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La revolución neomarxista

26/03/2015 13:30 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Por Agustín Lagé *

Marzo 23 de 2015

Fuente: La v oz

Si la década de 1990 fue, según la terminología impuesta y comúnmente utilizada, la de la "revolución neoliberal" que embistió contra el Estado de bienestar, sería dable caracterizar el período que va desde el cierre de aquella década hasta nuestros días como la era de la "revolución neomarxista", que se manifestó a través de los experimentos populistas latinoamericanos. No en vano, estos se autodenominan "socialismos del siglo 21".

Habrá quienes arguyan que es demasiado exagerado tachar de "revolución" estos momentos históricos. En efecto, la idea de "revolución" ha sido acompañada, en el marco del imaginario colectivo, por la noción de un quiebre institucional con arreglo al uso de la violencia. Son los restos que quedan en el subconsciente colectivo de las teorías revolucionarias del marxismo-leninismo y de las prácticas revolucionarias de las décadas de 1960 y 1970. image Antonio Gramsci (1891-1937) Pero la revolución no tiene por qué ser violenta ni súbita. La revolución puede también ser lenta e inadvertida. Ello lo mostró Antonio ?Gramsci, desde la izquierda, en sus Cuadernos de la cárcel, y Plinio Correa de Oliveira, desde la derecha, en Revolución y contrarrevolución y en Diálogo: trasbordo ideológico inadvertido. Por revolución, no deberíamos entender mucho más que un cambio significativo en la configuración estructural y supraestructural del orden social, para utilizar terminología propia del marxismo; es decir, profundos cambios económicos, pero también políticos, jurídicos, ideológicos y, en resumen, culturales. Teoría y práctica Nadie podría negar, en efecto, que el neomarxismo introdujo cambios de fondo en todas las dimensiones destacadas. El "neomarxismo" se despojó de las teorías clasistas tradicionales, a las que sustituyó por nuevas "posiciones de sujeto" que no están definidas por la variable económica (y, por tanto, no se las puede interpretar en términos de clase). Se resignó respecto de encontrar un "sentido" a la marcha de la historia. Abandonó el materialismo propio de lo que se denominó "marxismo vulgar" y otorgó, al contrario, gran importancia a las variables superestructurales. Así, llevó a cabo su revolución sin necesidad de "combatir al capital" a través de la lucha armada, como otrora. Ernesto Laclau (1935-2014) Uno de sus máximos teóricos no fue otro que Ernesto Laclau, principalmente en Hegemonía y estrategia socialista. Definir el contenido de esta revolución de forma exhaustiva llevaría mucho más que una columna. No obstante, aquí mencionaré los principales puntos. En términos estructurales, la revolución neomarxista decidió alterar el postulado básico del marxismo clásico referido a la colectivización de los medios de producción. En su lugar, ha exacerbado la colectivización de la producción misma. Ha aprendido, con la experiencia soviética, que la abolición total de la propiedad privada conduce de manera indefectible a la destrucción económica (la escuela austríaca de economía ya demostró de modo acabado que el cálculo económico es imposible allí donde no hay propiedad privada). Luego, de lo que se trata es de permitir el mínimo grado posible de propiedad y, el resto, colectivizarlo desde el Estado. Los países latinoamericanos que han sido sumergidos en esta revolución no por casualidad soportan las mayores cargas tributarias y consuman los más desfachatados procesos de estatización. Salvando las distancias, tanto el marxismo como el neomarxismo experimentaron en sus primeros momentos un agigantamiento de la "torta" que se disponían a repartir. En el caso del primero, la súbita e inmensa incorporación del factor de la producción "trabajo" al sistema productivo soviético le generó un ensanchamiento que con el tiempo iría decayendo de modo estrepitoso hasta implosionar. En el caso del neomarxismo, las condiciones económicas del comercio internacional le brindaron un contexto favorable que aquel desperdició por completo, y ahora la ineficiencia del sistema queda expuesta (inflación, recesión y desempleo). Tres dimensiones En términos superestructurales, debemos contemplar al menos tres dimensiones: jurídica, política y cultural. Respecto de la primera, ha prevalecido una teoría de la justicia que anula la responsabilidad individual en dos terrenos cruciales: el económico y el criminológico. En efecto, se ha instalado en la opinión pública la idea de que algunos deben pagar por el fracaso económico de otros, sencillamente porque estos no tendrían que ver con su suerte sino que estarían determinados por "las condicionantes de una sociedad capitalista intrínsecamente injusta". Lo mismo se dirá en el terreno criminológico: el delincuente que asesina por un par de zapatillas no eligió apretar el gatillo, sino que fue obligado a hacerlo por "la sociedad que lo puso en esa posición", incluido aquel desdichado al que la bala le atravesó la cabeza pero que es convertido, de un segundo a otro, de víctima en victimario. No es de extrañar, desde estas teorías que invierten el sentido original de la justicia (dar a cada uno lo suyo), que las sociedades latinoamericanas que cayeron bajo la revolución neomarxista sean aquellas que presentan en la región las mayores tasas de homicidio (Venezuela), robos (Argentina), y que sean al mismo tiempo aquellas donde la cultura del trabajo mayormente se ha perdido. image Chantal Mouffe Respecto de la dimensión política, la revolución neomarxista instala la lógica del populismo disfrazada de "democracia radical", como gustaban llamarla Ernesto Laclau y Chantal Mouffe. En concreto, la idea de democracia como un medio para la libertad individual y la igualdad ante la ley (únicas definiciones de libertad e igualdad que permiten una concepción plural y abierta de la idea de "pueblo") ha dado paso a una idea de democracia como camino hacia la igualdad material. El igualador, desde la lógica populista, es el caudillo que logra interpretar, casi de manera mística, los deseos de un "pueblo" que, al no incluir a toda la ciudadanía sino a los designados como "pueblo" por el caudillo, se vuelve excluyente y totalitario (pues busca totalizar la parcialidad, como admite el propio Laclau). Por último, la dimensión cultural de la revolución neomarxista puede ser resumida en los siguientes puntos: cultura del facilismo; cultura del subsidio; igualitarismo moral; igualitarismo cultural; destrucción de la familia como núcleo básico de la sociedad; veneración de lo vulgar disfrazado de "popular", etcétera. La era del neomarxismo parece estar decayendo de a poco por el efecto de su propio peso. La pregunta que queda abierta es: ¿contrarrevolución o reformismo? *Director del Centro de Estudios Libre


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