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Las mayorías silenciosas deben de estar representadas (actualizado)

15/05/2019 14:42 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

En la última convocatoria de Elecciones Generales en España (2019), casi 10.300.000 ciudadanos con derecho a voto, el 24, 3% del censo, decidieron no ejercerlo

En los países democráticos, en general, y en España, en particular, la tendencia de los últimos lustros viene siendo a una abstención creciente en las diferentes convocatorias electorales que tienen lugar, tanto si se trata de elecciones legislativas de ámbito nacional, como de las autonómicas o municipales.

En este sentido la siguiente fuente: https://actualidad.rt.com/sociedad/175020-10-paises-mundo-abstencion-voto indica:

“Cifras alarmantes de todo el mundo señalan que cada vez menos ciudadanos participan en las elecciones.” “Cabe destacar que en las últimas décadas la mayoría de los países experimentó un aumento de la abstención.”

Asimismo, en https://www.cronicapopular.es/2017/07/la-abstencion-en-los-sistemas-democraticos-europeos-francia-ultimo-peldano/ se afirma:

”Ciertamente, no podemos decir que todos los sistemas electorales son iguales en Europa pero sí que existe un cierto cansancio en la ciudadanía y que el signo más llamativo de todos es la apatía que generan las elecciones legislativas.”

También, https://es.wikipedia.org/wiki/Participaci%C3%B3n_electoral aporta:

“Tras varias décadas de incremento, se ha producido una tendencia decreciente del porcentaje de participación en las democracias más consolidadas desde la década de 1960. En general, la baja participación puede deberse al desencanto, la apatía o la satisfacción. A menudo se considera que la baja participación no es deseable y se ha producido un amplio debate respecto de los factores que afectan a la participación y sobre cómo incrementarla. A pesar de la significativa cantidad de estudios sobre el asunto, los estudiosos están divididos en cuanto a las razones del declive. Su causa se ha atribuido a una amplia gama de factores económicos, demográficos, culturales, tecnológicos, e institucionales.”

Sobre las razones de este fenómeno  Fredy Barrero, vicedecano de la Escuela de Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Sergio Arboleda, Colombia, afirma: "Desde hace décadas se viene hablando de una crisis de la representación política, que tiene como señales un alto grado de desafección por parte de los ciudadanos hacia los partidos. Dicha desafección tiende a estar asociada a que la democracia no ha cumplido en aquellos temas que buscarían mejorar su bienestar". (https://actualidad.rt.com/sociedad/175020-10-paises-mundo-abstencion-voto)

A esto se suma, según Salvador Romero, director del Centro de Asesoría y Promoción Electoral del Instituto Interamericano de Derechos Humanos "un desinterés juvenil que probablemente excede la habitual menor participación de los segmentos jóvenes y que anticipa probablemente generaciones menos participativas [...]". (https://actualidad.rt.com/sociedad/175020-10-paises-mundo-abstencion-voto)

En cualquier caso, la abstención electoral es un fenómeno amenazante para la sostenibilidad de la democracia, porque indica la desilusión del pueblo por la representación política.

En nuestro país las cifras de abstención en las convocatorias electorales al Congreso de los Diputados desde la Transición han sido, de acuerdo con la publicación “Las Elecciones Generales en España 1977-2016 Publicación realizada por el Gabinete de Estudios Electorales, Unidad de Apoyo de la Dirección General de Política Interior, Secretaría General Técnica del Ministerio del Interior” de diciembre de 2017, las siguientes:

1977: 21, 2%; 1979: 32, 0%; 1982: 20, 0%; 1986: 29, 5%; 1989: 30, 3%; 1993: 23, 6%; 1996: 22, 6%; 2000: 31, 3%; 2004: 24, 3%; 2008: 26, 2%; 2011: 31, 1%; 2015: 30, 3% y 2016: 33, 5%.

Como se puede ver, en los últimos años la participación no ha alcanzado niveles tan elevados como los de 1977 y 1982, ni tampoco como los altos niveles de movilización de las elecciones celebradas en los años 90. De hecho, en las cuatro décadas trascurridas desde las primeras elecciones democráticas, la participación en España ha seguido una tendencia descendente, tendencia que se ha acentuado especialmente en las penúltimas tres elecciones generales, ninguna de las cuales ha alcanzado una participación del 70%. Hay que restar, además, del orden de dos puntos de participación por los votos en blanco y nulos.

