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El dictador intentó desarrollar su arma más mortífera en Soria. Las pruebas se iban a hacer en el desierto del Sáhara español. La inquietud norteamericana por la ambición española era enorme. Y Kissinger fue a Madrid a abortar el proyecto
Franco quiso hacer su bomba atómica en Soria, pero los americanos no querían.
Hace 59 años el presidente de Estados Unidos, Gerald Ford, recibía un informe inquietante. España pretendía armarse con la bomba atómica y sumarse así al selecto grupo de potencias nucleares. El Generalísimo Franco pensaba desarrollar su programa en Soria, cerca de un pueblecito llamado Lubia. Y aquello no beneficiaba en absoluto a los intereses de la superpotencia mundial por excelencia.
Ya con Jimmy Carter como máximo mandatario de EEUU., la pequeña provincia de Soria entraba en los entretelones de la guerra fría y desde Washington se movieron ipso facto los hilos para abortar el proyecto. En el mapa atómico internacional comenzó a aparecer una nueva cruz: Lubia, el lugar elegido para cumplir la última descabellada ilusión militar de Francisco Franco. Esta es su historia.
La relación del científico José María Otero Navascues con el mundo nuclear norteamericano le había proporcionado unos conocimientos importantes sobre lo que estaba ocurriendo en el campo de la energía nuclear en cuestión de reservas y conocimientos técnicos. En 1947, presentó un informe al Consejo Superior de Investigaciones Científicas, aconsejando que se iniciaran las investigaciones sobre la energía nuclear en España tras la cual se constituyó una Comisión de Estudios. En la dirección fueron nombrados Otero de Navascués, Terradas, Durán, Colino y el general Vigón, entre otros, que emprendieron, como tarea fundamental, la formación del personal que iba a constituir la primera promoción de especialistas nucleares, así como los primeros programas de investigación.
En 1951 había nacido también la Junta de Energía Nuclear (JEN). La idea de Franco era crear en secreto un JEN II en Lubia dedicado a armar al país, para hacer crecer el tamaño de España en el panorama internacional. Y se dio comienzo de inmediato a un proyecto secreto para conseguir, en pocos años, disponer de la bomba atómica en el arsenal nacional. «Fue el general Juan Vigón quien se encargó de promover los primeros centros científicos y de centralizar a los teóricos y la ingeniería española que, en la década de los cincuenta, se diseminaban por toda la península», determina el experto José Lesta.
Sin embargo, quien realmente se convertiría en la cabeza del proyecto y la persona que quedó obsesionada con el tema fue sin duda el almirante Carrero Blanco, y una vez muerto Vigón en el 55, Carrero tuvo carta blanca hasta el día de su muerte para conseguir el ingenio nuclear», añade Lesta.
Lo que permitió a España dar un salto en sus investigaciones fue paradójicamente Estados Unidos, país que cedió más de 350.000 dólares para favorecer la evolución de energía nuclear a nivel civil en la península.
Aunque en ese momento los americanos no lo sospecharan la intención de Franco era usar ese capital para iniciar el proyecto de la bomba nuclear.
Todo comenzó en serio el 27 de diciembre de 1958. Una España envalentonada por su régimen inauguraba en la Ciudad Universitaria de Madrid el Centro Nacional de Energía Nuclear Juan Vigón. Franco, acompañado por su mano derecha el almirante Luis Carrero Blanco, se interesaba en desarrollar la tecnología nacional, y no sólo en el capítulo energético a costa de un pueblo hambriento y sometido. Ya funcionaban dos centrales en el país, pero no por investigaciones propias, sino gracias al capital y la tecnología de Francia. Pero el sueño de Franco era equipararse en cuanto a potencia de fuego con las dos superpotencias mundiales: la URSS y EEUU. Concretamente, el interés del general del Ferrol por la energía atómica comenzó después de que Estados Unidos lanzara en 1945 dos grandes explosivos nucleares sobre Hirosima y Nagasaki. Al parecer, los casi 100.000 muertos que provocaron las bombas lanzadas por Estados Unidos avivaron las ansias de poder de Franco, ávido de situar a su Imperio Azul entre las primeras potencias mundiales.
