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La crisis de Venezuela, en los medios se reduce al enfrentamiento radical entre gobierno y oposición. La realidad actual es hija de políticas y manejos anti éticos del siglo de historia petrolera. Los actores del latrocinio destruyen el país confrontados en medio de una disputa geopolítica
Cuando en 2012 la inflación comenzó a mostrar la pérdida acelerada del valor del bolívar, en el mercado negro el dólar superaba el precio oficial del Banco Central. En ese momento nadie imaginaba vivir el actual escenario económico. La devaluación monetaria, más el aumento de precios, la hiperinflación y la especulación en seis años destruyeron la economía. El fracaso del gobierno en esta área convirtió en polvo los sueldos y salarios de los profesionales y trabajadores, depauperando la vida nacional.
Iniciado el gobierno de Maduro comenzaron las colas en mercados, supermercados y abastos para adquirir productos de consumo diario. Esta nueva situación del país mostraba la escasez de alimentos y artículos de primera necesidad. Los bienes de consumo empezaron a ser acaparados con fines especulativos. Muchos fueron fugados al exterior por un contrabando de extracción organizado por mafias capturadoras de divisas. Entre 2013 y 2015, gran cantidad de productos importados con dólares preferenciales, desaparecieron de los estantes, vitrinas y depósitos.
Las autoridades realizaron una agresiva campaña en los medios, denunciando la ilegal salida del país de alimentos subvencionados por el Estado. Esto no impidió a los productos vendidos en las tiendas del gobierno tener como destino final naciones vecinas. La publicidad sirvió como cortina de humo, encubriendo el multimillonario contrabando masivo de extracción puesto en marcha. Industrias, distribuidoras e importadoras vaciaron sus patios y depósitos reexportando sus bienes de capital. Productos terminados, maquinarias y materias primas fueron convertidos en dólares.
No hubo ninguna autoridad con conciencia patria para denunciar y detener esta felonía. El saqueo a Venezuela entre 2013 y 2016 se realizó a plena luz del día por carreteras, autopistas, fronteras, puertos y aeropuertos. Ningún ministro habló del asunto, ni los dirigentes de los partidos políticos de izquierda, centro o derecha. Tampoco las autoridades de universidades e iglesias. Ni siquiera los diputados a la Asamblea Nacional denunciaron este flagelo. La élite dirigente frente al pillaje tuvo una complicidad total.
El liderazgo de los movimientos sociales, partidos populares, organizaciones de profesionales y trabajadores tampoco hicieron denuncias. Nadie presentó ningún tipo de resistencia a este asalto, realizado sin máscaras ni amenazas de invasión visibles en el horizonte marítimo. Si bien algunos dirigentes callaron por complicidad, otros dijeron poco, y muchos nada por ignorancia, la mayoría de la población fue neutralizada, cooptada como tropa de las élites políticas y económicas enfrentadas. Gobierno y oposición convirtieron los ciudadanos en seguidores ciegos y mudos.
La desinformación e ignorancia acerca del manejo real del Estado venezolano es enorme. Mafias partidistas, empresariales y financieras tienen un siglo expoliando a la nación. En 1940 un equipo de economistas llegó al país a investigar la inflación, enviados por el presidente de Estados Unidos a solicitud de su similar de Venezuela. El estudio realizado durante dos años reveló cómo las élites criollas saqueaban el país. Lo ilustraron comparando 20 artículos domésticos de uso diario vendidos en Caracas y Washington.
El informe señala que el producto más barato, una barra de jabón azul, y el demasiado caro, un kilo de espaguetis, en Caracas se vendían al público con recargos de 160 % y 600 %. Precios en bolívares superiores a los pagados en dólares por idénticos productos en tiendas y supermercados de Washington. A esto, los economistas estadounidenses de la Misión Fox no le encontraron explicación económica. Sus procesos de producción no incorporaban elementos que elevaran sus costos y justificaran los sobreprecios.
La devaluación monetaria, hiperinflación y especulación destruyeron la economía. Ante el fracaso del gobierno toda solución quedará sometida a fuerzas geopolíticas globales
En el momento de pasar de una nación agrícola a un país petrolero, para saquear Venezuela se instauró un mecanismo administrativo que lo garantizara, estableciendo hasta hoy unos precios relativos especulativos más la sobrevaloración del bolívar. Una premisa económica y otra financiera, son la clave del robo realizado por los grupos más poderosos de la oligarquía criolla: los amos del valle, la boliburguesía y los bolichicos. El tesoro sucumbió ante el asalto corsario de las mafias políticas, financieras y empresariales.
Este enriquecimiento mafioso en 100 años no ha cambiado, en este siglo aumentó su magnitud y velocidad. En 2019 este mecanismo de pillaje centenario goza de buena salud. La crisis económica actual no ha modificado la escala de la piratería realizada contra el Estado venezolano y la población. El robo descubierto en 1940 en los precios del jabón en barra y espaguetis por la Comisión Fox, vendidos en Caracas dos y seis veces más caros que en Washington, tiene plena vigencia.
Una corporación emblemática lo implementa hoy comercializando la Harina Pan, un artículo de la dieta diaria popular de Venezuela y Colombia. Es elaborada el Grupo Polar y su precio en dólares en Caracas es casi 200 % más caro que en Bogotá. Si bien esta manera de desplumar al consumidor es repugnante, el valor especulativo de este alimento podría ser hasta ridículo. El asalto al consumidor realizado con la importación, producción, venta y comercialización de medicinas es varias veces más degenerado.
Lo anterior lo agrava el envilecimiento e impunidad administrativa. El enfrentamiento político radical ha encubierto la corrupción alrededor de Odebrecht. Casi treinta mil millones de dólares pagó el Estado a esta constructora brasileña, por trabajos que en su mayoría no han sido culminados. Algunas obras elevaron su costo inicial varias veces. Este siglo el país recibió casi 2 billones de dólares por venta de petróleo, inversiones y préstamos; pero la rapiña los capturó como lo han hecho durante 100 años.
Los venezolanos hoy padecen hambre y viven múltiples calamidades económicas y sociales. La vida familiar es peor que si el país hubiera sido invadido y bombardeado como Irak, Libia y Afganistán. En adelante este sufrimiento aumentará. Al fracaso económico local se suman las restricciones financieras establecidas por el gobierno de Donald Trump contra Venezuela. Además, esto se agrava por la solicitud a Estados Unidos de invadir el territorio, un peligroso ruego del sector político opositor que dirige la Asamblea Nacional.
Esto último parece algo surrealista y tragicómico, porque algunos de los líderes opositores también han participado de la corrupción y el robo de la renta petrolera. El desenlace de la situación económica y social venezolana no tiene un final cercano visible, aún no se ha abierto ninguna brecha para reducir el enfrentamiento político actual. La pugna entre las dos fuerzas antagónicas polarizadas con el objetivo de exterminar al contrario, solo asegura prolongar la crisis y causar una mayor ruina nacional.
Nadie sabe si esto terminará en un desenlace pacífico o violento. Inclusive, es posible que surja algún tipo de acuerdo. La verdad final se verá reflejada en los resultados de cualquiera fórmula que detenga la confrontación. Cuando surja alguna solución, será totalmente sometida a la correlación de fuerzas geopolíticas globales. China, Rusia y Estados Unidos se enfrentan hoy en Venezuela y Latinoamérica defendiendo sus intereses. Esto dificulta que cualquier acuerdo incorpore la urgente y centenaria necesidad nacional: detener el saqueo.
Caracas 04 de junio de 2019