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Por: Iván Budinich Castro
El gabinete Jara, el sexto gabinete en lo que va del gobierno nació cuestionado y morirá cuestionado. Lastimosamente el gobierno humalista no comprende que el ejercicio del poder implica dialogo. Como hipótesis podemos creer que los años del emblemático polo rojo le están pasando la factura al inconsciente de una "pareja presidencial" y sus acompañantes que ven la negociación, un ejercicio propio de la democracia como un signo de debilidad política. Podemos especular también que la reciente mejora de sus índices de popularidad tengan el efecto de envalentonar los ánimos gubernamentales, el efecto "Urresti" no es eterno, más temprano que tarde la población demandara resultados y el único resultado real de este gobierno aparte de su dadivosa política de otorgamiento de subsidios, es la reducción de nuestras expectativas de crecimiento.
Haría mal el oficialismo en tomar el voto de confianza alcanzado por el gabinete Jara a las justas como una victoria, puede ser más bien el principio del fin ahora que la oposición ya le tiene bien tomado el pulso al gobierno y sus propias fuerzas corren en desbandada. Si el humalismo tendiera puentes las cosas podrían ser distintas, pero una administración que inicia con ánimos de confrontación y con un proyecto de reelección conyugal en ciernes es en verdad muy difícil que cambie de lógica. No existen los cuadros en el humalismo para una iniciativa de ese tipo y las luces del poder ciegan a los inquilinos del palacio de Pizarro.
El gobierno navega ahora alegremente hacia el abismo. Con la típica soberbia de los efímeros movimientos electorales que hemos tenido a lo largo de todos estos años, los nacionalistas no se dan cuentan que su gobierno exuda olor a cadáver por todos sus costados en una versión barata y con pésimos actores de Walking Dead cuyos capítulos finales estamos obligados a contemplar treinta millones de peruanos.