“Se barajan varios motivos por los que Franco pretendía conseguir fabricar la bomba atómica”, afirma en declaraciones a los medios José Lesta, autor de “Claves ocultas por el poder mundial”, editado en Madrid. “El primero, por supuesto, era entrar en el selecto club nuclear -lo que haría que España probablemente tuviera derecho a veto en la ONU, con lo que no tenía nada que temer de posibles sanciones que los vencidos del gobierno republicano en el exilio buscaban desde las Naciones Unidas”, completa el comentarista.
De ciencia ficción, quizás esta sea la mejor forma de definir la obsesión de Francisco Franco por lograr que España fuera uno de los países en disponer de la bomba atómica. De hecho, tal fue el riesgo de que el Imperio Azul llegara a tener potencia nuclear tras la Segunda Guerra Mundial, que incluso varios documentos de la C.I.A desclasificados alertan de esa ambición.
Sin embargo, este no era ni mucho menos el único objetivo. “A su vez, esta tecnología daría un espaldarazo muy importante a la situación geoestratégica de la dictadura franquista en Europa, pues sería el único país con armas nucleares -detrás de Francia- en el continente», añade Lesta.
Independientemente del objetivo, lo cierto es que todas las altas cúpulas del gobierno español pronto comenzaron las investigaciones para dar forma a su sueño atómico, un deseo que, de haberse alcanzado, podría haberse convertido en una pesadilla para millones de personas.
España quería permitirse 'subirse al carro' tecnológico de los dos grandes.
Marruecos apetecía algunos territorios españoles de Africa -algo que se pudo corroborar en la Marcha Verde de 1975. Sin duda, para Franco sería importante disponer de una bomba atómica para ejercer una gran presión real sobre su enemigo marroquí -y, por extensión, sobre todo el Magreb-, teniendo muy en cuenta al Sahara que, no por casualidad, era donde debía probarse la primera detonación experimental», finalizan los expertos.
En Europa no todos aprobaban el régimen totalitario... aunque Franco era el único dictador fascista vivo de la terna totalitaria que en los años 30 y 40 había regido España, Italia y Alemania. Y que estaba lamentablemente semiolvidada.
«En julio de 1955 España firmó con los Estados Unidos un acuerdo de cooperación nuclear al amparo del programa de Átomos para la paz del general Eisenhower. Estas ayudas permitieron que el 27 de diciembre de 1958 el general Franco, acompañado de Carrero Blanco, inaugurara el Centro Nacional de Energía Nuclear Juan Vigón en las instalaciones construidas en la Ciudad Universitaria de Madrid», determina el escritor José Luis Hernández Garvi en su libro “Episodios ocultos del franquismo”.
Tras la inyección de capital, Carrero Blanco ya sólo necesitaba de material científico para que comenzara el proyecto, pues los primeros informes indicaban que España poseía el resto de medios para la fabricación de la bomba. «Nuestro país tenía un informe elaborado, ya en la década de los cincuenta, sobre la viabilidad. En dicho informe el único aspecto negativo era el combustible necesario para la bomba», añade Lesta.
Francia añade el combustible.
El rompecabezas iba tomando forma. Con el capital, la tecnología y los conocimientos, Franco ya sólo necesitaba poder crear el combustible, el cual se elaboraba a base de plutonio. No obstante, la suerte quiso que la vecina Francia, que ya se había convertido también en una potencia nuclear, se ofreciera a ceder a España una central nuclear en la que poder fabricar el elemento que faltaba. En 1963 comenzó a moverse la maquinaria estatal para ponderar las posibilidades reales de crear la bomba atómica española. Los primeros resultados fueron mediocres y sólo los descuidos norteamericanos permitieron que el país fuese descubriendo algunos mecanismos básicos.
