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...05-11-2006... Ocurrió en Madrid: el hombre le explicó al juez que le había dado una tremenda paliza al médico porque le habían quitado a su esposa "el olor de mujer" al ordenar que la bañaran en el hospital sin su permiso. Los tufos corporales son importantes. Y la ministra Cristina Narbona ha decidido devolvérselos a ambos sexos proponiendo multar a quienes consuman más de sesenta litros de agua diarios: unas abluciones, lavar una camisa y algunos platos. Ella misma dice que usa medio vaso de agua para higienizar la boca, lo que permite suponer que usa un balde como ducha y que seguirá el consejo del alcalde de Londres de no emplear la cisterna del inodoro para labores menores. Trata de que reduzcamos el consumo del agua. Pero la agricultura se lleva el ochenta por ciento de la que hay, la industria el quince, y el cinco restante queda para uso doméstico. De él, un tercio se pierde por las conducciones. Como el consumo casero es simbólico y las campañas de ahorro solo quieren crear conciencia conservacionista, la iniciativa de Narbona tiene que buscar otro objetivo. Quizás piense que sin efluvios sudorales y cierta suciedad corporal el medio ambiente se vuelve artificial y no neutraliza el cambio climático: la higiene sería así peligrosa. El cronista cree que la ministra desea estimular la creatividad artística: sin las emanaciones de Beatriz, Dante no habría escrito la Divina Comedia, ni Baudelaire ventearía deseos prohibidos, ni Larra habría abandonado a su inodora mujer por Dolores Armijo, que se olfateaba a media legua. España recuperará definitivamente sus patrióticos perjúmenes de ajo y pocilga, y como María Antonieta, que ordenaba echarle pasteles a los que querían pan, Narbona dirá que le echen colonia a quienes pidan agua.
