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Iván Budinich Castro
Con Nadine Heredia que era su gran activo para el 2016 pasando a engrosar parte de sus pasivos, huérfano de la base social que lo catapulto a la segunda vuelta en 2006 y 2011, visto como sinónimo de traición desde la izquierda, nunca aceptado por la izquierda; al proyecto nacionalista solo parece la esperanza de un salto hacia adelante y la interrupción abrupta del mandato constitucional parece ser la mejor opción.
Desde la caída del gabinete Jara, los rumores de golpe han sido insistentes en diversas instancias. El editorial del día lunes del diario Perú 21 no es moco de pavo, un periodista tan bien informado como J.J. Garrido no cae en chismes de calleja y menos los pública, a menos claro que exista una intencionalidad clara de hacerlo resbalar a él y a su fuente con esos rumores y crear una cortina de humo o más bien algún tipo de sentimiento en la opinión pública.
Para que exista un golpe de Estado tienen que existir dos tipos de condiciones: 1) Internas, estas referidas a una situación que sea considerada como de crisis insalvable de carácter económico, político o institucional con lo cual se asegure el apoyo de la ciudadanía y de al menos parte de las elites económicas, políticas y sociales. Asimismo, el actor de la intentona golpista debe ostentar algún tipo de legitimidad sea institucional o personal y una coalición de poderes que lo soporte. Un presidente con 13% de aprobación, con una consorte cuestionada y carente de liderazgo como Ollanta Humala, no una escena interna propicia para un autogolpe.
2) Condiciones externas, el entorno externo actual no es particularmente favorable a intentonas golpistas de ningún tipo. No existe ninguna fuerza extremista que amenace la democracia peruana y tampoco grandes bloques ideológicos en pugna ¿Qué podría aducir Ollanta Humala para justificar un golpe de Estado ante los organismos internacionales? Simplemente, la excusa es inexistente y menos todavía a menos de un año para que culmine su mandato constitucional, las consecuencias de un golpe de Estado desde el ejecutivo o las fuerzas armadas serian costosísimas para el país y no hallarían justificación ni interna, ni tampoco externa.
Visto que no existen condiciones para un golpe de Estado en el Perú, la pregunta de rigor es quien o quienes saldrían beneficiados con la interrupción del orden constitucional y la respuesta es obvia, la pareja presidencial serian los únicos beneficiarios si de manera abrupta el presidente Ollanta Humala fuera expectorado del mandato presidencial. Vistas así las cosas, los insistentes rumores sobre la intencionalidad del presidente Ollanta de proceder a un golpe de Estado, pueden tener un objetivo que es buscar un contragolpe preventivo del congreso o las fuerzas armadas que le den el puente de plata necesario para evitar el inglorioso expediente que le podría esperar en un horizonte post 2016 donde su bancada quede reducida a nada y se encuentren faltos de aliados políticos, rodeados de todos los adversarios que han sabido cultivar a lo largo de su endeble mandato.
La pareja presidencial Humala Heredia, clama al cielo por la terminación abrupta de su mandato que es la única salida que les queda para tratar de reconstruir la narrativa de su proyecto político cada vez más devaluado y continuar como una alternativa política creíble en un horizonte de mediano-largo plazo. Los rumores cada vez más extendidos sobre una intentona golpista desde palacio pueden entenderse en esta hipótesis como un intento de provocar al establishment político nacional a una acción preventiva como podría ser la vacancia presidencial por incapacidad moral o hasta quizás un movimiento institucional desde el ejército. Habiéndose demostrado como un par de irresponsables en la conducción del Estado en estos años ¿Qué les costara adicionar una raya más al tigre con tal de salvar lo que queda de su futuro político?