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Guerra de cuarta generación: la puesta en escena del neocomunismo

29/09/2015 23:00 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Por Viviana Padelín Septiembre 28 de 2015 Fuente: Periodismo sin Fronteras A mediados de los años 90, Joseph Overton desarrolló una teoría referida a la viabilidad de ciertas políticas que la ciudadanía aceptaría en un momento político determinado: la Ventana Overton. Es decir, partiendo de una idea u opinión impensable o tabú (legalización de marihuana, matrimonio homosexual, migraciones masivas, súper reelecciones, acuerdos, función social de la propiedad, nuevo lenguaje etc.) lograr que sea socialmente aceptada para que finalmente genere el sustento cultural con la legislación adecuada. Del mismo modo la persuasión de aquellas ideas que debieran considerarse inaceptables (discriminación, rol de autoridad, ejecución de sanciones, premios y castigos, intransigencia, conservatismo, intolerancia). Se estima un plazo de diez años de esta técnica progresiva para que la política sea aceptable. Siguiendo esta teoría, la aceptación de estas políticas puede forzarse en cinco etapas: 1. De lo impensable a lo radical: derribar el tabú. Provocación. Creación de eufemismos para disociar la palabra de su significado Agente socializador: debate de científicos, académicos, juristas, expertos internacionales, comisiones de notables imparciales, medios de comunicación. 2. De lo radical a lo aceptable: la idea adquiere una denominación y un logo. Agente socializador: intelectuales, escritores, filósofos, medios de comunicación. 3. De lo aceptable a lo sensato: justificación y victimización de la idea con argumento de discriminación. Tolerancia. Demonización del anterior paradigma y su símbolo. Agente socializador: medios de comunicación. 4. De lo sensato a lo popular: masificación. Agente socializador: medios de comunicación, personajes públicos reconocidos, actores, músicos, etc. Utilización masiva del logo. Fenómeno de moda. Demonización de los opositores al nuevo paradigma. 5. De lo popular a lo político: legislación. Partiendo de lo impensable a lo radical: la ventana es la escenificación. Si aceptamos como destruida hace años nuestra fortaleza social (identidad cultural, tradición, nacionalismo) gracias a aquellos agentes socializadores de lo "cool", el "open mind", especialistas en el desprecio de la lógica simplicidad, cultores de lo ajeno, de la soberbia del podio del sello de goma, y sumamos a esto, la destrucción posmoderna de nuestras armas defensivas: rechazo, repudio, ejercicio de autoridad, discriminación como discernimiento; la utilización de la cínica mordaza disuasiva: el lenguaje políticamente correcto; no resulta difícil el proceso de disciplinamiento por la creación de un falso consenso. Esta "realidad" de lo impensable nos sorprende y con la misma fascinación y temor que provoca acercarse a un abismo, consumimos la radicalización de este macroproceso en forma de grandes montajes audiovisuales creando una falsa ilusión de fortaleza y poder de una "mayoría". Esta ficción se ha nutrido de megamanifestaciones, conmemoraciones, premiaciones. cadenas presidenciales, las bravuconadas de Chávez, las amenazas, los "intentos de asesinato", "intentos de golpe de estado" la "defensa de la democracia", el conflicto fronterizo Colombia-Venezuela, los sepelios de Kirchner y Chavez, la "sabiduría y humildad" de Mujica, etc. image Álvaro Uribe brindado con el comunista Fidel Castro, creador del Foro de Sao Paulo Megamontajes necesarios para que el espectador quiera considere mayoría y acepte los nuevos paradigmas sociales, requiriendo que esta simulación se desarrolle sin solución de continuidad, a fin de no dispersar su atención y sospechar la farsa. Como en toda ficción hay actores principales, de reparto, extras y espectadores. Colgados de esta ventana y solamente como parte del guión está la oposición a la medida y los relatores "críticos". Un lenguaje común, un guion común (con slogans detonadores de aceptación y de rechazo y la personificación de un enemigo también de ficción: la oposición conveniente; la exaltación de las desgracias personales que logra la empatía del espectador ciudadano), la oratoria que exalta y enciende el resentimiento más oscuro y la posibilidad cierta de una enérgica revancha, el perfecto decorado de los aplaudidores de primeras filas, los símbolos como utilería, el aplauso, la ovación y el contacto directo con el público como liturgia del show. Cuando algún acontecimiento real golpea esta ventana, se aísla el problema y no tendrá difusión: no forma parte de esta ficción; es decir los actores jamás abandonarán el escenario (la ventana). Esta función continuada no les permite abordar otros escenarios, razón por la que no se los ve en debates, tragedias humanas, catástrofes naturales y otras. (Los estudiantes en Venezuela -2014- abrieron una ventana de posibilidades: pero el régimen mostró su peor cara y continuó blindando su montaje comunista regional). Esta ficción es acompañada del bombardeo de propaganda de la mano de los agentes socializadores de los medios de comunicación pero también de los "críticos" de este espectáculo muy cercanos a la oposición conveniente: entrevistas, reportajes, spots. Tratando que los espectadores no pierdan interés, se genera una constante expectación de futuros y periódicos anuncios de gobierno, reuniones regionales, visitas internacionales. El show debe continuar sin intervalos e indefinidamente como atracción y distracción. Cuanto mayor es la frecuencia en la utilización de esta Ventana Overton, los espectadores ya disciplinados se convertirán en agentes socializadores de calle (Experimiento Pitesti, Rumania), un nuevo ejército que domina y controla la utilización del neolenguaje y pensamiento único. Algunos desde la sincera ingenuidad, otros, los acomodaticios, logran un baño ideológico a sus intereses particulares y muy pocos los afines ideológicos. Lo cierto es que sirven al montaje militando la farsa que se viraliza en las redes sociales, la persuasión se nutre de referencias y se expande con la misma instantaneidad que lo haría el discernimiento si dejase de presenciar el show. La hiperrealidad se globaliza. Fuera de la ventana: El verdadero enemigo. Quienes parecieran ser inmunes a esta domesticación forman parte de esta nueva marginalidad clandestina sin escenario social, padeciendo esta superficción como tortura, pero aun así se consume con estupor e impotencia, acorralados por el miedo y la represalia. No hemos advertido que este estupor también es un vehículo de difusión del montaje a través, por ejemplo, de la catarsis en las redes sociales, al no rechazar y repudiar de plano la primera fase (de lo impensado a lo radical). La provocación bajo la escenificación es un simulacro. Involuntariamente, vulnerables y derrotados, seguimos con estricta cronicidad la agenda comunista bajo esta puesta en escena, mirando a un abismo, con la única esperanza que no se consolide en su expansión. La enfermedad de Chávez (el actor principal) marcó el final de esta saga; sin embargo, permanecimos como empáticos espectadores, no supimos abandonar esta función lo que les permitió a los Castro reimpulsar esta ficción con las grandilocuentes exequias de quien fuera esa revelación actoral. Como todo actor principal, no ha tenido reemplazo, quedan los secundarios, razón por la que este show con mucho tiempo de cartel deberá maquillarse e iniciar otra temporada remozada con nuevos actores y guiones, tal vez con la bendición del Papa Francisco y hasta tanto la evolución humana logre ver al rey desnudo y decida abrir otra ventana.


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