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Autor: Carlos Chipoco
Fuente: Diario Correo
La Corte Internacional de La Haya es un poder moral. Es lo primero que aprende un estudiante de derecho internacional. A diferencia de las cortes nacionales, que hacen valer sus decisiones con la ayuda de la Policía, La Haya no tiene forma material de hacer cumplir sus decisiones. No hay policía internacional ni fuerza militar internacional alguna que haga cumplir una sentencia de La Haya . Las quejas que se pueden interponer ante las NN.UU. no dejaran de ser eso: quejas, pero hasta hoy no existe forma alguna de obligar a un país a acatar una decisión de la Corte Internacional si la considera desfavorable. Y hay infinidad de ejemplos de casos en los que algunos países sencillamente no han cumplido una sentencia y no ha habido forma de obligarlos a cumplirla. Quizá el más famoso sea el caso "Military and Paramilitary Actions", entre Estados Unidos y Nicaragua. Los estadounidenses nunca acataron la sentencia que Nicaragua les ganó. Tampoco es inusual que los Estados digan durante el juicio que cumplirán de todas maneras el fallo. Y es lógico: ¿quién que haya sido citado ante un juez no lo trata con cortesía? Pero una vez conocida la sentencia, la cosa cambia. ¿Ejemplos? Miren Colombia. Solo un presidente suicida acataría un fallo que la ciudadanía rechaza en una coyuntura preelectoral. Entonces, tenemos que usualmente los fallos se cumplen por la propia parte y de acuerdo con la correlación de fuerzas de esas partes.
En el litigio que tenemos con Chile se está sobrevalorando la fuerza moral de la Corte Internacional. En el hipotético caso de se ganar -aunque sea en parte-, el mayor peligro es que no tengamos cómo ejecutar la sentencia . Obviamente, el desplazamiento de nuestra Armada a la zona sería un imposible. El tema no se puede salir de sus cauces jurídicos. Hay entonces que crear, como se hizo cuando se llegó a un acuerdo final con Ecuador, una comisión internacional que ejecute la sentencia, conformada por países amigos de ambas partes e interesados, como lo estamos todos, en una salida jurídica y no de hecho. Esa debe ser una de nuestras propuestas inmediatas a Chile. Creo en realidad que estamos un poco tarde para plantearla, pero es indispensable hacerlo. Que no nos pase lo que a Nicaragua ya le pasó con Estados Unidos y hoy parece pasarle con Colombia: ganar en la Corte y perder en la realidad.