Así, a finales de los 60, Franco sabía secretamente que la opción del armamento nuclear era una realidad salvo por un pequeño cabo suelto. «España carecía de un elemento clave, y no se trataba del material fisible, ya que incluso en ese sentido “podíamos autoabastecernos de uranio procedente de nuestras minas -somos el segundo europeo país con reservas naturales de Uranio”, según el Almirante Carrero Blanco.
«Se trataba de una planta de grafito-gas que no necesitaba enriquecer el uranio para su funcionamiento y de cuyos residuos se podía obtener un producto de alto valor militar: el plutonio (…). La central de Vandellós I se inauguró tras un acuerdo de colaboración firmado entre Carrero Blanco y De Gaulle», destaca por su parte Garvi en el texto.
Muy astutamente Franco nunca firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP). Era su as en la manga junto con la sabiduría del militar José María Otero Navascués, que igual que había avanzado espectacularmente en el campo de la oftalmología ayudaba también a impulsar la creación de la bomba atómica. Hubo que esperar hasta 1967 para que se confirmasen el deseo de Franco a través de un informe: España, y más concretamente Soria, podrían producir armas nucleares a medio plazo.
Cuatro años después un nuevo documento secreto ratificaba esta aseveración. Soria podría desarrollar una bomba viable en un período de tiempo relativamente corto. El desierto del Sáhara, entonces parte de él perteneciente a España, podría ser el campo de pruebas idóneo. La población de Sahara Occidental quedó abandonada a su propia miseria, atrapada entre Marruecos y las promesas incumplidas de la ONU y de España. El precio, 8.700 millones de aquellas pesetas, daba una idea de las dimensiones del proyecto. Por entonces, un piso de tres habitaciones bajaba fácilmente del millón.
Sí. Se puede decir que en 1967 España se encontraba en una cuenta atrás para la elaboración, no sólo de una bomba atómica, sino la fabricación en serie de armamento nuclear.
Motivos por los que Franco tratara de coseguir su bomba atómica hay mil .Bastaría con elegir uno, para calificarle
Siete bombas al año
Poco a poco los trabajos en España avanzaban sobre el papel, y los norteamericanos empezaban a tener miedo como prueba un informe norteamericano en el que se ratificaba el 'peligro' que suponía que España se uniese al club de las potencias atómicas si creaba instalaciones en Soria. El informe no apareció en la escena internacional hasta 1977, pero algo ya se 'olía' en Soria.
Ya en 1971, y sólo en teoría, la planta de Lubia iba a ser capaz de fabricar siete cargas anuales de uranio para dotar a otras tantas bombas con 20 kilos de este elemento.
Y en abril de 1975 se anunció a través de la prensa que "se está intensificando, con éxito, la búsqueda de uranio en la provincia de Soria". Algo se iba filtrando.
La fiebre atómica no se refería sólo a las bombas. Un ejemplo fue la noticia de Soria Hogar y Pueblo, antes de que se conociese la información en EE UU., Diario de Soria / El Mundo, del 11 de enero de 1976 decía textualmente que "el segundo centro de energía nuclear será instalado en la provincia". Ese era el titular de la información. El coste de este proyecto iba a ser de "4.300 millones de pesetas", aunque a Soria se le ocultó totalmente que estas instalaciones fueran a ser para fines nada pacíficos. El propio presidente Arias Navarro, dio luz verde a su creación antes de que transcurriesen unos meses desde la muerte de Franco.
El 'Cinso' que nunca nació
Fue entonces cuando más cuerpo tomó el Centro de Investigación Nuclear de Soria (Cinso). Para muchos, iba a ser el JEN II, un lugar pacífico en el que ahondar en una tecnología que marcaba el futuro. Otros creyeron que pronto llegaría una central nuclear como tal, algo que coleó en la sociedad local durante años. Franco, en sus últimos días, había dado luz verde al proyecto pero el futuro se mostraba lleno de interrogantes tras su muerte. ¿le sucedería el ‘búnker’ de Carrero en el poder? O ¿España se abriría a la comunidad internacional de forma definitiva y firmaría el TNP? ¿La guerra fría proseguiría? ¿Merecía la pena una inversión de tal calado? ¿ Surtirían efecto las presiones de Estados Unidos para que se paralizase el proyecto?
