Nadie llega a este mundo conociendo de antemano el aburrimiento. Durante la niñez, un gusanito es motivo de maravilloso descubrimiento, y una fruta madura y dulce es toda una experiencia de delicioso sabor. Mas, en algún momento del transito a la madurez se pierde la motivación, pero no porque se esté mas preparado para la vida y con eso sea necesario ser mas melancólico, sino porque se cree, equivocadamente algo sin importancia.

La real motivación de la persona adulta no es la pasión del adolescente por todas las cosas nuevas, ya sea un sonido, un aroma o una flor en primavera, sino la madurez de esa chispa que se trae al nacer, ya templado y hecho por el conocimiento, el buen juicio y el entusiasmo.

El origen de la motivación es el conocimiento, ya que si se aprende algo se vuelve a la niñez en relación con lo aprendido, pero al mismo tiempo esto es igual que aceptar la ignorancia en que se estaba con respecto a ella. Y el juego libre de las experiencias alimenta la motivación. Muchas veces, por ejemplo, se usa la vista como vehículo para conocer, pero en pocas oportunidades se usa como una fuente para disfrutar las sensaciones visuales.

Cuando se busca el origen de una fuente de sensación como el sonido de un grillo, y se descubre, se continúa paseando sonriendo, con un singular sentimiento de satisfacción, por haber encontrado en la mente que se tenia la facultad de sentir y percibir el mundo circundante. Entonces se comprende que la motivación es, por lo menos una parte de ella, una sensación consciente, el darse la vuelta a ver, en vez de retrotraerse en si mismo como un caracol asustado. Sin la motivación somos igual que ciegos o sordos, y solo a pedazos sabemos del mundo en que estamos.

La inclinación a darse por vencido en bastante grande, y es ese, mas que nada, el instante de agarrar la motivación que se lleva por dentro

Es muy difícil estar entusiasmado si no se tiene un objetivo en donde fijar la atención.

En algún momento de la vida de la mayoría de las personas llega un instante en que sus objetivos empiezan a no ser muy claros y la clásica motivación se esfuma, y lo que se va es un poco del interés del hombre por la vida. Este decaimiento del deseo de la motivación se puede presentar en cualquier momento, por algún problema, o de a poco, por el desgaste de la existencia diaria. Pero puede seguir viva aun si la persona se ve desplazada de un puesto desempeñado durante mucho tiempo, o el día en que se encuentra con que se tienen tantos años y no se ha logrado ni un cuarto de lo que se había propuesto y proyectado.

La inclinación a darse por vencido en bastante grande, y es ese, mas que nada, el instante de agarrar la motivación que se lleva por dentro. Los sentimientos son algo flojos y no desean ser importunados, pero en esto hay un hilo bastante duro que no se oxida, se tensa y estira, pero al soltarse inyecta entusiasmo. La comprensión todo lo salva.

No existe receta mágica para estar envueltos siempre con el goce de estar vivos. Aparece con la disposición al descubrir el camino propio, y ciertamente la motivación es esa misma disposición anímica. En ciertas oportunidades condiciona a aceptar las situaciones tal como son, en otras a tomar la decisión a modificarlas.

Entre pensar el rehacer la existencia de nuevo y el querer aislarse de ella existe un punto central que posibilita actuar a una sabia y madura motivación. Esta fuerza interna se transforma en un arte, y en ese momento desaparece la desesperación por conocer cual es el sentido de la vida, ya que se le da sentido con la sola existencia.

Es muy difícil estar entusiasmado si no se tiene un objetivo en donde fijar la atención