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... Quizá habría acelerado 15 años el crecimiento económico. O podría haber unido más con Bolivia a un sur andino más desarrollado. O hasta habría evitado el intento aprista de nacionalizar la banca, o podido darle el triunfo electoral a la izquierda en 1990, entre tantas otras cosas.
Fuente de imagen: Perú Económico
Autor: Juan Incháustegui*
Fuente: Perú Económico
En primer lugar, hay que notar que Camisea ha significado un hito en el desarrollo del país. Sin el proyecto, hoy tendríamos tarifas eléctricas 50% más elevadas de las que tenemos ahora, o mucho más que eso. Habríamos tenido restricciones terribles en todo el país para generar electricidad; habría muchos tropiezos hace 10 años.
Ello podemos verlo a partir de lo ocurrido en años recientes. Pero si en 1986 se firmaba el contrato, en los noventa habríamos tenido el gas mucho antes y nos habríamos adelantado 15 años en el proceso económico; habríamos tenido energía barata y ahora tendríamos una industria petroquímica en los inicios de la segunda generación; haríamos industria con polietileno y tendríamos un complejo en algún lugar de la costa, quizá en Ilo, Marcona. También tendríamos una red de gas hasta el Cusco y la zona estaría más desarrollada, disminuyendo los conflictos sociales. En realidad, habríamos tenido otro Perú.
El desarrollo de esa apuesta de Shell habría sido, incluso, positivo para el Apra: le habría dado una imagen completamente distinta, que hasta habría tenido un efecto sobre la aparición del Fredemo y Mario Vargas Llosa en la política. Los gestos de apertura a la inversión habrían hecho que el gobierno se viera diferente en el extranjero. En ese contexto, difícilmente Alan García habría intentado estatizar la banca, ya que habría estado presente la conciencia de no comprarse un pleito con la comunidad financiera internacional.
Incluso en el orden interno el clima social sería diferente. Los cusqueños habrían estado menos agresivos y todo el sur del Perú se habría visto más satisfecho con una oferta de insumos industriales exportables. Y la minería del sur también se habría beneficiado, porque el ducto actual del sur va a abastecer a los nuevos yacimientos del sur del Cusco (Tintaya), Arequipa (Cerro Verde) y Moquegua (Toquepala y Cuajone). En el Perú, el gas habría sido un socio para el desarrollo de la minería y la habría impulsado enormemente, catalizado más aún el desarrollo local y las relaciones con Bolivia.
La industria que se esfumó
A juzgar por el tiempo transcurrido y por lo que ha comenzado a producirse en estos años, con un convenio de explotación en esos años ahora ya se estaría en la primera etapa de desarrollo de una industria petroquímica, la cual utiliza fundamentalmente el metano. Con esos insumos se produciría úrea, amoníaco, ácido nítrico y fertilizantes, lo cual movilizaría una gran industria.
Una segunda etapa, que quizá estaríamos a punto de ver desarrollada, corresponde al etano y sus derivados. Para poder desarrollar esta industria se precisa haber utilizado los derivados del gas a gran escala, y ello porque la configuración de los pozos hace que el etano se encuentre en menor cantidad. Pero el etano da lugar a la segunda generación, en la cual se producen etileno, propileno, polietileno, PBC, plásticos, fibras acrílicas. En algún lugar del Perú, tal vez en Ilo (Moquegua), se habrían construido plantas de ese tipo.
Por lo demás, el desarrollo industrial temprano le habría dado al Perú un grado de competencia mayor de la que tiene ahora en la región. La energía a bajo costo es esencial para los procesos industriales, tales como el textil, el metalúrgico y la generación de electricidad, y el gas es una fuente mucho más barata y competitiva para diversas industrias, como la de cerámica (Celima, San Lorenzo, entre otros). En la textilería también ocurre lo mismo, para los calderos que hacen teñidos y tratamiento de telas. Todo eso que se podría desarrollar con el gas habría generado ventajas competitivas. Y por lo tanto, seguramente habría podido mejorar su situación en el mercado internacional.
