¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Raúl Enrique Bibiano escriba una noticia?
Esta historia, está basada en hechos reales ocurridos hace 11 largos años, durante mi extensa permanencia en la ciudad de Piura, al norte del Perú..
Luego de algunos meses de residir en pequeño apartamento situado sobre el comienzo de la Avenida Cesar Vallejo, a metros del denominado Pozo Grau, en la Urbanización San José, un día decidí cambiarme de apartamento hacia otro que se encontraba a 300 mts de distancia: sobre la misma avenida.
Dicho cambio, se debió a la falta de suministro de agua. Porque allá, por las tardes, se cortaba el suministro del agua en algunos tramos, desde las 19:00 horas, hasta las 06:00 de la mañana y, con las altas temperaturas reinantes en dicha región del Perú, se hace necesario para un ser humano acostumbrado a climas más fríos, ducharse varias veces al día para evitar los golpes del calor.
El lugar no era para nada feo, al contrario, era un mono ambiente amplio y cómodo, ubicado en la planta alta, en contra frente y para mi resultaba excelente, porque era mucho más aireado que el otro anterior. Además, también me resultaba más económico el alquiler, que en donde estaba al principio.
Recuerdo que cuando yo me mudé aquella tarde, al ingresar a la propiedad, noté que había un cierto clima de angustia y negatividad en aquel lugar. La familia propietaria, que habitaba en la planta baja, estaban sobrecargados de tensiones, de angustia y atravesando ciertas situaciones de lo más complicadas.
Aunque ello no evitaba sus demostraciones de afectuosidad para conmigo, y como siempre dicen, he sido el primer inquilino que logró hacerlos quebrantar sus propias reglas, en la relación locador y locatarios. Demás está decirlo, he conquistado sus almas y sus corazones como nunca lo hiciera otro inquilino en sus vidas.
Ya desde el primer momento en que me mudé, tuve que ocupar otro espacio durante varios días en espera de que acondicionen el lugar para que pudiera habitarlo. Pero eso no resultó para nada una disconformidad en mi persona, dado que en aquel lugar, yo me sentía plenamente cómodo en cualquier área.
Durante los primeros días de haberme mudado al nuevo mono ambiente, lo pasaba por lo general fuera todo el día, dado que me encontraba realizando labores de campo en mis actividades humanitarias. Al regresar, me daba una ducha y me dedicaba a trabajar en la computadora, volcando los materiales resultantes durante mis actividades; Muchas veces me ganaba la madrugada y amanecer no era difícil sentado frente al teclado del CPU.
Pero de pronto, una noche, luego de apagar las luces y acostarme a descansar, me desperté sobresaltado, luego que algo me pegó fuertemente en el muslo de mi pierna derecha mientras dormía…
De un salto, abandoné mi cama y corrí hasta el interruptor para encender las luces y, al mirarme la pierna, no podía creer lo que estaba viendo: tenía una marca colorada de una mano sobre mi muslo derecho. Una mano de quien? Porque yo estaba solo, mi puerta estaba perfectamente llaveada y la llave estaba puesta en la cerradura, y cuyo picaporte no puede ser abierto trabado por dentro, lo que impedía que cualquiera pudiera ingresar…
Recuerdo que me lavé el rostro para cerciorarme que no era un sueño y que estaba bien despierto ¡y vaya si lo estaba! « aquella marca en mi pierna, no era ninguna imaginación»; como tampoco lo era, una extraña manada de gatos enbravecidos que, subidos sobre una losa y comandados por un gato negro maullaban de manera ensordecedora, e intentaban ingresar por una de mis ventanas, cuyo postigo recibió profundos arañazos que lastimaron la madera.
Nunca antes había sentido aquella sensación de desasosiego y perturbación como aquella noche de calor agobiante, en la que ya no pude volver a dormirme. Para mayor sorpresa, y estando bajo un estado de incertidumbre, mi ordenador portátil se encendió solo, frente a mi mirada y mi asombro, y una de las luminarias, se prendía y se apagaba desde el propio interruptor.
Aquella noche, se transformó para mí, en la noche más larga de todos los tiempos. Recién, cuando comenzaba a amanecer, desaparecieron los gatos, volvió el silencio y todo pareció volver a la normalidad. Quien no se encontraba normal era yo, que nunca antes había atravesado una situación semejante y rodeada de misterios.
Durante varias noches desde aquella noche, se repetía la misma situación de la aparición de los gatos maullando e intentando ingresar a mi apartamento como poseídos de ira: y los extraños episodios que se repetían también dentro de mi hábitat.
Por entonces, llegué a sentirme hostigado por algo desconocido y que no sabía cómo llamarle: espíritu, fantasma, demonio o ánima. Pero lo cierto es que algo había allí, que me perturbaba demasiado al punto de sacarme de sosiego.
En la tercera noche, antes de la media noche, activé una cámara espía que posicioné enfocando detrás de mí para visualizar todo el ambiente en donde sucedían los episodios y entonces pregunté con vos firme: ¿Hay alguien más aquí, además de mi persona? Luego de unos segundos, volví a preguntarlo nuevamente… ¿Hay alguien más aquí, además de mi persona? Pero no obtuve ninguna respuesta que hubiera podido escuchar: excepto claro está, los maullidos de aquellos gatos que eran incesantes.
Poco después de eso, apagué la filmadora espía y bajé a recibir a una amiga que asombrada por mis comentarios sobre este particular suceso, decidió hacerme compañía aquella noche y analizar cómo era el comportamiento y permanencia de aquella jauría de gatos.
