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Sea cual fuere tu profesión, oficio o negocio: afila el hacha
Un leñador compró una nueva hacha e iba contento caminando sin dejar de contemplar su reluciente herramienta:
- Ahora sí tengo con qué trabajar y mi trabajo será mejor que nunca ? dijo a su esposa y a sus hijos. ? ganaré mucho más que antes.
Estaba tan entusiasmado que casi no durmió esa noche y al día siguiente se levantó muy temprano para dirigirse al bosque y empezar su labor.
Después de presumir mucho ante sus compañeros, puso manos a la obra y comenzó a derribar árboles. Lo hizo con tal destreza y era tal la calidad de la nueva herramienta que dejó muy atrás a los otros leñadores llevándose una cantidad de leña mucho mayor que todos ellos que lo miraban con envidia.
Naturalmente, tuvo más madera para vender en el pueblo y su producto era de mejor calidad porque tenía menos astillas que la madera que traían los otros leñadores.
Al otro día y los días siguientes nuestro leñador seguía aventajando a su compañeros ampliamente y con gran entusiasmo se empeñó en seguir trabajando desde más temprano hasta más tarde, así sacaría el mayor provecho, se dijo.
Y todos los días efectivamente usaba su nueva hacha con gran denuedo obteniendo los mejores resultados.
Poco a poco se sintió cansado, de pronto sus brazos pesaban un poco más, se dieron cuenta todos que la cantidad de madera que cortaba disminuía paulatinamente.
- Tengo que trabajar más ? se dijo ? y acudió aún más temprano, casi de madrugada retirándose mucho más tarde.
En su afán por seguir recogiendo más madera que los otros y mantener su ritmo de ganancias pues había contraído algunas deudas confiando en el incremento de sus ingresos se fue cansando cada vez más y paradójicamente, mientras más trabajaba, menos frutos obtenía.
¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha “nueva”?
- Tengo que trabajar los fines de semana ? decidió.
Y así dejó de pasar sus días de descanso con su familia y fue a trabajar también los días sábados, domingos y feriados. Se volvió irascible e infeliz, también hacía infeliz a todos quienes lo rodeaban, perdió amigos y compañeros de trabajo, su hogar se volvió muy triste y nuestro leñador llegó a ser un hombre solitario dentro de su casa y dentro de su trabajo.
Desesperado y sin poder entender nada, buscó consejo con un anciano.
- No entiendo ? le dijo a su ocasional cosejero ? me esfuerzo cada día más, trabajo más horas cada día, incluso trabajo en mis días de descanso y no obtengo más beneficios, por el contrario, cada día gano menos y por añadidura mi mujer y mis hijos no me comprenden, me tildan de tacaño y malhumorado. Me siento cansado y estoy al borde del colapso, las deudas me abruman y nadie me entiende, a decir verdad, ni yo mismo entiendo nada.
Sonriendo el anciano le hizo unas pocas preguntas a las que respondió el leñador. Finalmente, le pregunta:
- ¿Cuándo fue la última vez que afilaste tu hacha ‘ nueva’ ?
Cayó en cuenta el leñador, había confiado en que hacha era nueva y sin duda que al comienzo la herramienta rindió lo mejor de sí permitiéndole cortar con facilidad, rapidez y poco esfuerzo la madera, pero el filo poco a poco se fue desgastando exigiendo cada vez más fuerza del leñador a cada golpe y al final llegando a casi no cortar nada; mientras el leñador no se fijaba en otra cosa que en sacar el mayor provecho, desatendió la necesidad de darle el mantenimiento y el cuidado oportunos.
Desde que la adquirió no la había limpiado, engrasado, afilado; de esta manera la herramienta no estaba en condiciones de rendir su mejor fruto.
Le sucede a todo el mundo: cuando uno no renueva o actualiza sus conocimientos, la información con la que trabaja, sus técnicas, su lenguaje, entonces pierde su capacidad de generar beneficios sean éstos materiales, espirituales, o intelectuales.