Los datos estadísticos de las elecciones generales desde 1977 ponen de manifiesto un aumento de la abstención de 13, 5 puntos en el periodo, unos dos tercios de incremento sobre la abstención mínima, alcanzada en 1982. Es revelador que este registro se alcanzó en las primeras elecciones generales celebradas tras el frustrado golpe de estado del 23F.

También en nuestro país esa tendencia hace patente un desinterés creciente de los ciudadanos en relación con su representación en los órganos correspondientes. Los políticos deberían de preguntarse a que se debe esa falta de sintonía entre ellos y el pueblo al que dicen representar y servir. En las últimas elecciones generales celebradas el 28 de abril de 2019 la abstención ha sido del 24, 25%, recuperando el nivel de 2004, pero dejando el balance negativo de más de diez millones y cuarto (10.250.000) de ciudadanos con derecho a voto que no lo han ejercido.

Podría ser que los ciudadanos perciben que los intereses de los políticos no coinciden con los suyos y que los sonoros rifirrafes que se organizan entre ellos (los políticos) en las sesiones de las diferentes cámaras, sobre todo cuando éstas sesiones son televisadas, ponen de manifiesto que, en efecto, el interés de los políticos no reside en resolver los problemas que agobian a los ciudadanos, sino en mantener sus puestos en las instituciones que, al fin y al cabo, constituyen su propio modus vivendi.

Vemos así encendidos debates sobre algunos aspectos de naturaleza muy mediática pero absolutamente irrelevantes respecto a los verdaderos problemas que acucian a los ciudadanos, como la disminución de la tasa de paro, el acceso a una vivienda digna, la calidad de la sanidad o la educación y la mejora de las condiciones de trabajo de la inmensa mayoría de la población, por no hablar del escándalo de la desigualdad creciente: menos ricos más ricos y más pobres más pobres y de los emolumentos que perciben los políticos que, además, son decididos por ellos mismos.

No parece razonable que se suponga que los votos en blanco, o los que no sean depositados, aceptan lo que decida la mayoría (que puede llegar a ser una minoría, en sentido estricto) de los que van a votar.

A este respecto es revelador lo que sugiere la situación en la provincia de Gerona en relación con las próximas elecciones municipales, según informa Daniel Tercero (Barcelona, 14/05/2019): “…habrá miles de votantes no independentistas en esa provincia cuya opinión no será tenida en cuenta”.

En efecto, según esa fuente, “la presión separatista impide a los constitucionalistas presentar sus listas, lo que se traduce en la imposibilidad fáctica de que los ciudadanos voten en las elecciones municipales a listas de los partidos constitucionalistas en gran parte de la provincia”.

En el caso de las actuales Cortes Generales españolas debería de haber 85 escaños vacíos correspondientes a los votos en blanco, nulos, o no depositados

De esta manera, “miles de votos de ciudadanos que quieren apostar por alguna de las cuatro grandes formaciones que defienden la Constitución se pierden, dejando un panorama sesgado y dando la sensación de que hay poblaciones en las que no existen personas no independentistas, o todos son partidarios de una sola idea política”.

“La situación de auténtica anomalía democrática hará que en 31 localidades no solo no habrá una lista de alguna de las formaciones que apuesta por la convivencia y la defensa de la Constitución sino que, en la práctica, no se celebrarán elecciones. En 16 municipios de Gerona sus habitantes solo podrán escoger una lista” [independentista].

Lo anterior es un argumento más, y de peso, a favor de que, si no hay una participación suficiente los votos en blanco, nulos, o no depositados deberían de contabilizarse en las Cámaras y dejar vacíos los asientos correspondientes.

Es decir, si en una determinada convocatoria electoral el porcentaje de votos válidos sobre el total del censo fuera, por ejemplo, el 64%, un 36% de los escaños deberían de quedar vacíos durante toda la legislatura.

Por ejemplo en el caso de las Cortes Generales españolas, que acogen a 350 diputados, con ese porcentaje de votos válidos, debería de haber 126 escaños vacíos, y para obtener mayoría absoluta una propuesta debería de conseguir 176 votos en sesión. En este caso no sería posible obtener mayoría cualificada 2/3 (233 votos), ya que sólo habría 224 diputados, pero sí una mayoría cualificada 3/5 (210 votos).

