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El alcohólico

08/02/2013 16:10 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Érase una vez un hombre sin nombre, pero con una yonquilata en la mano. Se sube al tren que va de Fuenlabrada hasta Móstoles. Dudo que haya pagado el ticket puesto que ese presupuesto también podría estar predestinado a derrocharlo en bebida. Quizá haya sido un tanto descuidado al definirlo como derroche, ya que él parece feliz y contenido, como si la vida le fuera en cada pequeño sorbo.Y quién puede presumir más en esos lares de disfrutar al máximo cada trago que un borracho. ¿Acaso hay alguien más libre y esclavo a la vez de quien se abandona a su hedonismo?Aunque el desconocido estaba bastante despejado y despierto como para adentrarse en la oscuridad de los que se juegan todo a un líquido etílico, se le notaba su predilección por la cerveza en el modo de sujetar la lata, apenas con resistencia y mucho esmero, como si no quisiera que se le cayera el suelo del vagón. También en cada sorbo, de poca cantidad, pero muy prolongado. Estiraba el gesto en la acción colocando los labios suavemente sobre el borde metálico; como diciendo «No te me acabes nunca por Baco ». De constitución bien formada y con ello refiero que era alto y ancho de espaldas, pero la indumentaria le delataba al ir mal combinado, por ejemplo con zapatillas de deporte blancas y vaquero subido demasiado a la cintura y aprisionado por un cinturón, aunque en él parecía correa. O su peinado que consistía en ir muy mojado y con las rayas del peine muy remarcadas. Gomina o aceite con sudor hacían bien su labor, paracer lo que era. De pronto los de seguridad se suben al tren con nosotros. Por un momento se pronostica lo peor, que le echen al hombre por beber en ese sitio; por otro lado no hay ley que lo prohiba y así sucede. Los dos armarios pasan delante de la lata adherida a una mano conocida y no hacen nada, ni deberían hacerlo. Hace años que la Ley de vagos y maleantes dejó de ponerse en práctica. Con ella, ese desconocido no habría subido con la altanería mostrada... yonquilata en mano dispuesto a beberse el mundo. A una anciana que pasaba por su lado se le cae el bolso y este se posa sobre su calzado blanco impoluto. Indico "posar" porque la acción no hace ni ruido. Entonces este se agacha, encorva toda la espalda para recoger con sus manos huesudas, unas garras como de rapaz, lo perteneciente a la señora mayor. Es este momento donde el narrador del texto que aprecian es cuando recapacita; piensa que juzgar a simple vista es fiable a un 50% y que caer en ello es un tanto mediocre. De todos modos no se espera uno que el "malo" haga bien y por eso le dedico el escrito. Siempre será más fácil acusar de ladrón a alguien así antes que a otra persona que vaya vestida de traje y corbata. Uno podría optar al bolso, otro a una deuda impagada a saldo preferente. Cuando el convoy llegó a Atocha el protagonista tiró su lata en las papeleras habilitadas para ello. Definitivamente los que viven al margen pueden marcar las distancias; sobre todo si son un ejemplo a seguir por su conducta, aunque, a priori, parezcan seres descarriados.


Sobre esta noticia

Autor:
Nolan (174 noticias)
Fuente:
elgolemjull.blogspot.com
Visitas:
1376
Tipo:
Reportaje
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