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Hace poco un sondeo mundial ubicaba a los latinos como los mas felices. Viví en Francia y la experiencia fue provechosa intelectualmente, pero triste. Extrañaba la calidez de la sonrisa despreocupada y coqueta de mi gente en Perú. Esta es mi historia con esas bellezas tristes
Por: Ramón Requena
Periodista
Los franceses celebraron hace poco su famosa rebelión universitaria de ‘mayo del 68’. Un himno tradicional a la libertad entre hombres y mujeres presionados por una sociedad estricta y prohibitiva. Un acontecimiento que los llena de orgullo, pero también, como buenos franceses, de profundas contradicciones. Desde ese tiempo, hace ya más de 40 años, muchas cosas han cambiado en Francia. Hoy Francia es una potencia global y su gente pertenece a un paìs competitivamente educado y de progreso. Pero para los extranjeros que apenas descubrimos este santuario de historia, cultura y belleza, la impresiòn que genera convivir entre ellos, resulta complicada y reveladora.
Y es que una cosa es contarlo y otra vivirlo. Hay que estar allí para entender lo que resulta difìcil de comprender a la distancia, pues desde que llegué, que ya van para seis años, no he dado en el meollo del asunto de por qué esta gente que económicamente es solvente y muy bien educada, vive tan triste, tan complicada y tan encerrada en esa extraña privacidad que ejercen con pasión y alevosía. ¡Les cuesta tanto sonreir! No miento si les digo que no me faltan dedos en las manos para contar las pocas ocasiones que he disfrutado de una amplia sonrisa francesa en todo este tiempo. Porque belleza no les falta, solo hay que pasear por las calles comerciales de Saint Catherine en Bordeaux para sentir que estas en un paraiso. Las mujeres por ejemplo, no son delgadas, porque se come muy bien, pero si con curvas bien definidas, cintura estrecha y caderas anchas, caminan como princesas de espalda perfecta, son elegantes, siempre perfumadas y, generalmente, se comportan con sencillez pero con mucha clase. Pero si buscas esa sonrisa fàcil, espontànea y coqueta que nos caracteriza a los latinos; no la encuentras en este país plano, no hay, no la conocen, no la practican.
Ahora, por supuesto que he preguntado a la gente que conozco: “qu’est-ce que passe ici?” (qué pasa aquí). Pero las respuestas no son satisfactorias, encierran mas de lo mismo. Les cuesta abrirse a los demás por temor a que se ponga en juicio su criterio, que eso es grave para ellos o simplemente te consideran impertinente y niegan que sea cierto, que para eso son buenos, para dar la contra. Ojo que hablo de gente profesional. Sin embargo, debo hacer una aclaración. Mi círculo de conocidos, aquí no se puede decir “amigos”, ese término es mucho mas profundo para ellos y casi no lo usan porque no encuentran o tienen pocos amigos, es gente adulta, entre 40 y 60 años de edad. Y mi observación con respecto a este artículo va por el mismo rango de edad. Es cierto que a los jóvenes se les ve diferentes, pero sabemos que en un adolescente la alegría y las travesuras resultan natural, es propio de la edad, aunque debo acotar que mucho de ese alboroto se incrementa, parece, con la intensa migración africana que vive al lado de los franceses, no juntos. Y sin duda, un marroquí sonríe con mucho más facilidad que un cuarentón francés. Olalalala.
Les explico. En cualquier ciudad importante de Francia, Bordeaux (Burdeos para los españoles) es una de ellas, es fácil comprobar que entre los profesionales mas solicitados y mas caros, está el psicólogo, esa profesión sobre la que muchos estudiosos modernos se refieren como un fracaso, pues finalmente no termina de curar a nadie. El ciudadano común y corriente, hombre y mujer, con trabajo seguro, casa y dos autos, viaje de vacaciones al extranjero una vez al año aunque repleto de compromisos de pago a fin de mes ... y una amante, es el paciente clásico de los psicólogos y consumidor habitual de antidepresivos. Si lo analizamos desde nuestra perspectiva latina, con todos esos bienes materiales y un sueldo aceptable, no visitaríamos para nada a un psicólogo. Pero los franceses sí y por largos períodos, a pesar de que con ello tampoco solucionan sus contradicciones personales. Casos típicamente ‘froidianos’ diría un experto: el interés por las complicadas motivaciones del espíritu pone en evidencia un cerebro proclive a equivocarse sobre si mismo.
