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Kepler-186f ¿un mundo similar a la Tierra?

17/04/2014 17:40 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

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Representación artistica de Kepler-186f. NASA

Tras el anuncio del descubrimiento de un planeta similar a la Tierra en la zona habitable de su estrella. Kepler-186f, ahora solo queda dejar las emociones a un lado y analizar los datos, pues quizás lo de "similar" pueda ser en realidad algo muy prematuro e incluso este lejano mundo podría ser completamente alienígena a nuestros deseos.

Ya en 2012 se predecía que entre los datos recabados por el observatorio Kepler se encontraría la tan ansiada Tierra 2.0 debido a que, tras cuatro años de misión, habría tenido tiempo suficiente de mostrarnos ese gemelo terrestre orbitando una estrella similar al Sol dentro de la zona habitable de su estrella, donde un planeta rocoso podría tener agua en estado liquido en su superficie.

La llamada zona de habitabilidad surge de la idea de que la vida tal y como la conocemos necesita la presencia de agua líquida ya que tratamos de extrapolar lo que vemos en nuestro mundo a lo que podríamos encontrar fuera del sistema solar.

Pero por desgracia, y aunque el Kepler ha tenido suficiente tiempo para reunir datos orbitales de aquellos mundos que podrían tener un tamaño similar al de la Tierra alrededor de otra estrella parecida a la nuestra, el tan ansiado anuncio del descubrimiento de nuestros primos cósmicos no ha llegado, aunque sí que nos hemos acercado bastante.

Y ha sido ahora, tras pasar casi cinco años del lanzamiento del Kepler, cuando se ha anunciado el descubrimiento de esa ya mítica Tierra 2.0, un pequeño mundo que se encuentra a casi 500 años luz de nosotros.

Anteriormente, el exoplaneta que más se parecía a nuestro hogar cósmico era Kepler-62f, pero este nuevo mundo, Kepler-186f es significativamente menor, esto nos permite apuntar por fin nuestros telescopios y señalar que allí hay un mundo similar a la Tierra.

Durante su misión principal, el Kepler ha estado observando una pequeña región del cielo situada cerca de la constelación del Cisne (Cygnus), observando con mucho cuidado el brillo de unas 150.000 estrellas similares al Sol. En el caso de que un planeta se situase entre la estrella y los objetivos del Kepler este observatorio detectaría una leve caída del brillo, un evento que conocemos como transito.

Y a medida que estos candidatos exoplanetarios continuaban orbitando su estrella, el Kepler registraba todos estos tránsitos, proporcionando a los astrónomos pruebas suficientes como para confirmar que ese descenso del brillo estaba motivado por el paso regular de un planeta frente a la estrella.

Son posteriores observaciones de seguimiento realizadas gracias a observatorios terrestres las que permiten por fin confirmar fehacientemente la existencia de un nuevo planeta, añadiéndolo a la creciente lista de mundos descubiertos fuera del sistema solar. No hay duda, nos encontramos en la "edad de oro" de los estudios exoplanetarios.

Sin embargo, encontrar un planeta que tenga todas las cualidades orbitales y físicas de la Tierra es, de momento, una tarea muy difícil. Si bien es cierto que nuestros actuales observatorios no poseen la tecnología necesaria para poder realizar este tipo de detecciones, el Kepler está demostrando que no es algo del todo imposible detectar mundos más pequeños que la Tierra en las órbitas de estrellas que se encuentran a cientos de años luz de distancia.

Y Kepler-186f parece tener por fin todos los atributos que nos hace creer que se trata de un mundo no tan diferente a la Tierra, aunque si tiene unas claras diferencias. Su tamaño parece ser solo un 10 por ciento mayor que el terrestre y su órbita es de 130 días, lo cual no es un problema ya que se encuentra a unos 52 millones de kilómetros de una estrella un poco más pequeña y más roja que el Sol, esto le proporciona apenas un tercio de la energía solar que disfrutamos en nuestro planeta, así, incluso en los días más brillantes y con cielos despejados, la superficie de este mundo no disfrutaría de más luz que la que llega a la Tierra en un día nublado. Esto sitúa a este mundo cerca del borde exterior de la zona de habitabilidad de su estrella.

Pero para decir que un mundo es realmente esa ansiada Tierra 2.0 necesitamos más datos que el de su órbita y tamaño.

Como te habrás dado cuenta por las representaciones artísticas de Kepler-186f que han acompañado al anuncio, el potencial de que este mundo pueda tener vida parece algo obvio.

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Representación artística de la superficie de Kepler-186f, el primer planeta confirmado con un tamaño similar al de la Tierra situado en el interior de la zona habitable de su estrella. Danielle Futselaar

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Una de ellas es quizás la más llamativa, vemos un gran lago rodeado por una densa vegetación formada por grandes árboles que proporcionan una atmosfera azulada llena de oxigeno. La otra representación no es menos optimista, aunque nos muestra un mundo aparentemente seco, este posee un gran océano y un sistema de nubes junto a dos grandes casquetes polares.