Estábamos bebiendo café y hablando del tema en cuestión; le hice el comentario sobre que había intentado obtener alguna respuesta de si había alguien más allí. Mi amiga me propuso que viéramos aquel video reciente y durante su reproducción, nos quedamos perplejos al descubrir que, de las dos veces que yo había preguntado si había alguien además de mí, en aquel lugar, una voz como del más allá respondió las dos veces que Sí.
Pero no fue solamente eso lo que nos conmocionó tanto… mientras mirábamos el video, con todas las luces encendidas al grabarlo, pudimos observar que las cerámicas del piso, que eran de un color crema, en el video aparecían enrojecidas.
Lógicamente, nos impactó mucho el suceso, porque no era para menos, algo o alguien más, además de nosotros allí y los gatos enfurecidos afuera, se encontraban en ese mismo instante con nosotros.
A todo esto, en horas de la mañana siguiente, concurrimos a la iglesia del Sagrado Corazón, allí cerca, y obtuvimos unos 2 litros de agua bendita y compramos unas velas y mirra e incienso para intentar un ritual para librarnos de aquella entidad: que nunca supe como denominaría en realidad. Espíritu o fantasma o demonio: a mí me daba igual!
Aquella noche, la cuarta noche de sucesos continuos, antes de dar la media noche, encendimos las velas, comenzamos a llenar el ambiente del humo producido por la mirra y el incienso frescos y cuando comenzaron a maullar los gatos que ya se amontonaban afuera como las noches anteriores, comenzamos a rezar y ordenar la expulsión de aquel espíritu inmundo que perturbaba mi hogar.
Al mismo tiempo y siempre invocando a Dios Nuestro Señor y en el nombre de Jesús Cristo, Nuestro Salvador, esparcíamos en forma de cruces hacia los cuatro puntos cardinales del apartamento el agua bendita en grandes cantidades. (Siempre hacia arriba y hacia nuestras frentes), con verdadera fuerza espiritual y convicción de estar haciendo algo correcto, comenzamos a rezar: (fragmento de las oraciones) «Por la Señal de la Santísima Cruz, Padre Nuestro; Credo; San Miguel Arcángel defiéndenos en esta batalla, sé el ángel nuestro ante las perversidades y asechanzas del demonio y de todo ente o espíritu maligno. Le pido al Señor que humille su soberbia y a todos los demonios que andan por el mundo atormentando, buscando la cúspide y la perdición de las almas. Te lo pedimos por Jesucristo, el hijo de la Inmaculada Virgen María, por Jesucristo, por sus llagas y su costado abierto y por la Gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén».
En un momento dado, el ambiente se sentía pesado y pude sentir mi piel helándose a pesar del intenso calor que hacía. Las luminarias se encendían y apagaban y lo mismo ocurría con mis dos computadoras. Era como si algo o alguien intentaba distraernos, sacarnos de la concentración que necesitábamos para lo que intentábamos realizar.
Finalmente, luego de unas horas, dejamos de escuchar los maullidos salvajes de aquellos gatos, que parecian comandados por un gato negro y ya no se encendían y apagaban las luces del ambiente ni tampoco sucedía lo mismo con las dos computadoras.
Sin dejar de rezar ni lanzar en cruces el agua bendita, nos asomamos para espiar por una de las ventanas hacia fuera y observamos como aquella jauría de gatos se alejaba por los techos de las casas vecinas en distintas direcciones, aunque estábamos a media madrugada.
Nos miramos en silencio por unos cuantos minutos con mi amiga y nos abrazamos y lloramos por un largo rato – invadidos por una enorme felicidad espiritual – luego de comprender que nos habíamos librado de aquello de lo que desconocíamos que era, o como llamarlo. El resto de aquella madrugada, también fue larga y luego del amanecer, acompañé agradecido a mi amiga hasta su casa y me regresé a descansar unas horas, siendo ya avanzada la mañana.
Muy temeroso y avergonzado, horas después de despertarme, fui en busca de Ismael, el hijo de la propietaria y entonces lo invité a subir y le enseñé aquel video, al tiempo que le narraba todas esas situaciones pasadas. Tenía miedo que pudiera pensar que estaba frente a un demente y eso me daba más miedo que todo lo que había ocurrido durante varios días.
Fue entonces luego de compartir la filmación, que juntos nos reunimos con su madre y doña Cecilia no solo me creyó todo lo narrado, si no, que para mi mayor sorpresa y asombro, me manifestó que poco tiempo atrás, con un Ministro de su iglesia, habían realizado una sanación de la planta baja, donde ellos viven actualmente, porque por las noches, algo, llámese fantasma o espíritu, perturbaba a su hija todas las noches cuando ella se acostaba, creando además, un clima de desasosiego y perturbación en general en su hogar.
Luego de esta coincidente relación de hechos, comprendimos que aquel ente o lo que fuera, había migrado de la planta inferior a la planta superior, que era precisamente la que yo alquilaba.
Antes de esto, yo no creía en estos casos de entidades, fantasmas o espíritus o cosas similares y tampoco tuve el coraje después de esa experiencia fuera de lo normal, de comentar públicamente esto que hoy les relato de forma sucinta.
Esta historia, como lo mencioné al inicio de mi narración, es una historia real, basada en hechos reales. Está en cada uno de quienes me lean, creerlo o no creerlo.
Esta historia, se la dedico a una familia maravillosa de Piura, que saben que la historia es real.
Gracias por el afecto de entonces y de siempre a Doña Cecilia (tula), Madeleine, Ismael, Cesar y Cecilia y a Dolly.