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Estamos acostumbrados a tener una idea muy distorsionada del lenguaje y la mente. Eso porque perdimos a conexión con la historia de nuestra disciplina, adoptando una perspectiva demasiado eurocéntrica
Desde los principios de mis estudios de licenciatura, en 2008, siempre he estudiado los fenómenos lingüísticos de una perspectiva cognitiva/construccional, convencido de que este marco teórico sería el mejor para explicarlos. A lo largo de los años, me esforcé mucho para conseguir un conocimiento amplio y profundo de este paradigma, aplicando sus nociones a mis casos de estudio, con mucha ilusión. Sin embargo, como me acercaba a concluir mi doctorado, algo había cambiado. Había comenzado a notar incoherencias en el framework e a cuestionar muchas asunciones que antes tenía asumidas. Por consiguiente, empecé a explorar teorías y paradigmas diferentes. De todas formas, ningún marco teórico me parecía convincente. Sin embargo, un día leí un artículo del lingüista finlandés Esa Itkonen, titulado “On explanation in linguistics”, que al principio afirma explícitamente: “[…] Aquí resistí o impulso utópico tan común entre os representativos de la lingüística teórica: se cree que el presente está lleno de promesas que se redimirán en un futuro próximo. En mi opinión, es verdad el contrario. Si el momento presente se experiencia como insatisfactorio, lo es en relación con el pasado y no con el futuro. ¿Está justificado este punto de vista? Sin duda, nadie que ignore la historia de la lingüística tiene la competencia para contestar esta pregunta.”
Eso me abrí los ojos.
¿Qué sabía realmente yo de la historia de mi disciplina? Muy poco, tuve que admitir. Como estudiante, nunca tuve la oportunidad de cursar historia de la lingüística y, cuando en los cursos se mencionaba el pasado, siempre se hacía de forma bastante casual (e normalmente esas menciones se limitaban a de Saussure o, a lo mejor, Franz Boas). La opinión común era que, después de la publicación del libro de Chomsky “Syntactic Structures”, la gramática generativa había substituido la lingüística estructural como paradigma dominante y, más tarde, había emergido alguna competencia. El impacto de la lingüística chomskiana fue tan fuerte que algunos eruditos exageradamente entusiastas llegaron a afirmar que se descubrió más sobre el lenguaje en los años ochenta que en los 2500 años anteriores (¿eh?). Los partidarios de tradiciones rivales al generativismo como la gramatica de construcciones, la tipología funcional y la sociolingüística, generalmente mantuvieron la misma actitud hacia la lingüística estructural y pre-estructural.
Después de leer el artículo de Itkonen, me volví cada vez más curioso y decidí seguir leyendo sus libros y las fuentes mencionadas en ellos, llegando a conocer eruditos como, por ejemplo, Eugen Coşeriu y Raimo Anttila. Estos autores comparten un gran conocimiento de la historia de la lingüística, además de conocer la filosofía y la lógica, la literatura, las lenguas clásicas, etc. Leer estos textos me convenció a buscar más fuentes, tanto primarias como secundarias. En particular, dirigí mi atención hacia la lingüística estructural (sobre todo americana), pero también exploré en profundidad la lingüística que se practicaba en la antigüedad y no solamente en Europa, sino también en India, China y el mundo árabe. Llegar a conocer la lingüística del pasado fue una experiencia extraordinaria, que me ayudó mucho a entender el nivel de confusión que tenemos en lo que concierne la lingüística, por lo menos en el mundo occidental.
Sería oportuno enseñar la lingüística desde una perspectiva menos centrada en el occidente y más inclusiva
En efecto, tendemos a pensar que los enfoques teóricos más recientes substituyen los anteriores como consecuencia de su mayor mérito científico, y que este cambio tiende a ser relativamente rápido y. Esto no es para nada acertado, como a nos tienen advertidos historiógrafos de la lingüística como, por ejemplo, Dell H. Hymes o E.F.K. Koerner. Más importante aún, conocer el pasado de la disciplina es necesario para darse cuenta de los muchos rasgos que las teorías lingüísticas contemporáneas comparten con las prácticas del pasado. Por estas razones, sería muy importante enseñar la historia de la lingüística a los estudiantes de licenciatura, aunque ellos puedan a menudo encontrar dificultades en entenderla o, en el peor escenario posible, considerarla un malgasto de tiempo (pero no debería ser demasiado difícil para el profesor ayudarles a cambiar idea). Más importante aún, sería preciso especificar que los “cambios de paradigma” que se observan en la historia de la lingüística occidental no se verificaron en la historia de la lingüística en India, donde la práctica de la gramática aún se basa en el Aṣṭādhyāyī de Pāṇini (c. 400 a.C.), una gramática del sánscrito que sigue inalcanzada. La misma consideración sería relevante para o Al-kitāb fī an-naḥw de Sībawayhi (c. 760-790 d.C.) en los países arabófonos.
En consecuencia, sería oportuno enseñar la lingüística desde una perspectiva menos centrada en el occidente y más inclusiva. En efecto, mientras que el trabajo de Pāṇini, se menciona a menudo como un logro intelectual monumental, solamente los especialistas la conocen de verdad (y eso a pesar de la existencia de muchos estudios exegéticos, aunque a veces controvertidos). La importancia de esta gramática no se puede sobrestimar con sus 3, 959 reglas sintácticas, morfológicas e incluso semánticas, compuestas y transmitidas oralmente. Para encontrar gramáticas del mismo nivel en el mundo occidental, hubo que esperar el siglo XX. Como sugiere Itkonen en la conclusión de su libro “Universal history of linguistics”, esto no solamente cuestiona la supuesta “supremacía intelectual” del Occidente, sino también nos tendría que llevar a reconsiderar nuestras creencias sobre el potencial de la mente humana, que solamente vemos a través de las lentes de nuestras culturas. No es azar que hace siglos algunas sociedades en el Este del mundo desarrollaron una capacidad de entrar en contacto con los propios pensamientos y emociones: un logro que todavía a menudo se considera utopía en nuestro hipercinético mundo occidental. Por lo tanto, sería hora de olvidar nuestro egotismo y animarnos a explorar tanto otras tradiciones como nuestro propio pasado.
Sobre el autor:
Enrico Torre consiguió un Doctorado en Lingüística de la Universidad de Lancaster, Reino Unido (PhD, 2015). trabaja como becario de investigación en inglés en la Universidad de Génova (Italia). Sus intereses de investigación incluyen la lingüística inglesa, los idiomas románicos (en particular, el italiano, el castellano, el gallego y el portugués), las teorías del lenguaje y la historia y la filosofía de la lingüística.