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Errores de percepción y engaños estratégicos del colectivismo.

16/07/2014 09:30 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Erick Yonatan Flores Serrano

Egresado de Sociología

Mucho se ha dicho en torno al libre mercado, mucho se ha dicho en torno a sus errores, y seguramente mucho se seguirá diciendo. Pero, ¿qué distancia existe entre lo que se dice y lo que realmente ocurre? La verdad es que estamos hablando de muchísima distancia, y ahora solo me remitiré a diferenciar, en forma asequible y sin tanto apoyo en la teoría (para no ser muy nebuloso), las enormes diferencias que existen entre lo que quiere decir un mercado libre, y lo que existe, un mercado regulado y limitado por la intervención de los gobiernos.

En una hipotética sociedad de libre mercado, la competencia es la cualidad más importante, solo con esta los oferentes son capaces de ofertar bienes y/o servicios de calidad. Esta competencia hace que todos pugnen por el posicionamiento dentro de un determinado rubro y, una vez posicionados, los oferentes ahora pugnan por mantenerse en el foco de atención del cliente.Cada oferente se esfuerza día a día por mejorar la oferta, y en medio de toda esta competencia, la sociedad en general termina ganando, reducción de precios y buena calidad, son solo algunas cualidades que son posibles gracias a un mercado libre. Es incuestionable que en tal escenario, las necesidades de todos los individuos pueden ser satisfechas por las empresas, y digo que "pueden", porque las necesidades son infinitas y cada una tan subjetiva como la otra.

Pero eso es lo interesante, el hecho que exista gran diversidad en la demanda hace que los oferentes se especialicen cada vez más para satisfacerla, de este modo expanden sus dominios y las necesidades son cada vez mejor satisfechas. Caso palpable es el de Coca Cola, el lanzamiento de su nuevo producto Coca Cola Zero, que buscaba contrarrestar el perjuicio de la salud por un consumo desequilibrado, es la mejor forma de demostrar que las empresas satisfacen las necesidades de su público objetivo, delimitando variedad de productos según las expectativas del consumidor y en función a la distinción de los mismos bajo estratos sociales cada vez más complejos. Y hasta siendo pesimistas, cuando una necesidad queda insatisfecha por un oferente, siempre existe la posibilidad de optar por nuevas alternativas, nuevos oferentes están a la orden del día en su afán de lograr consolidarse. Por tanto, una sociedad que abrigue el libre mercado entendido de esta manera está condenada al desarrollo y lastimosamente no podrá salir de la terrible senda del crecimiento. Es una fatalidad que, digamos, muchos estaríamos dispuestos a pagar. No todos, claro; siempre están los que prefieren paraísos de los que hablaré más adelante.

En cambio, en una sociedad de mercados regulados, o directamente corporativistas y/o mercantilistas. La competencia ya no ocurre dentro del espectro económico, la competencia migra sus efectos al área política. Y todos los beneficios que trae consigo la competencia se pierden y cambian su sentido, lo que era un sistema de beneficios para todos ahora se convierte en un sistema de beneficios para unos en perjuicio de otros. Cuando existe la intervención de los gobiernos, el mercado pierde su virtud fundamental, la cual es, que a través de los intercambios voluntarios, se logra coordinar la sociedad en forma armoniosa y espontáneamente se desarrolla la vida en sociedad. En este caso, los gobiernos intervienen en la economía como prestamistas, al tener un rol activo se convierten en facilitadores de concesiones, beneficios, avales, garantías y demás formas de protección a determinados particulares. Esto es indefectiblemente negativo porque la competencia se traslada a otro lado, ahora los empresarios compiten para hacerse amigos del gobierno, es mucho más fácil y menos costoso, que las empresas satisfagan el ego del gobierno a que se concentren en competir para satisfacer la demanda de la gente. Esta disfunción deja en descubierto una de las características más cuestionables de la naturaleza humana, todos, absolutamente todos los individuos somos potencialmente malos, todos somos potencialmente agresivos, todos somos potencialmente negativos para la sociedad. Por tanto, el empresario que se encuentra en el dilema de elegir entre esforzarse mucho para conseguir el posicionamiento de mercado y lograr así consolidarse dentro de un rubro, o esforzarse poco para conseguir el posicionamiento otorgado por el gobierno y así competir deslealmente; opta por la vía más fácil, y nadie optaría por la vía más trabajosa. Al menos nadie que yo conozca. Recordemos aquí lo que ocurrió con EUA y el mercado financiero, la burbuja que estalló en 2008 fue consecuencia de la intervención del estado en materia económica, y no como absurdamente señalaron J. Stiglitz y P. Krugman en su determinado momento, la expansión del crédito durante 15 años en tasas que oscilaban entre 7% y el 10% anual, nunca tuvieron respaldo real en el ahorro, eran sustentadas por dinero artificial que avalaba el gobierno, de esta forma, se infló la burbuja que luego exploto dejando sobre la mesa inversiones sin valor en el rubro inmobiliario. Así fue como sucedió, y si vamos un paso más allá, la pregunta se cae de madura: ¿Fue el libre mercado el responsable de la crisis?, pues obviamente no, el gran responsable de la crisis financiera de EUA fue el gobierno, que a través del banco central, se prestó para esta jugarreta maquiavélica. Con esto la ecuación queda muy clara:

Gobierno + Privado = Beneficios Mutuos

Nótese que en la ecuación no figura el grueso de la gente, la sociedad civil queda excluida de toda posibilidad de beneficio, y al contrario, son ellos los que pagan los platos rotos que otros rompieron. Así es como funciona el mercantilismo/corporativismo, que no es más que una forma de intervención gubernamental en materia económica. Pareciera que el fracaso de la Rusiade antaño con su sistema de planificación central no basto para terminar de lapidar aquellas ideas que sostienen que la dirección económica de un gobierno puede llevar a buen puerto.

