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Iván Alfredo Budinich Castro
En 1990 Alberto Fujimori derrotaba al entonces candidato Mario Vargas Llosa de forma inesperada y contundente presentándose como el abanderado contra la reforma liberal y la el no-shock, luego tras su asunción como presidente, el mismo Alberto Fujimori demostrando una orientación ante todo pragmática lanzo el tan denostado shock y empezó el proceso de liberalización de nuestra economía que permitió a la postre la bonanza de posteriores periodos. Lo que se ve desde entonces y se mantiene hasta ahora, es la resistencia del movimiento fujimorista a asumir una orientación ideológica clara, en los últimos años lo ha hecho de alguna manera Keiko Fujimori asumiendo al menos en parte en temas sociales una agenda cercana a la conservadora, aunque no la hemos visto asumiendo posiciones próvida en ningún momento y a pesar de los reflejos populistas e intervencionistas de su bancada en lo economico; mientras por su lado el benjamín de los Fujimori al parecer con la venia de su padre y líder histórico del movimiento fujimorista, se ve orientado hacia posiciones más cercanas al correctísimo político como las del LGTB, en ambos casos ninguno de los herederos del fujimorismo hace algo por reivindica las reformas de los noventa, lo que con acierto Eugenio D´Medina considera la marca distintiva del fujimorismo y su mejor carta de cara a construir su identidad ideológica.
El meollo del asunto es que el fujimorismo reniegue de su desempeño histórico en cuanto a la reactivación económica del país, es que en realidad nunca estuvo convencido de esa orientación que se obligó a llevar a rajatabla por las circunstancias, dicho de otro modo porque no había otra opción. Alberto Fujimori demostró ser un político pragmático, pero nunca insinuó claramente orientación hacia algún contenido ideológico preciso como no lo demuestran tampoco sus herederos, el fujimorismo fue una propuesta de buscar soluciones en la coyuntura hasta donde las circunstancias lo permitían dentro de las orientaciones de la opinión pública.
Si así está la punta de la pirámide, la base no es diferente. Al fujimorista promedio le resbala el norte ideológico que tomen sus líderes. Es por eso que muchos fujimoristas albertistas que de otro modo seguirían a rajatabla las posiciones de Keiko Fujimori a la derecha de su padre (Vease Tafur, El Comercio, 11/07/2017) no tienen reparos ahora en tomar a Kenji Fujimori tan cercano al caviarismo, como verdadero heredero del legado naranja en un conflicto que a estas alturas resulta de dudoso desenlace.
No es que estemos frente a un fujimorismo desfujimorizado o light cómo señala el siempre pertinaz Eugenio D´Medina. Estamos ante un fujimorismo fiel como siempre a su constante falta de derroteros ideológicos, esa es la esencia de su éxito, pero también puede ser el germen de su caída y en esto último acierta plenamente el renombrado analista.
Debe ser difícil ser fujimorista y ello porque nadie sabe con exactitud que es el fujimorismo además de un sentimiento basado en los éxitos pasados y el atractivo del nombre de su caudillo principal, de seguir así, esta tan llamado a la desaparición como lo estuvieron el leguiismo o el odriismo en sus respectivos momento históricos y el espacio de derecha conservadora y popular podrá ser ocupado por otros movimientos con mayor contenido programático como el movimiento "con mis hijos no te metas" que se insinúa como el germen de un futuro movimiento político de largo alcance y con mucho mayor contenido ideológico que cualquier otro de los conformados desde los 90s hasta la actualidad.