Señoras y señores portavoces de todos los ministerios, compañeros:

Estamos en una situación de emergencia que hay que corregir al iniciarse el nuevo curso político.

Me tenéis muy triste y dolido: veo a Zaplana, con su aspecto de director de casino, saliendo todos los días en televisión, mientras que a nuestra ministra de Educación no la conoce nadie.

Quiero que llaméis a los periódicos y a las cadenas de radio y televisión y que le hagan muchas entrevistas. Que Millás escriba una hagiografía, un libro cariñoso sobre ella como ser humano, pero nada de asuntos de enseñanza.

Que no me la comprometan, porque después la atacan los curas y las derechas dirigidas por Federico Jiménez Losantos, y me la desmoronan.

Me han amargado las vacaciones de este verano los datos del Centro de Investigaciones Sociológicas, según los cuales la gente no sabe nada de diez de los dieciséis ministros. Y me dicen, ¡mecachis en diez!, que la de Educación, ni consta.

Estoy afligido porque después de poner tantas mujeres en los ministerios, quien compra Hola o Diez Minutos, que ve Salsa Rosa, y que conoce a todas las famosas del mundo, ni se entera de que tenemos unas ministras sumamente presentables ante cualquier cámara de televisión.

Conseguisteis sacarlas en Vogue, pero después se os agotaron las ideas y no se os ha ocurrido nada nuevo para presentarlas y mantenerlas deslumbrantes en prensa y televisión.

Y mientras, ¡recontras!, José Bono: con sus modos de patán, se está haciendo más popular que yo y voy a tener que destituirlo.

Así que, a trabajar y a hacer famosa a nuestra...shhh, ejem, a ver, ejem..., vicepresidenta Fernández de la Vega: ¿cómo se llama la ministra de Educación?.