Y ahora, recapitulemos, la diferencia entre el libre mercado y el mercado intervenido quedaría de la siguiente forma. El libre mercado permite que los intereses personales comulguen espontáneamente entre sí, todos se benefician, todos ganan. La ecuación perfecta para todos. Por su parte el mercantilismo/corporativismo permite que los intereses personales colisionen entre sí, ganan los amigos del gobierno, gozando de protección y avalgana un sector en perjuicio de muchos otros. La ecuación perfecta solo para gobierno y privado. Podría llenar varias páginas más con ejemplos que demuestran el beneficio de uno y el perjuicio de otro, pero creo que el público es muy hábil y todos sabrán concluir sobre el tema en forma racional.

Ahora, cuando mencionaba que existía, aparte de los sistemas que acabo de describir, otro tipo de sistema político/económico parecido al paraíso, me refiero estrictamente al socialismo; y cuando hablo de socialismo me refiero a todo tipo de socialismo, no entraré en detalles sobre su clasificación porque sería irrisorio puesto que comparten la idea esencial del fracaso y nunca han renovado su ideario, solo acomodado su discurso.

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En el socialismo se reconoce la existencia de un estado poderoso que se encarga de planificar la vida de las personas, el estado es dueño de todo y los seres humanos se convierten en ovejas de un enorme rebaño inerte, incapaz de pensar y crear nada. Con el escenario plateado así, no hay forma posible en que los seres humanos puedan ser libres, el sistema es totalitario por completo puesto que limita la expresión de las libertades de las personas. Ideas centrales como: "Ser exitoso es malo", "ganar mucho es pecado", "el bienestar común por encima del bienestar individual", "el egoísmo degenera la sociedad", solo por decir algunas, son las más famosas mentiras de nuestro tiempo, y lo peor de todo es que hay quienes las creen. En una sociedad socialista no importa lo que se haga con el dinero, siempre es inmoral tener mucho. Bajo este tipo de esquema poco importa si Bill Gates invierte gran parte de su fortuna en la caridad y la investigación (como actualmente lo hace), al socialismo no le interesa si el dinero tiene una utilidad, digamos, positiva; lo que interesa es el proceso de acumulación de la riqueza. El socialismo entiende que la construcción de toda riqueza está hecha sobre la base de la explotación de los pobres y que eso es inmoral porque los ricos se hacen cada vez más ricos utilizando a los pobres como medios para la consecución de sus intereses. Marx cobre vida cuando se habla de la explotación, de la malevolencia del empresario cuando se adueña de la plusvalía del trabajo, de la lucha y la conciencia de clase, de la justicia social, de no solo interpretar la realidad sino transformarla, y demás ideas que no resisten un análisis riguroso. Toda la doctrina marxista (y toda forma de colectivismo en nuestros tiempos) se resume en la arrogancia de unos cuantos burócratas que creen saber qué es lo que le conviene a la gente. Friedrich Hayeknos hablaba de la fatal arrogancia que se expande en la mente de los planificadores haciéndoles creer que son los dueños de toda la información existente, lo cual no es más que uno de los errores más grandes del socialismo, el entender la vida en sociedad y tratar de coordinarla desde arriba es un despropósito enorme, su aplicación deviene en desastres como la historia ya demostró hasta la saciedad.

Y pese a todo esto existen personas, que en contra de toda lógica elemental y ante abundante evidencia, creen en un futuro en donde el socialismo puede ser una especie de promesa de redención frente al hostil mundo humano, tan imperfecto, tan cruel y tan explotador. El socialismo, descrito por la pluma de muchos pseudo-intelectuales y difundido por la retórica belicosa de la izquierda más recalcitrante, aún sigue en pie en forma moribunda, desangrándose por la evidencia que prueba su imposibilidad y alimentándose de sus, cual sanguijuela, de tontos útiles que aún conservan en su cabeza un ideal mesiánico de éstas características. Pero pese a la ceguera de sus fanáticos más radicales, el socialismo no tiene futuro, nunca lo tuvo, nunca lo tendrá.

En suma, son estas tres formas de las que se puede hablar, el libre mercado en donde todos ganamos, el mercantilismo donde unos ganan a costa de otros, y el socialismo donde unos ganan a costa de otros pero con agravantes mucho más notorios en términos sociales.