Los ciudadanos pacifistas daban su propia respuesta. Almazán fue una de las localidades más combativas y a finales de 1976 varios balcones de la villa lucían cartelones de "Soria nuclear no". El 14 de agosto de 1977 los medios de Madrid daban cuenta de una manifestación con "2.000 sorianos" en oposición al proyecto nuclear en la provincia.
El proyecto comenzó entonces a dar vaivenes de todo tipo. Desde el Gobierno ni se confirmaba ni se desmentía el interés español en contar con la famosa bomba H, la que cambió la II Guerra Mundial y el objeto de deseo de entrar en la guerra fría.
España, preparada para crear bombas nucleares
«Quizá sorprenderá a mucha gente el saber que España en la década de los sesenta disponía de los científicos -tanto teóricos, como ingenieros experimentales- para fabricar el artefacto. Por otra parte, también disponíamos, gracias a los franceses, de las centrales nucleares para la fabricación de Plutonio militar –el cual podía ser creado en una cantidad de casi doscientos kilos al año-. Esta cantidad era más que suficiente para la elaboración en serie de un stock nuclear moderado y, con ello, comenzar una carrera armamentística», añade por su parte Lesta.
Las instalaciones 'sospechosas' no estaban accesibles para los observadores internacionales y la Casa Blanca comenzaba a impacientarse. Curiosamente España accedió a que se revisaran continuamente sus instalaciones «sospechosas» en febrero de 1981.
Parece que la opción de que España pudiera alcanzar la bomba atómica seguía sin gustar demasiado al resto de las potencias mundiales, era lo que había. «A pesar del secretismo que rodeaba al proyecto, los progresos que España estaba realizando en instalaciones y tecnología nuclear de doble uso, civil y militar, no pasaron desapercibidos para los Estados Unidos», determina Garvi en el texto.
Un informe de la CIA, desclasificado en 2008 a petición del Archivo Nacional de Seguridad de la Universidad George Washington indicaba que, el Gobierno de Franco había venido proyectando el desarrollo de un pequeño arsenal nuclear para reforzar su posición internacional, con ánimo de exhibir su músculo militar a Gran Bretaña, por la cuestión de Gibraltar y al soberano de Marruecos, Hasán II, por Ceuta, Melilla y el Sáhara. En el mismo, se señalaba la probabilidad de un nuevo enemigo, “impredecible”: la nueva y descolonizada Argelia, de la que se temía, pudiese pactar con Rabat.
La CIA estimaba que los datos son materia suficiente para incorporar a España en el grupo de “países peligrosos”, junto a Brasil, Irán, Corea del Sur (probablemente se trataba de un error y la autora del artículo se refiere a Corea del Norte – Pakistán y Egipto. El informe estimaba que este grupo indisciplinado de países, necesitarían “diez años para desarrollar su programa nuclear“. El verdadero “peligro” de estos países, radicaba exactamente, según la Inteligentsia norteamericana, en que “alguno de ellos podría detonar un ingenio experimental antes de ese tiempo, quizás considerablemente antes, adquiriendo material u obteniendo ayuda extranjera“. Ayuda que, al parecer De Gaulle estaba dispuesto a ofrecer a España.
El recelo hizo que Estados Unidos enviara a uno de sus emisarios, nada menos que a su Secretario de Estado, Henry Kissinger, a visitar personalmente a los más importantes personajes españoles.
Kissinger llegó a Madrid el 18 de diciembre de 1973. La Embajada americana de la calle Serrano estaba vigilada por varios agentes de la CIA desde semanas antes. «Antes de entrevistarse con Carrero Kissinger estuvo con Franco y el príncipe Juan Carlos de Borbón. Y este estaba apalabrado semioficialmente como sucesor del Caudillo, cuando éste desapareciese. Aunque a Kissinger le pareció que Franco se consideraba eterno y así se expresaba. El 19 de diciembre, le tocó el turno al almirante Carrero Blanco, con el que mantuvo Henry Kissinger, “la charla más prolongada y “fuerte” que tuvo en nuestro país -varias horas de dialogo“, afirma Lesta.
