¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Sursum Corda escriba una noticia?
Estamos acostumbrados a ver al hombre-sacerdote. ¿Estamos listos para aceptar mujeres en el ministerio ordenado?
Mujeres sacerdotes en la Iglesia Católica… todavía no nos es posible concebir la figura femenina confeccionando los sacramentos; nuestro paradigma es el de la mujer consagrada, con hábitos, que trata hacer de su vida diaria un testimonio constante de Cristo desde su carisma específico, respondiendo a una vocación, la cual le llevó a dejar todo para seguir, desde la perfección evangélica, al Buen Pastor.
Pero en el resto de la cristiandad, esta figura contrasta, por ejemplo, con la de otras mujeres…como la de Nerva Cot Aguilera, Epíscopa en la comunión Episcopaliana de Cuba. De 69 años de edad, la Reverenda Cot Aguilera fue maestra de educación primaria y secundaria, hasta que se dio la posibilidad de ordenarse y ascender a la dignidad episcopal; su familia tiene este abolengo religioso, su esposo es también sacerdote y su hija parece estar emulando los pasos de la madre al seguir la carrera eclesiástica en la confesión episcopaliana. A decir de la "obispa" la mujer otorga su ternura, comprensión, trabajo en equipo y la natural disposición de escucha como dones que pueden enriquecer el ministerio episcopal.
Desde la visión de nuestra conservadora y católica América Latina, saber que una cubana ejerce en el ministerio episcopal nos causa perplejidad precisamente por este ser latinoamericano en lo religioso. Estamos acostumbrados a ver al hombre-sacerdote, el que tiene potestad sobre la comunidad, el hombre de Dios quien es capaz de dispensar los misterios. No es raro ver los domingos, en cualquier celebración donde puedan servir mujeres como ministras extraordinarias de la eucaristía, cómo todavía muchos fieles hacen la fila más larga para que el hombre-sacerdote les entregue la comunión despreciando, en cierto sentido, el ministerio de los laicos.
Si bien es discutido el papel en la antigüedad de las mujeres como ministros, las comunidades protestantes han reconocido el papel fundamental de las féminas en la comunidad, no sólo a través de un testimonio de consagración, sino también de dirección y pastoreo. En Estados Unidos, a finales del siglo XIX, los presbiterianos ordenaron a sus primeras pastoras; en 1994, la Comunión Anglicana ordenó a 32 mujeres, apostando por un eventual cisma en la Iglesia de Inglaterra. En México, los nombres de Rebeca Montemayor, Pastora de la Iglesia Bautista y Graciela Álvarez, Epíscopa Metodista, entre otras muchas mujeres de comunidades pentecostales, han movido las conciencias de aquéllas que pugnan por una teología femenina y lograr, algún día, que la Iglesia Católica considere su ordenación ministerial.
Desde la visión de nuestra conservadora y católica América Latina, saber que una cubana ejerce en el ministerio episcopal nos causa perplejidad
No puedo dejar de mencionar que el magisterio de la Iglesia se ha pronunciado en varias ocasiones sobre la cuestión de la ordenación femenina. Según esto, Cristo sólo confió Su Poder y ordenanzas a 12 hombres quienes designaron colaboradores en las comunidades que iban fundando en el mundo antiguo. Sin embargo, se han dado estos intentos por ordenar mujeres como presbíteras, como el hecho suscitado el 29 de junio de 2002, en las ordenaciones del Danubio, cuando Rómulo Antonio Braschi, obispo de Iglesia Carismática Católica Apostólica de Jesús Rey, trató de conferir la ordenación sacerdotal a Christine Mayr-Lumetzberger, Adelinde Theresia Roitinger, Gisela Forster, Iris Müller, Ida Raming, Pia Brunner y Dagmar Braun Celeste. El decreto sobre este acontecimiento, firmado por el Cardenal Prefecto Joseph Ratzinger, en su parte medular afirmó:
“…El segundo aspecto es de naturaleza doctrinal: rechazan formalmente y con contumacia la doctrina enseñada y vivida desde siempre por la Iglesia y propuesta de manera definitiva por Juan Pablo II, es decir, que «la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres» (Carta Apostólica «Ordinatio sacerdotalis», n. 4). La negación de esta doctrina merece la calificación de rechazo de una verdad perteneciente a la fe católica y requiere por tanto una pena justa (Cf. cánones 750, § 2; 1371, n. 1° del CIC; Juan Pablo II, carta apostólica en forma de «motu proprio» «Ad tuendam fidem», n. 4A).
Además, al negar la mencionada doctrina, las personas en cuestión afirman que el Magisterio del Romano Pontífice sólo sería vinculante si se basara en la decisión del Colegio Episcopal, sostenido por el «sensus fidelium» y acogido por los más importantes teólogos. De este modo, se oponen a la doctrina sobre el Magisterio del Sucesor de Pedro, propuesta por los Concilios Vaticano I y Vaticano II, y de hecho no reconocen el carácter irreformable de la enseñanza del Sumo Pontífice sobre doctrinas que deben ser consideradas de manera definitiva por todos los fieles…” Y la pena justa fue confirmada: la excomunión.
Si bien el Magisterio es definitivo, muchas mujeres se consideran en pie de lucha por lograr la flexibilidad de Roma y tener el ministerio ordenado; sin embargo, contrasta la afirmación que me han dado varias religiosas a la pregunta que directamente les he hecho: ¿te ordenarías como sacerdote? Invariablemente, la respuesta: “No, como me encuentro estoy bien… yo no quiero ser sacerdote”. A mi parecer, muchas de estas mujeres consagradas son mejores sacerdotes y tienen actitudes más viriles que los que se dicen ministros ordenados. Nuestras religiosas también están en lucha; es posible que en México, por nuestra idiosincrasia, no aceptemos tan fácilmente esta idea de ver ministras ordenadas…Quizá ellas no lo necesiten por este particular convencimiento de su consagración que las lleva a ser maestras, guías, cocineras, lavanderas, niñeras, amas de llaves, consejeras, madres, pensadoras, teólogas, filósofas y más aún, mujeres orantes, de fe, de esperanza y caridad. Sencillas y humildes, en el anonimato, nuestras religiosas están dando un testimonio auténticamente sacerdotal sin haberles impuesto las manos sobre la cabeza… Tal vez, algún día, las cosas puedan ser diferentes.
Sursum Corda. El blog de Guillermo Gazanini http://blogs.periodistadigital.com/sursumcorda.php