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Por Diego Alarcón Donayre
Es 21 de Diciembre y, según los mayas, hoy día acaba (¿o inicia?) una era. Sin embargo, aquí seguimos, igual de rutinarios y siguiendo con nuestras aburridas vidas. No hubo ni meteoritos, ni tsunamis, ni terremotos. No; al parecer, los mayas se equivocaron. O quizás no. Bueno, puede que haya acabado una era y empezado otra, y no lo hemos notado. No tenemos las virtudes de los mayas. Mala suerte.
Como el morbo es tan poderoso como los que lo producen, este tan publicitado mensaje catastrofista tuvo muchas consecuencias: emocionales, políticas y hasta económicas. Recuerdo cómo las personas compraban linternas, comida enlatada y agua, mucha agua, días antes del supuesto fin de los tiempos. Obviamente, el consumo se disparó. Estos indicadores, y sus causas, no hacen sino recordarme los artículos de algunos economistas keynesianos que imploraban, entre otras cosas, un poco de inflación –o apagar incendios con gasolina, que es lo mismo– y hasta una invasión alienígena para poder salir de la crisis. ¿Por qué? Básicamente, porque, para nuestros amigos keynesianos, la solución a la crisis es un poco de estímulo a la economía.
El keynesianismo ya ha sido bastante criticado y no me detendré a hacer una revisión de todos sus postulados. Pero supongamos que la idea de que la solución a la crisis es un poco de estímulo a la economía –dejemos de lado, no obstante, la idea de que con inflación podemos solucionar algo–. Luego, preguntémonos: ¿No es acaso esta apocalíptica profecía un medio para estimular la economía? En efecto, lo es. Si hasta empresas constructoras de bunkers se han constituido. Es cierto: un viejo calendario ha hecho más que los libros de Paul Krugman.
A diferencia, pues, de los matemáticos mensajes de los economistas keynesianos y de los rimbombantes proyectos que lanzan los políticos para plasmar las recomendaciones de los anteriores, el mensaje del fin de los tiempos es, obviamente, mucho más eficiente si lo que se quiere es mover la máquina del consumo. Los mayas, sin quererlo, lo han logrado: "estimularon" la economía. Curiosamente, ni las profecías mayas ni las teorías keynesianas han tenido efecto. Pero, eso sí, como la política es el mundo de lo posible, puede que los políticos sigan aplicando esas mismas recomendaciones.
No sé si algún día el sol nos destruya, o si, antes, algún otro fenónemo destruya el planeta . Lo que sí sé, sin embargo, es que la próxima vez que Paul Krugman escriba sobre cómo salvarnos de una nueva crisis, quizás encontremos alguna cita de las centurias de Nostradamus.