«El contenido de la discusión o la disputa, por supuesto no mero dialogo, es aún secreto de estado en gran parte. Sabemos que la conversación con Kissinger subió de tono cuando tocaron el potencial nuclear que tenía España, y la negativa del Almirante a reconocer nada al principio y luego de discutir el Tratado TNP. Después, Carrero aseguró sentirse seriamente amenazado por los norteamericanos», determina el experto. La entrevista con Carrero duró más de seis horas. ¿Cumbre borrascosa?.
Según decimos, esta conversación fue, cuanto menos, poco amable, afirma Lesta: «Carrero le comentó a Kissinger su pretensión de convertir a España en un país "importante" gracias a la baza nuclear, a lo que Kissinger contestó: "Sí pero es que cuando España se vuelve importante, se vuelve peligrosa". Extrañamente, y como añade el escritor, «Carrero saltaba por los aires menos de 24 horas después, y a tan sólo escasos 400 metros de la embajada de EE.UU.».
Los servicios de inteligencia de la Embajada también pudieron detectar todo lo que ocurrió en la calle Claudio Coello –donde el Dodge Dart del almirante subió a los cielos para caer en patio de un colegio de los Jesuitas.–, porque incluso pudo acortar la visita del propio Kissinger, que estuvo sólo dos días en España...
El caso es que Laureano López Rodó reflexiona en voz alta para decir que "Kissinger estuvo un día antes, exactamente 23 horas antes, con el almirante Carrero y residió en la Embajada norteamericana
“El asesinato de Carrero, junto con un asalto a las organizaciones nucleares e instalaciones de Torrejón, debió frenar de inmediato el proyecto nuclear español. En cualquier caso, siempre me pareció significativa la desaparición en el stock de la base aérea de Torrejón de varias minas antitanque de alta tecnología -controladas inalámbricamente y con sensores acústicos-. Un material que había llegado fletado desde la base de Fort Bliss -Texas- antes de la voladura de Carrero por los aires el día 20 de diciembre”, finaliza Lesta, aunque el material explosivo más poderoso, según muchos periodistas franceses, procedía de París y consistía en varios obuses antitanque”- según fuentes francesas.
Tal y como puede verse en la documentación desclasificada por la CIA y que estos días publicó el diario El Español, ese mismo 20 de diciembre la agencia de Inteligencia de Estados Unidos elaboró un memorándum de carácter secreto sobre "la muerte de Carrero Blanco". En este segundo documento, los agentes norteamericanos seguían hablando de las causas de la muerte, pero ya aportaban más información que apuntaba con razones contundentes a la segunda hipótesis que luego resultó real.
Finalización del proyecto
Tras la muerte de Carrero y, posteriormente, la de Franco, el proyecto se estancó del todo. Así, finalmente y después de varios avances en este ámbito, Estados Unidos consiguió su objetivo y, en 1987, la cúpula de exteriores de Felipe González mantuvo una serie de reuniones con el establishment americano para firmar definitivamente el TNP -Tratado de No Proliferación nuclear-, lo que zanjó el asunto para siempre.
Al concluir todo. La prometida central nuclear de Lubia pasó a ser "un centro de experiencias" según recogió el periódico Soria Hogar y Pueblo. Y con ello, el sueño -o pesadilla- atómica de España terminó en la nada. Y Lubia comenzó a desaparecer de los mapas estratégicos de EE.UU. que el Ceder comenzó entonces su andadura con la pertinente inauguración oficial. Hoy las energías que investiga el centro son mucho más limpias y pacíficas.. Pero eso es otra historia, o más bien, un sorprendente final feliz para el último objetivo militar de Franco: que de Soria saliese su arma más mortífera para entrar en la carrera nuclear y para colocar en España las centrales nucleares conocidas, incluida Santa María de Garoña, contra la cual luchan principalmente los vascos, hoy con toda razón.