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Los luchadores contra la corrupción

17/06/2013 09:50 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

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Por Dante Bobadilla Ramírez

Fuente: Voz Liberal del Perú

La corrupción es parte de la política y de la propia sociedad en la mayor parte del mundo. Es un flagelo de la humanidad que siempre hay que estar combatiendo. En el Perú la corrupción política no es nueva. La República empieza con el fraude de los bonos de la independencia, sigue con el contrato Dreyfus, continua con los negociados de Henry Meigs y así una larga fila de escándalos hasta nuestros días. En el camino se hizo famosa la frase "roba pero hace obra" que se documenta desde principios del siglo pasado. Así que no podemos negar que la historia de la política peruana es, en parte, la historia de la corrupción.

Pero a estas alturas de nuestra historia hay una nueva especie de sabandijas que ha aparecido hace poco más de una década en la política peruana. Son los traficantes de la moral, sanguijuelas que usan una máscara ética y se disfrazan de luchadores contra la corrupción para hacer campaña alzando la espada de la moral. Son expertos en señalar a los corruptos, en condenarlos, acusarlos, juzgarlos una y otra vez hasta que el veredicto sea el que satisfaga a las muchedumbres histéricas. Pero mientras la atención pública está puesta en el circo de la justicia, el infame promotor del linchamiento aprovecha para cometer sus propios latrocinios sin que nadie se ocupe de él. No solo no se ocupan de él sino que, en pago por el circo y el gran negocio de la justicia, es encubierto por una casta de parásitos que medra en estas ejecuciones públicas.

Un vivo ejemplo de esta nueva especie de escoria humana es Alejandro Toledo. Vividor consuetudinario que logró treparse a la política luego de reptar por mil oficios y arrimarse a muchos personajes, hasta llegar a prestarse como agente de Vladimiro Montesinos. Su historia ya la hemos reseñado en un artículo anterior. Todos recordarán su repentina conversión de una campaña a otra cuando luego de alabar a Alberto Fujimori en el 2000 asegurando que él construiría el "segundo piso", de pronto en el 2001 se plegó al cargamontón antifujimorista. Aprovechó astutamente el momento para subirse al estrado y convertirse en el paladín de la lucha contra la corrupción.

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Sus actos de gobierno lo pintaron de cuerpo entero pues nunca mostró ni decoro ni vergüenza: se subió el sueldo astronómicamente, iniciaba su trabajo a las 10:30 de la mañana, llegaba dos horas tarde a todas las reuniones, viajaba ostentosamente y vacacionaba en Punta Sal con demasiada frecuencia. Convirtió el avión presidencial en "avión parrandero". El escándalo de sus francachelas y líos de faldas atravesó las paredes de Palacio de Gobierno causando las iras constantes de su esposa, quien en una ocasión "fugó" histérica a las Islas de Pascua. Mientras tanto, la imagen de "luchador contra la corrupción" de Toledo se concentró en la vil tarea de perseguir a una gran cantidad de personajes que trabajaron para el Estado peruano en el régimen de Fujimori, muchos de ellos inocentes y probos. La cacería del fujimorismo empezó temprano con la pronta Comisión de la Verdad y culminó solicitando a Chile la captura y extradición de Fujimori. Más allá de eso Toledo no hizo nada bueno. En su gestión solo hubo escándalos y dejó como herencia la plaga de caviares que hoy reina en el Perú, tales como el actual premier y otros ministros.

Lo que nadie sospechaba era que el campeón de la lucha anticorrupción abría cuentas en el exterior, asesorado por la "cosa nostra" judía que lo rodeaba y protegía. Hoy se descubre que el movimiento de cuentas ligadas a Toledo se inicia en tales fechas. El escándalo de corrupción lo salpica directamente en el cacharro. Pero ¡oh sorpresa! La casta de "luchadores contra la corrupción" que hoy gobierna ¡le brinda protección! Ollanta Humala es otro paladín de la lucha contra la corrupción que salió de la nada alzando sus banderas de la ética y la moral, mientras su hermanito menor ya volaba a Rusia a negociar por cuenta del Estado. Hasta hoy estamos en un punto muerto porque los dos paladines anticorrupción se protegen mutuamente. Pero el caso promete y será la ocasión para poner al descubierto a estos traficantes de la moral, farsantes de la ética y payasos del circo de la justicia que engordan a las ONGs caviares.

Los peruanos debemos ser conscientes del nuevo panorama: los corruptos han asumido el rol de traficantes de la moral. Estamos dominados por una casta caviar que ha monopolizado el rol anticorrupción y convertido la justicia un gran negociado, además de instrumento político. Son expertos en resucitar casos de los años 80 cuando se les antoja y les conviene, alargar los procesos judiciales el tiempo que les viene en gana, formar comisiones, nombrar fiscales, elaborar expedientes, acusaciones y montar psicosociales, pero siempre en una sola dirección. La caviarada ha convertido al fujimorismo en símbolo de la corrupción para que nadie se fije en los demás. No se ocupan, por ejemplo, en los exorbitantes gastos que la alcaldesa Villarán piensa malgastar en publicidad. Y por ahora, Alejandro Toledo está siendo cubierto por un descarado manto de impunidad. Todo esto deja en evidencia que los corruptos han asumido una nueva faceta: la de luchadores anticorrupción.


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