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"Me han dicho que usted lleva ya años de escribir columnas de opinión. Para quienes hemos empezado a leerlo hace poco, le pido darnos algo de antecedentes sobre sus ideas en sus columnas, con las que muchas veces concuerdo, pero otras me desconciertan".
Un lector
Autor: Eduardo García Gaspar
Fuente: Contrapeso
Las columnas comenzaron en 1982. Una historia sin gran interés creó la casualidad y la oportunidad.
Si en mis columnas hay un común denominador, él es la defensa de la libertad. Una y otra vez, de cientos de maneras distintas, la libertad fue defendida. Y lo seguirá siendo.
En la apariencia, desde ese año, las columnas de lo que luego se convirtieron en Una Segunda Opinión, son defensas de las consecuencias lógicas de la libertad humana: libre mercado, libre comercio, capitalismo, democracia, libertad cultural, libertad educativa y cosas similares.
También, críticas a lo opuesto: socialismo, intervención estatal, concentración del poder, totalitarismo y cosas parecidas que tienen limitaciones a la libertad.
Yendo algo más a fondo, las defensas de unas y las críticas de otras necesitaban fundamento. De allí la necesidad de pruebas, demostraciones, argumentos que dieran solidez a la defensa de la libertad.
Si los humanos tenemos el don de la razón, es obligación usarlo. La defensa de la libertad necesita sustento macizo.
En una profundidad aún mayor, las columnas contienen otra idea que sólo a veces es explícita, la de presuponer que existe la realidad, que ella es independiente de nuestros deseos y que es posible conocerla.
Esto equivale a una postura opuesta al relativismo, el que piensa lo opuesto. Si se defiende la libertad, ella tiene que ser un valor absoluto, no relativo.
Y aún más en el fondo, existe en las columnas la consecuencia inevitable de lo anterior: existe también algo que oriente a esa libertad que es un valor absoluto. Otra cosa absoluta que es una serie de creencias que norman a la libertad para que ella subsista y que le dan sentido.
Esto quizá no sea un tema muy tratado por los defensores de la libertad, que suelen limitarse demasiado en sus halagos al liberalismo y sus ataques al socialismo.
Una pregunta ejemplifica lo que quiero decir. La de si estará totalmente satisfecho el defensor de la libertad con la conducta del drogadicto que gracias a la legalización de esas sustancias las adquiere sin problemas.
O si acaso se sentirá complacido cuando vea que las empresas tienen la libertad de producir pornografía, o píldoras que producen abortos. O sí el clímax de su bienestar estará en individuos libres para comprar los mayores lujos.
No puedo hablar por el resto, pero al menos yo me sentiría incompleto al ver que se han legalizado las drogas. Creo que sí deben serlo, pero me resulta odiosa la idea de sentir una gran victoria cuando eso se logre.
Debe haber más que el tener la libertad de importar y exportar. Más que el tener la libertad para comprar autos de lujo. Incluso más que reducir la pobreza.
Me resulta mucho muy limitada la idea de que la libertad humana quede restringida al bienestar material. No digo que no se deba procurar ese bienestar, lo que me inquieta es que debe haber algo más allá que lo material.
Esto es lo que ha ocasionado que muchas de estas columnas traten temas que van a terrenos que tratan cosas como religión, moral, ética, razonamiento, filosofía. Cosas que entiende a la libertad de una manera que va mas allá de la que se satisface con la libertad para consumir, producir, gobernar, educarse.
Me resulta en extremo débil limitar la defensa de la libertad a la posibilidad de crear una empresa sin estorbo estatal, o seleccionar el financiamiento correcto de las escuelas, o explicar las ventajas de un sistema de precios sin distorsión fiscal.
¿De qué nos sirve la libertad? Esa es la pregunta que debe inquietar a todos sus defensores.
Y debe haber una respuesta satisfactoria. Alguna que no se satisfaga con el usar la libertad para votar por el candidato preferido, o con comprar la cerveza holandesa que uno quiere, o con leer el libro que uno desee. Y no sé de otra respuesta mejor que la que sigue.
La libertad es la posibilidad de hacer lo que se debe hacer y evitar hacer lo que no debe hacerse. En esto, hay una idea conocida, la libertad propia tiene el límite de la libertad ajena.
No tengo problemas con eso, al contrario. Pero hay más, la libertad existe sólo en la vida y, por eso, la vida resulta sagrada, lo que lleva al respeto de los otros.
Llego así a la pregunta que realmente inquieta. ¿Cómo es que soy libre y tengo el don complementario de la razón?
La respuesta de ser una casualidad física o un accidente biológico no satisface porque no da sentido a la libertad ni a la razón. Debe haber más, que es cuando las cosas se ponen realmente interesantes...
Post Scriptum
A lo que lleva la libertad, creo que sin remedio, a preguntarse de qué sirve ella. Entiendo que deba defenderse porque es parte de la naturaleza humana. Una persona sin libertad no puede alcanzar su plenitud. De allí que deba examinarse la vida propia y entender qué es eso de plenitud humana.
Si le interesa la respuesta que yo he dado a esa pregunta, le digo que es la respuesta que nos da el Catolicismo. Y añado que ha sido lo mejor que me ha pasado regresar a mi Iglesia.