Así que el mensaje que la noticia quiere hacer llegar con estas ilustraciones es claro, este mundo es como la Tierra, es otro planeta de la galaxia capaz de permitir la aparición de la vida tal y como la conocemos y que esta perdure durante el suficiente tiempo como para que evolucione.

Pero al igual que nuestro sistema solar es el mejor ejemplo que tenemos de que pueden existir otros mundos habitables en la galaxia, también tenemos otros dos ejemplos claros de que los mundos que se encuentran junto a esta zona de habitabilidad pueden ser lugares biológicamente muertos, no son otros que Venus y Marte.

Estos dos mundos se encuentran justo en los bordes de la zona de habitabilidad del Sol, aunque algunos estudios señalan que Venus esta ya fuera de ella y que la Tierra se encuentra justo en el borde interior.

Y aunque actualmente estamos tratando de averiguar si Marte, situado en el borde exterior de la zona de "ricitos de oro", tuvo alguna posibilidad de permitir la presencia de las formas de vida más básicas, lo único que nos queda claro es que la delgada atmosfera del planeta rojo y su casi inexistente campo magnético son todo un problema. La superficie de este pequeño mundo esta bañada de radiación, esterilizándola e impidiendo la aparición de cualquier forma de vida. Aunque si es cierto que los registros geológicos parecen indicar que una vez fue un mundo cálido y húmedo, gracias en parte a su densa atmosfera ahora casi desaparecida.

En cuanto a Venus, que casualmente tiene un tamaño muy similar al de la Tierra, posee una atmosfera acida en la que se experimenta un efecto invernadero desbocado que literalmente destruye las moléculas de agua. Ninguno de estos ejemplos situados en la zona habitable son mundos en los que la vida tal y como la conocemos podría subsistir en la actualidad.

Entonces, ¿cómo saber si Kepler-186f tiene blancas nubes esponjosas y costas rodeadas por bosques?, bueno, en realidad no lo sabemos.

Actualmente no tenemos ninguna manera de estudiar la atmósfera de este fascinante mundo, y mucho menos entender si tiene el potencial de dar vida. Y es que como hemos visto, estar en la zona habitable no significa que el mundo sea habitable. La temperatura de un planeta depende en gran medida de la atmosfera.

Así que, de momento, seguiremos pensando que Kepler-186f es un mundo con un gran potencial de habitabilidad pues tiene muchas propiedades que lo asemejan a la Tierra.

Un mundo como este debe tener un núcleo activo que genere un campo magnético que desvié la intensa radiación solar, y junto a ese núcleo activo el potencial de la presencia de una actividad tectónica es real, un sistema volcánico puede liberar los gases necesarios para proporcionarle una densa atmosfera, incluso liberaría vapor de agua, su gravedad debería ser capaz de retener estos gases para crear una densa atmosfera similar a la terrestre que proporcionaría la suficiente protección para que la superficie no quede esterilizada y que a su vez permitiría que las temperaturas fuesen lo suficientemente altas como para permitir la presencia de agua en estado liquido.

Además, y volviendo a ese hipotético núcleo activo, este campo magnético también permitiría que los habitantes de este mundo disfrutasen de las impresionantes auroras que pintan el cielo de las regiones polares de la Tierra.

En el futuro, se planea lanzar nuevos telescopios espaciales que podrían ser capaces de observar directamente estos mundos orbitando otras estrellas, y tendrán la posibilidad de captar el espectro de la luz de las estrellas que atraviesa su atmosfera, lo que nos revelaría la composición de estas atmosferas. Hasta entonces, no sabremos si Kepler-186f es un mundo similar a la Tierra o es más parecido a los páramos helados marcianos o si ha terminado convirtiéndose en un gemelo de Venus. Tal vez es un lugar completamente extraño que ni siquiera puede ser comparado con los mundos que pueblan el nuestro Sistema Solar.

Dejando de lado las consideraciones a la hora de aplicar el apodo de un mundo "parecido a la Tierra", lo que hemos sido capaces de demostrar es que tenemos una idea cercana sobre cómo debería ser un mundo potencialmente habitable y que tenemos la capacidad de detectarlo en nuestro patio cósmico.

Kepler-186f acaba de convertirse en el objetivo central de múltiples futuros estudios que nos mostraran como es este mundo enigmático mundo. Por ahora, lo mejor que podemos hacer es aplicar el científicamente inexacto término "similar a la Tierra" como algo que podrá inspirar a futuras generaciones a adentrarse en esta apasionante rama de la ciencia que, algún día, será capaz no solo de desvelar el origen de la vida, sino de además descubrir por fin una civilización alienígena que nos permitirá no sentirnos tan solos en el vacio cósmico.


Sobre esta noticia

Autor:
Eonhadico (607 noticias)
Fuente:
espacioprofundo.es
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Tipo:
Reportaje
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