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Por: Dante Bobadilla Ramírez
Fuente: Voz Liberal del Perú
El resultado de tener una democracia sin instituciones, donde no hay partidos políticos, y está además regido por un pésimo sistema electoral que obliga a votar a todos, sepan o no lo que están haciendo, permite que a menudo se termine eligiendo a la persona equivocada. Especialmente si a los defectos estructurales ya mencionados le añadimos las sucias campañas de difamación y demolición en que suelen convertirse los procesos electorales, donde el debate de ideas y propuestas brilla por su ausencia. Al final resulta ganando quien presenta menos flancos débiles pero como resultado de ser un improvisado y mantenerse callado en todos los temas, mientras sus oponentes son masacrados por una jauría histérica.
Estos han sido precisamente los casos de Ollanta Humala y Susana Villarán, a quienes hoy debemos soportar para desgracia del país y de la capital. Ambos completos improvisados sin preparación ni trayectoria ganaron sus respectivas elecciones por la demolición de su adversario a manos del sicariato electoral dirigido por la izquierda de todos los colores, desde los rojos cavernícolas hasta los finos y nobles caviares, pasando por el progresismo más culto y académico, a quienes se sumaron figuras públicas que arrojaron sus propios odios a la hoguera en que se quemaba al candidato de sus desprecios.
Como consecuencia de todo lo anterior hoy debemos soportar la incapacidad de gobierno de Ollanta Humala, un militar mediocre que no ve más allá de los programas sociales, muchos de ellos copiados de otros países, y quien sigue empleando el discurso de plazuela para atacar a su antecesor como si estuviera aun en campaña. Su famosa ideología de la "inclusión social" acaba en la implementación de cuatro programitas sociales. Fuera de ello el Perú está en la parálisis. No hay visión de futuro. El país transita, como bien se ha dicho, en piloto automático, pero el combustible amenaza con acabarse y el motor de la economía empieza a toser..
Lo que ocurre en la ciudad de Lima no es muy diferente. Lima está asfixiada en el tránsito mientras la alcaldesa sigue soñando con la construcción de ciudadanía. Igual que Humala, sus obras no pasan de ser apoyos sociales muy focalizados, mientras la ciudad colapsa en un caos de tránsito que empeora cada día. Los anunciados 60 intercambios viales han quedado en el limbo. No hay una sola obra en ejecución. Lo que es peor, ni siquiera hay medidas urgentes y simples como sacar de circulación a los taxis destartalados, a las custers chatarra y a las combis. Susana Villaran piensa que los cambios pueden hacerse sin afectar ni enojar a nadie, y que deben hacerse por maternal convencimiento, esperando 20 años hasta que la gente se eduque y cambie por sí misma. Es por ello que la tan mentada "reforma del transporte" no es más que una fantasía progre llena de palabrería.
Por desgracia nos queda todavía un largo trecho por soportar a estos mediocres en el poder. Mientras tanto, tendremos que resignarnos a ver cómo la ciudad empeora, cómo el tránsito colapsa, cómo la inseguridad crece y cómo las inversiones se van alejando. Ya es hora de reclamarle a los sicarios electorales, a los promotores mediáticos y a los garantes de la mediocridad que pongan la cara y asuman su responsabilidad.