En tiempos actuales venimos presenciando la debacle de alternativas que equivocadamente creyeron corregir las supuestas fallas de los mercados libres, tal es el caso de los estados de bienestar. Suecia y Noruega, pilares de la social-democracia, se caen a pedazos debido a no poder cubrir sus enormes gastos públicos. Estados elefantiásicos, gastos desorbitantes, el discurso de la ayuda social y la caridad estatal, poderosa presión tributaria, mayor recaudación fiscal y un sinfín de marañas administrativas y trabas burocráticas, son las características de gobiernos inútiles que empiezan a morir por su propia configuración.En forma dramática vemos que países estandartes del crecimiento y el progreso comienzan una triste involución. Chile, el faro económico de América Latina y el país más rico de la región, con las primeras barbaridades de Bachelet, ha empezado un proceso lamentable. El milagro económico parece estar siendo ahogado con regulaciones e impuestos absurdos. Y de esta forma, existen muchos ejemplos que dan cuenta de la grave crisis que viene aquejando a los países que optaron por más estado.

Pero así como existen casos que lamentar, existen casos que celebrar, y no hay mejor ejemplo para demostrar el éxito del mercado con libertad en expansión, que el de China; actualmente una de las economías más sólidas del mundo y con fuertes posibilidades de tumbarse a EUA como primera potencia mundial en materia económica. El gigante asiático ha demostrado que su herencia histórica apegada al comunismo no ha servido para nada. El legado de Mao no es trascendental para el desarrollo de este país, lo que SI fue lo mejor que hubiera podido suceder a China es que DiaoXen Ping sucediera a Mao. El viraje hacia la apertura económica fue uno de los hitos más importantes en la historia de China, gracias las reformas que emprendió Ping, China pudo desarrollarse en magnitudes enormes. Su mercado textil ha desplazado a mercados europeos en su propio territorio. Sin duda alguna la revolución capitalista más grande e impresionante en todo el globo. Eso prueba la brutalidad con que el libre mercado desarrolla países. Algo parecido ocurrió con Taiwan, hasta hace poco más de 50 años, Taiwan solo era un páramo sin mucho futuro, grandes extensiones de terreno colmaban todo el país. Enormes arrozales con agricultura incipiente eran su principal presupuesto. Años más tarde, el antiguo imperio les entregó la titularidad de los terrenos a las personas, con esto le otorgaba implícitamente la responsabilidad de hacerse cargo de su desarrollo. Lo que ocurrió luego forma parte de más evidencia que apoya al potencial de un mercado libre sin intervención estatal. Gente produciendo, especializándose, creando, innovando, en forma libre y sin intromisiones estatales, son la muestra más clara de la forma tan admirable en que el libre mercado separa al progreso de la miseria.

El Índice de Libertad Económica Heritage muestra la evolución de los países y sus economía, países como Australia, Canadá, Singapur, Hong Kong, Suiza, Nueva Zelanda, son algunos de los que gozan de mayor libertad económica y no es casualidad que estén entre los países más ricos del mundo, con niveles de pobreza casi inexistentes, con poder adquisitivo colosal, con calidad de vida muy alta, etc. etc. etc.; curiosamente la contra-parte, los países más miserables y menos desarrollados del mundo como Venezuela (primera potencia mundial en reservas de gas y petróleo) son los que tienen menor libertad económica, solo con estas comparaciones se puede decir, fuerte y claro, el estatismo no sirve y jamás servirá para la sociedad, claro que sí para el gobierno. Alberto Mansueti nos dice que el estatismo SI sirve para eliminar la pobreza, políticos y gobernantes se enriquecen con él, la población en general, no. Así de simple.

El asunto es bastante claro, a mayor libertad económica, mayor desarrollo y progreso. Esto debiera cerrar discusiones en forma radical, terminar con el trillado discurso de la izquierda que pregona más regulación estatal y enterrar por completo los mitos que se han tejido en torno al mercado libre. No existe otra forma de mejorar nuestra situación, nos queda el camino de la mediocridad estatista que engendra mucha más miseria que la que erradica, y, por otro lado, el camino del progreso y el crecimiento, el camino de la libertad para desarrollarnos a través de los procesos que un mercado libre permite. Un horizonte en donde el estado se limite a cumplir las funciones para las que fue concebido y que no se entrometa en la vida privada de las personas. Dentro de este escenario las instituciones sociales y las leyes juegan un papel fundamental, ambas como mecanismos de limitación del poder político que se ampara en la maquinaria del estado para cometer sus fechorías a diestra y siniestra.La única forma que la sociedad civil tiene para defenderse de la agresión institucional que los gobiernos emprenden, es limitando el accionar del estado, un estado mínimo y funcional a la vida humana es la mejor promesa de progreso. Es hora de que todos entendamos que, de nuestras vidas nos hacemos cargo nosotros, que no necesitamos de un estado, ni benefactor ni subsidiario, que nuestra situación de pobreza o riqueza depende única y exclusivamente del esfuerzo que le ponemos a nuestra vida. Nunca mejor aplicado aquel lema que dice: "Si yo nazco pobre soy víctima de todo, pero si muero pobre soy víctima solo de mi incapacidad"


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