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Existe una falacia identificada por el filósofo político germano-estadounidense, Leo Strauss ?sí, ese mismo que ustedes están pensando- que consiste en pretender a falta de mejores argumentos, tratar de cerrar cualquier discusión posible apelando a una comparación o asimilación de los argumentos del rival a los propios del nazismo y de su líder, el dictador alemán, Adolf Hitler. Este tipo de falacia es posible y tiene una gran efectividad dado el componente emocional que la acompaña, entendiéndose las características de maldad absoluta del régimen nazi. De esa manera en una discusión, la parte que se ve en desventaja puede asimilar los argumentos de sus rivales con los propios de la maldad absoluta y por tanto, implícitamente malvados. Cualquier causa puede ser deslegitimada de esa manera.
Se dice por ejemplo que oponerse al matrimonio gay es malo porque Hitler odiaba a los gays, por tanto oponerse al ellos es implícitamente malo. Los pro tabaco también han hecho uso de este argumento alegando que en la Alemania nazi existieron leyes antitabaco, por tanto es malvado propugnar leyes que limiten o dificulten el consumo de tabaco.
Como podemos ver, se trata de situaciones llevadas al absurdo donde se pretende deslegitimar las posiciones del adversario apelando a la carga emocional, sin mayor sustento racional, puesto que esta es una argumentación propia de quien ya agoto todo sustento racional para mantener su posición. Se puede decir ?el vocalista de calle 13 lo ha hecho- que la música clásica es mala porque le gustaba a los nazis.
Esta falacia es de hecho tan popular que en 1980 el abogado Mike Godwin, entonces asesor de la Electronic Frontier Foundation, dio en establecer lo que se conoce como el enunciado o más comúnmente, la ley de Godwin o regla de analogías nazi de acuerdo a la cual: "A medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que aparezca una comparación en la que se mencione a Hitler o a los nazis tiende a uno."
Hay que resaltar que casi con total certeza, el primero en caer en esta regla es porque ha perdido por completo los papeles y es consciente que ha perdido la discusión.
Originales y creativos como ellos solos, los izquierdosos, rojetes y caviares han tratado con cierto éxito de adaptar esta falacia cambiando a Hitler con el Fujiaprismo como summum malum de la política peruana. Así cualquier objeción, cualquier duda, el más mínimo titubeo sobre la conducta de la autonombrada reserva moral del país es considerada parte del accionar fujiaprista. De esta manera por ejemplo las acusaciones contra los Humala-Heredia, Susana Villarán o Gregorio Santos son meras cortinas de humo fujiapristas.
No importa lo peliagudo de la cuestión o lo concluyente del argumento, cualquier cosa que sea inoportuna para los heraldos de la corrección política y sus patrones es tachada de fujiaprista de forma burda, mecánica y cínica por quienes se rehúsan a aceptar la insostenibilidad moral de sus posturas o los errores cuando no delitos de sus ídolos de barro al punto de quedar en evidencia cada vez más este recurso como la chachara hueca de quienes ya no pueden ya más ocultar más la luz de las evidencias con las sombras de sus histerias.
Hasta próxima ocasión
Iván Budinich Castro