítima indica que no es así. Toda la disputa arranca de la guerra del Pacífico (1879-1883). ¿Cómo puede evolucionar la cuestión? Perú está creciendo económica y demográficamente, de modo que en unas décadas su población puede doblar la chilena y su Estado, disponer de recursos para mejorar sus Fuerzas Armadas. Bolivia ha avivado, por obra del presidente Evo Morales (que calificó en 2004 a Chile como el "Israel de Sudamérica"), la reclamación de una salida al Pacífico a través del territorio chileno que fue antes boliviano. Morales cuenta con el apoyo de Venezuela, pero es improbable que el país más pobre de Sudamérica llegue a disponer de un ejército que pueda causar dificultades al chileno, aunque sí está en su mano enredar el problema por la vía diplomática. Sería deseable que los Estados iberoamericanos enfocasen su fuerza militar y sus recursos diplomáticos en el desarrollo, el control del territorio y las nuevas amenazas (narcos, sindicatos del crimen...), pero bien puede ocurrir que las disputas fronterizas dormidas durante décadas despierten, como ocurrió el mes pasado entre Nicaragua y Colombia por una resolución del Tribunal de La Haya. © GEES, Grupo de Estudios Estratégicos.