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¿Para qué tanto alboroto? ..
La cuchipanda que armaron los oficialistas so pretexto del libro recién editado del cabecilla senderista es por lo menos sospechoso. Pero no son los únicos interesados en desviar la atención del ciudadano; están también los (seudo) “nacionalistas” y el patético “cholo sano y sagrado” quien quedó tirando cintura hasta ser ninguneado, como otras veces, pero en esta ocasión muy rápidamente.
Cada uno de los aludidos sabe perfectamente que el “libro” del “Zorba maoísta” no vale nada, no significa nada y no servirá ni para envolver pescado. Más aún, el haberlo editado es y será el harakiri para su autor, pues saca a flote la conciencia popular y la memoria se refresca: la tiranía del terror que trataron de imponer (y a veces lo lograron) muestra la herida abierta que los años y el tiempo escondieron, pero que aún sangra.
Nada mejor que el propio rey del terror para auto-evidenciarse como tal, “de puño y letra”. Nada mejor que asumir su papel protagónico en la desgracia nacional de los ochenta y noventa para que los demás, especialmente los jóvenes, puedan conocer lo que hoy menosprecian o desvalorizan. Ahí está el autor firmando en público su crimen.
Nada mejor que el propio rey del terror para auto-evidenciarse como tal, “de puño y letra”. Nada mejor que asumir su papel protagónico en la desgracia nacional..
De modo que el susodicho libelo no hace más que servir a la sociedad en su afán de cuidarse las espaldas frente a la amenaza terrorista, siempre latente, siempre agazapada. Que los voceros políticos salgan a rasgarse las vestiduras en público tratando de establecer si es o no apología del terror, demuestra el oportunismo de estos para tratar de sacar provecho de lo que sea, dejando de lado el interés nacional.
Dejen que el libro de Abimael termine como el de Polay, ambos (uno más que otro, sin duda, pero de la misma calaña) apóstoles del terror que deberán purgar prisión el resto de sus vidas, conforme al tremendo daño que le hicieron a la sociedad peruana. Y que no venga a decir Valle Riestra que Polay no es terrorista sino guerrillero, antes de revisar los crímenes del MRTA. Y que don Armando mejor recoja aquél prólogo para esconderlo, tal como hizo con las argucias con las que le quitó el triunfo a su “compañero” Andrés Townsend Ezcurra, durante las elecciones internas del APRA para elegir candidato presidencial, en los años noventa.
La memoria colectiva debe prevalecer fresca en todos los aspectos pero, sobre todo, para identificar a los causantes del dolor y la vergüenza nacionales.