Le llaman saber vivir
Pues mírenlo bien, de nada ha servido ese desbordamiento sexual que practican desde la revoluciòn intelectual de 1968 imponiendo muchas veces ese deseo primitivo que todos llevamos dentro; de poco les sirve la exigente educación escolar que reciben cuando la autoridad paterna fracasa preocupantemente; y en la vida pública, aunque los políticos se cuidan muy bien de no ser protagonistas de escándalos, la Prensa no tuvo mas remedio que publicar la secuencia de un millonario affaire denominado mediáticamente: ‘Clearstream’, que involucraba maliciosamente al ahora presidente de Francia, Nicolas Zarkosy, e implicado de alguna forma que el juez investiga, a Dominique de Villepin, Primer Ministro del pasado gobierno y hombre de absoluta confianza del ex presidente Jacques Chirac, quien tampoco se libró de algunos procesos judiciales pendientes.
Le llaman: “savoir vivre” (saber vivir). Yo digo que se perdieron en el laberinto que ellos mismos construyeron apabullados por ese personalismo personalísimo del que los norteamericanos se burlan y que los franceses aprenden a desarrollar desde jóvenes para defenderse en una sociedad altamente competitiva y egoísta, donde tus problemas son tuyos y de nadie mas, sin derecho a molestar a nadie con tus complicaciones, ni siquiera a la familia. Hace unos años, una noticia procedente de Francia dio la vuelta al mundo. Una ola de intenso calor mató a docenas de ancianos que vivían en completa soledad, abandonados por su familia, por sus vecinos y por el Estado. La corrección no se hizo esperar, ahora los Ayuntamientos acuden en su ayuda, pero la familia y los vecinos, naranjas (no). Y según un dato estadístico, en las principales ciudades francesas el 50% de la población vive sola, triste y aburridamente sola. Esa debe ser una de las principales razones del resultado de otra encuesta revelada hace algùn tiempo: doce mil personas se suicidan cada año en Francia, o sea, mil por mes y 120 mil intentaron suicidarse. ¡Terrible!
Fatal consecuencia de una sociedad que marcó al mundo con su històrica Revolución del siglo XVIII por la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, pero que con el paso del tiempo se enfermó de progreso y modernidad, que hasta eso enferma en estos tiempos, asumiendo que esos valores, hoy, son sòlo declarativos, como la letra violenta de su himno nacional, revísenla, y que la vida hoy exige perfección del pensamiento y de la acción. Las fallas no encajan en este modelo, los reclamos y las protestas si, como las de ‘mayo del 68’ que paralizò Francia para romper con la rigidez social y sexual de la época. Tal vez, ese sea el secreto de su envidiable desarrollo. Lamentablemente en esa larga búsqueda de vivir con filosofìa, los franceses se están quedando solos con sus fantasmas. Solos en esa luminosa penumbra que anula el alma y destruye el acto mas bello y beneficioso del homo sapiens: la sonrisa. La misma amistosa sonrisa que nos regalaba Vicky Ellenbogen en su curso de literatura o la siempre alegre risita que me tiene guardada mi hija Raymi cada mañana.
A pesar de todo seguiré envidiando con una disimulada sonrisa a la pareja joven* del policía y la secretaria francesa, padres de dos lindas niñas, que con sueldos de nivel técnico, no profesional, pueden acceder sin ninguna complicación a un crédito bancario y comprar una amplia casa con grande jardín y piscina incluida cerca del campo. ¿Díganme ... no es para sonreir? (FIN)
Les cuesta tanto sonreir
* La pareja joven acaba de divorciarse