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Por: Dante Bobadilla Ramírez
Nuestro amigo Fabrizio Tejada Arrieta acaba de publicar un artículo sobre el tema de las parejas reales y las imaginarias. Creo que es menester darle respuesta, habida cuenta de que, como muchos, me siento aludido porque yo soy uno de los que se suscribió a la campaña de Parejas Reales, aunque no he enviado mi foto. El tema puede servir para intercambiar algunas ideas y aclarar ciertos conceptos en un ambiente de amistad. Desde luego, no hay nada de malo en discrepar.
Para empezar, se pregunta Fabrizio ¿por qué debemos tratar como si la sociedad se dividiera en dos bandos? Yo le respondo: porque la sociedad está dividida en dos bandos. Y sí, en efecto, yo soy uno de esos liberales que se ha adherido a uno de esos bandos: al de las parejas reales. ¿Por qué? Porque siempre he sido un realista y pragmático. Me he pasado la vida combatiendo los espejismos de la retórica y las alucinaciones de los intelectuales, incluyendo a la pseudociencia. Creo que el principal aporte de un verdadero intelectual es desenmascarar a los farsantes que nos ofrecen retórica bella y efectista como si fueran verdades universales. Y además, siendo un existencialista, estoy acostumbrado a tomar siempre una posición y hacerme responsable de mis decisiones.
Entonces Fabrizio dice sorprenderse "de mala manera" de que un liberal adopte esta actitud porque en su concepto el liberalismo siempre se trató de no imponer una pauta de conducta ni norma de vida. Eso es en parte cierto. Lo que le falta es decir que el liberalismo también se trata de rechazar que alguien nos imponga una forma de vida o de conducta. Así que su media verdad acaba siendo una mentira camuflada.
Me resulta sumamente difícil dilucidar qué quiere demostrar con ese embrollo de que la izquierda y la derecha son iguales porque ambos quieren imponer su verdad. Tener las mismas actitudes no significa que seamos lo mismo ni que pensemos igual. Policías y ladrones se enfrentan y no por eso son iguales. Creo que allí tiene un trabajo de meditación pendiente.
Luego dice que nadie, ni el Estado, puede decir lo que es el matrimonio. Esto es como decir que nadie puede decir lo que es un lomo saltado. A continuación hace toda una pirueta retórica con triple salto mortal para decir que el matrimonio es un asunto privado y que entonces debemos estar de acuerdo en que todo contrato es permitido si no contraviene el derecho de otro, "es decir, se vaya en contra de su voluntad", precisa, para luego concluir con un arriesgado pase de pecho: "¿por qué decimos que los matrimonios heterosexuales son más reales o 'naturales' que los homosexuales? Simplemente es falta de consecuencia.".
Un grave problema de nuestros liberales es que solo conocen de economía o de derecho. Nunca en su vida han leído nada de sociología, psicología y menos de antropología cultural. Y no hablemos de otras ciencias. Es decir, las verdaderas ciencias y no eso que han inventado las universidades de hoy colocándole la etiqueta de "ciencia" a cualquier oficio. Personalmente confío más en los economistas liberales. Pero en los que solo saben de derecho no confío nada. Por otro lado hay una gran cantidad de liberales de pecho que se parecen mucho a los jóvenes izquierdistas de los 70 porque andan con su biblia liberal bajo el brazo, citan a sus profetas preferidos y se sienten en capacidad para señalar quién es un "auténtico liberal".
El matrimonio es una institución cultural de larga data. Dejo como tarea a nuestros liberales de pecho estudiar qué cosa es una institución cultural. El matrimonio se forma con caracteres mágico-religiosos en torno a la unión del hombre y la mujer por su potencial procreador. Es una institución que trata de proteger el núcleo social en donde prolifera nuestra especie. No es pues cualquier paparruchada retórica de las que hoy nos quieren vender con la cantaleta de la igualdad. Debemos informar a ciertos liberales que lo natural existe. ¡Por supuesto que existe!
Un grave problema de nuestros tiempos es la confusión de conceptos. La aparición de intelectuales de toda monta ha hecho posible que todos los conceptos traten de ser redefinidos, así como la aparición de nuevos chefs pretenden redefinir el ceviche añadiéndole palta y huevo, con el cuento de que eso es lo moderno. El otro problema igual de grave es que a muchos se les ha dado por adorar dogmas y fetiches retóricos como la famosa igualdad. Todos somos iguales según estos genios. Entonces una pareja heterosexual que es capaz de tener sexo y engendrar hijos tiene que ser igual a una pareja homosexual que está imposibilitada de tener sexo "real" y, por consiguiente, de engendrar familia. Nos quieren meter la igualdad a toda costa.
Y el truco final de toda esta farsa retórica es siempre el mismo: la moral. La izquierda se adueñó de la mente de los incautos introduciendo la moral en medio del debate político. Simplemente adujo que la pobreza era una inmoralidad. A partir de allí la izquierda hizo de la pobretología su caballito de batalla conquistando la mente de los incautos que cayeron rendidos ante esa gran imagen de moral. Del mismo modo, nuestro buen amigo Fabrizio termina su lección aludiendo a lo moral. Alienta a sus lectores incautos a ir en contra de la doble moral porque todos somos iguales y todos tenemos los mismos derechos.
Me gustaría ser mas duro con toda esa cháchara barata, pero tratándose de un amigo lo dispensaré de algunos epítetos bien merecidos. No hay doble moral cuando uno tiene los dos pies sobre la tierra y sabe bien en dónde queda el norte y el sur. Nadie está en contra de que los homosexuales, como cualquier otra clase de personas, puedan hacer lo que les de la gana con sus vidas y sus propiedades. Al contrario, defendemos esos derechos. Pero no toleramos que nos impongan conceptos falseados, ni una forma de pensar, ni una nueva y diferente organización del mundo fundada en tres sexos que no existen.