En el caso de los ayuntamientos de la provincia de Gerona que se han citado más arriba, los asientos vacíos recordarían a los ediles independentistas, en cada pleno, que un porcentaje significativo de sus conciudadanos, con casi total seguridad, no estarán de acuerdo con las decisiones que se adopten.

Con este modo de proceder se ahorraría el erario público no solo las subvenciones por esos votos, sino también los sueldos de esos representantes. Si por causa de esos asientos vacíos no puede haber mayorías parlamentarias, el mensaje es, con toda claridad, que el Pueblo no está de acuerdo con las propuestas de los representantes electos, que no representan a todos, puesto que una parte significativa de los votantes posibles ha preferido no votar a ninguno de ellos.

Lo anterior supone una plena aceptación por los ciudadanos de su responsabilidad como tales, en virtud de la cual se deben de sentir obligados a expresar con claridad su opinión en las urnas. Asimismo, la conciencia clara de que si no depositamos nuestro voto podría tener consecuencias de más calado que el hecho de votar a una determinada opción, debería de servir de estímulo adicional a los ciudadanos para ejercer su derecho al voto.

Por último, en el caso de que la opción elegida por los ciudadanos sea dejar una buena parte de los escaños vacíos, los políticos deben asumir también su responsabilidad por no ser capaces de convocar a los ciudadanos para que cumplan de forma eficaz con el deber fundamental para ellos en una democracia, que es el de expresar su opinión en las urnas para hacer posible el proceso de gobierno de la colectividad de acuerdo con el mandato explícito de los propios ciudadanos.

En esta línea, hay que reflexionar sobre si los votos en blanco, y ausentes no representan también la opinión de aquellos que han decidido no votar. Su voz también debería de ser tenida en cuenta y en las cámaras y las instituciones en las que los puestos están en relación con los votos obtenidos, deberían de dejarse los correspondientes escaños vacíos pues esa es la voluntad de una parte del pueblo.

No se diga que los que no votan se desentienden y, por eso, se considera justificado ignorar sus derechos.

En todo caso, el que no vota no deja de manifestar una opinión que debe de ser tenida en cuenta, de la misma forma que aunque no se vote no se está exento del pago de impuestos o no se es excluido del acceso a los servicios públicos.

La existencia de escaños vacíos correspondientes a los votos no emitidos, el conjunto de la abstención más los votos nulos y en blanco, sería saludable. En primer lugar, la gente quizá votaría más al saber que su decisión no es neutra, sino que tiene un efecto claro en la gobernabilidad del país.

En efecto, con más de un tercio de escaños vacíos, legislar puede ser más difícil y lograr mayorías cualificadas tal vez imposible. Eso indicaría con claridad que los políticos tienen que esforzarse mucho más para lograr que los ciudadanos se interesen por su trabajo y que si la abstención crece es que no están ofreciendo nada suficientemente atractivo.

El sistema actual es muy confortable para los políticos, y para los partidos que colocan a todos sus peones y cobran las subvenciones y los sueldos que corresponden a todos los escaños. Si los votos en blanco tuvieran sus asientos, todos los sueldos y subvenciones al voto de esos escaños se ahorrarían y podrían dedicarse a otras cosas parte, no han sido elegidos en la medida que ellos se atribuyen (y aprovechan).

En este sentido, en https://es.wikipedia.org/wiki/Participaci%C3%B3n_electoral, se analiza, como razón para no votar, que, en cualquier elección de gran tamaño, la probabilidad de que un solo voto afecte al resultado final es muy baja. Esto causa un problema a la perspectiva de la teoría de la elección racional, ya que parece que racionalmente un individuo debería no votar. Los estudios de teoría de juegos que toman en consideración la capacidad de los votantes para interactuar han demostrado también que la participación en elecciones de gran tamaño debería de ser cero.​

Sin embargo, una democracia no es realmente representativa si se ignora que una parte importante de los votantes no se han molestado en depositar su voto por qué no consideran que el mismo vaya a tener influencia real en sus vidas.

La abstención electoral es un fenómeno amenazante para la sostenibilidad de la democracia, porque indica la desilusión del pueblo por la representación política

 


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