Una traba inventada
¿Pero por qué no se produjo un viraje tan significativo hacia los resultados descritos? Una hipótesis sin interés sería que en ese entonces no había suficiente mercado para el gas y que la Shell estaba frente a una situación financiera y económica internacional que no le permitía financiar toda la exploración; por ello consiguió presupuesto para el campo y no para el transporte, que era fundamental para la explotación. Ellos plantearon esa situación al gobierno peruano y éste no aceptó. Esa es la versión oficial, pero desde ahí se pueden tejer otras varias hipótesis.
Shell ofreció seguir adelante con el proyecto, se comprometió a financiar y desarrollar el campo y a buscar el financiamiento para el transporte. Pero en ese punto García decidió romper palitos y terminar las negociaciones. ¿Por qué hizo eso? Según el mandatario, porque no había una garantía de que todo eso se cumpliera. Ello es dudoso, porque si Shell hacía una fuerte inversión para desarrollar el campo, como perforar los pozos o crear la planta de separación, de todos modos habría conseguido el dinero para el transporte. Era un compromiso muy grande que no le habría dejado caer en un pozo hundido. En consecuencia, hubo otras razones.
Una de ellas fueron las críticas muy agudas de parte de la Izquierda Unida. En ese momento, Alfonso Barrantes era un gran líder y prácticamente se creía el sucesor de Alan García en la presidencia. En los últimos debates sobre la explotación del gas de Camisea, personas sensatas como Henry Pease decían en un foro en el Cusco: "Si se llega a hacer ese contrato "entreguista", lo primero que haremos cuando lleguemos al poder será rescindirlo para volver a un contrato que respete los intereses del país". En consecuencia, García estaba impresionado, primero, por el rechazo político y segundo, por el cuestionamiento que iba a recaer sobre él de firmar un contrato que después iba a ser resuelto. García temería, tal vez, que se iba a convertir en un problema como el que se dio con La Brea y Pariñas (que hasta motivó dos golpes de estado en medio siglo). Frente a esa amenaza, García probablemente se dijo: "Lo van a resolver, me van a cuestionar, van a causar un problema internacional, me van a acusar constitucionalmente". Y no entró el proyecto.
Todo eso se daba, básicamente, porque Shell era una empresa extranjera. Era como decir la nueva International Petroleum Company o la nueva Standard Oil, el monstruo petrolero más grande del mundo que venía al Perú "a enclavarse, a hacer imperialismo".
Pasaron los años y Shell dejó el yacimiento. Pero lo mantenía como una propiedad velada, como una tutela, porque en todas las revistas del mundo que se especializaban en petróleo aparecían las exploraciones del Gas de Camisea en el Perú bajo la exploración de Shell. No querían dejar en el pozo los US$300 millones invertidos.
¿Fujimori con gas?
Pasaron los años y con Fujimori el gobierno peruano volvió a interesarse. Buscó a la Shell y sobre ello hay también varias historias. Pero según mi opinión, esa vez fue Shell la que no quiso seguir adelante con el proyecto.
Daniel Hokama, el ministro de Energía y Minas de entonces, negoció eso. Entonces Shell pateó el tablero. De pronto, y de manera curiosa, comenzó a subir la inversión: la planta costaba mucho más, se dijo que los tubos se habían encarecido, etcétera. Comenzó a buscarle tres pies al gato y luego se puso a ponerle más condiciones al Perú, con lo que el gobierno desistió.
Unos meses más tarde se anunció a nivel internacional una gran inversión de Shell con la rusa Gazprom, la gasífera más grande del mundo (y que abastece a Europa), en miles de millones de dólares. Tengo la sensación de que en los más altos niveles de Shell, ambas inversiones se vieron en competencia. Entonces, se resignó a perder sus inversiones y el Perú recién pudo negociar libremente. Encontró un conjunto de empresas que no eran de la envergadura financiera y económica de Shell en el mundo petrolero como para hacer la exploración. Así se armó el Consorcio Camisea, donde ahora está la argentina Pluspetrol, que en ese tiempo era pequeña.
De esa manera, el Apra no habría disfrutado la bonanza sino Fujimori, y es probable que políticamente lo hubiera consolidado de una manera tremenda. Estimo que en 1998 o incluso en el 2002 habría logrado mantener el crecimiento de la economía a pesar de las crisis rusa y brasileña. Habría sido una situación completamente distinta de la que hemos visto pasar.
Incluso cabe la posibilidad de que el Apra haya tenido una mayor capacidad de alianza con el nuevo gobierno, especialmente porque en 1990 el partido de la estrella tuvo una votación destacable, teniendo en cuenta que estaba de salida. En realidad, la imagen de García habría sido otra. Ahora, eso no habría cambiado la realidad: me imagino que habría regresado con más fuerza, como lo hizo en el 2006. Pero quizá habría hecho mucho más exitoso su primer gobierno o enfrentado mejor la crisis.
Mayor gravitación regional
A nivel latinoamericano, en tanto, el Perú habría ganado una posición mucho más destacada. Se habrían hecho inversiones muy grandes en exploración. Y en lugar de tener hoy 8.8 trillones de pies cúbicos de gas natural en reservas, tendríamos hasta 13 trillones o tera pies cúbicos de gas con inversiones en todos los campos petroleros. Y en otros similares, quizá tendríamos 20 ó 30 tera pies cúbicos y seríamos una potencia gasífera mucho más grande que Bolivia.
Incluso en lo geopolítico se habría producido un hecho interesante. Habríamos logrado mucho antes que Evo Morales una conexión gasífera o que el gas de Bolivia saliera por el Perú. Ahora, lo importante es que los intereses de ambos países estarían juntos en el hecho de sacar el gas al Pacífico para su exportación. Lamentablemente, la mediterraneidad del país del Altiplano pesa mucho en contra de ellos. Allí es difícil que una industria hidrocarburífera florezca, principalmente porque el costo de los fletes para sacar los productos es una barrera natural muy fuerte. Desde el Perú, en cambio, el gas se exporta inmediatamente desde plantas ubicadas en la costa. ¿Cómo hizo Bolivia? Sacó su gas y lo exportó por gasoductos a Brasil y Argentina. Y esa es su renta más importante.
Lo que sí es cierto es que, inexorablemente, con inversiones en explotación, crecimiento del consumo y exploración de gas, se habría logrado incrementar reservas y ahora tendríamos una situación mucho más consolidada y expectante. Así como ahora el Perú es un país líder gracias a la fortaleza de Camisea (energía barata, disponible, electrificación), también en ese tiempo habríamos tenido esa ventaja competitiva con respecto a los demás países y en una situación mucho mejor.
Exportar sin desabastecer
Pero para que ello hubiera sido posible, tendría que haberse acompañado de una circunstancia política adecuada. En ese momento todos los izquierdistas tenían una posición absolutamente contraria a una Camisea explotada por una transnacional que exportara el gas. No se tenía una visión de desarrollo propiamente, de manera que no habríamos tenido Camisea en operación si es que no se hubiera abierto la posibilidad de exportación.
Hay que ver que en el Perú no había mercado y era preciso romper el círculo vicioso de demanda y oferta (el huevo y la gallina). Teníamos el gas, pero no teníamos a quién vendérselo. Shell, en su momento, estaba pensando exportarlo a Brasil. Pero se admite otra hipótesis: que se hubiera exportado por un ducto a Brasil y el resto se hubiera quedado en el Perú. También cabe la posibilidad de que en vez de desarrollarnos para adentro hubiéramos tenido un conflicto tipo International Petroleum Company, con un enclave internacional acá para una exportación mayoritaria, y quizá la izquierda habría ganado las elecciones precisamente por ese hecho. Esa era la consigna de la izquierda, que tenía un gran predicamento: se la veía como la fuerza que venía a ser el siguiente gobierno del Perú.
Tal vez si Shell hubiera buscado un esquema en el que hubiera propuesto una utilización interna del gas –no solamente de acompañamiento, sino prioritaria–, la izquierda habría respondido de otra manera. Por ejemplo, un uso para la generación de electricidad en la propia boca del pozo, y luego, con una línea de transmisión en el Mantaro que inyectara electricidad al sistema en su conjunto. Hablar en estos términos quizá no era ni económica ni financieramente rentable; sin embargo, de haber sido ese el diseño, de repente habría cambiado la historia en 1986.
*Ex ministro de Energía y Minas (1984-1985)