¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Diasporaweb escriba una noticia?
Mayoritariamente a los países desarrollados ( se despilfarra el 56% de los alimentos del planeta) y las del resto (que pierde el 44% restante).Algunos países evitan el derroche
TIRAR LA COMIDA
La cantidad de comida que se desperdicia en el mundo se puede ejemplificar de muchas maneras, todas preocupantes: los países desarrollados desaprovechan entre 250 y 300 kilos por persona y año; en el África subsahariana y el sudeste asiático se pierde el equivalente a entre 400 y 500 calorías diarias per cápita; la superficie de la tierra dedicada a producir alimentos que se malgastan equivale a la de Canadá y la India unidas. Este despilfarro representa entre un tercio y una cuarta parte de los 4.000 millones de toneladas de comida que se producen anualmente en el planeta, según destaca un informe del Banco Mundial (BM) yla Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
El desperdicio cero resulta inalcanzable, pero el margen de mejora es amplísimo. José Antonio Cuesta, autor del estudio, explica que no hay una serie estadística que permita observar tendencias, pero se muestra convencido de que no va a la baja. “Los únicos datos fiables que tenemos son de EE UU y Reino Unido, donde el desperdicio ha crecido en los últimos años. No podemos tomar estos países como referencia, ya que tienen unas características socioeconómicas muy concretas que no son extrapolables a buena parte del mundo, pero sí muestran que queda mucho por hacer”, resume.
Las soluciones son múltiples, algunas de un gran coste económico en infraestructuras, otras que requieren solo pequeñas inversiones y algunas que atañen a la concienciación de los consumidores y distribuidores. La mayoría del dispendio innecesario de alimentos se reparte en las fases de consumo (35%), producción (24%) y almacenamiento de la comida (24%). En cada etapa de la cadena hay posibilidades de mejora, que se pueden dividir en dos grandes bloques: las que conciernen mayoritariamente a los países desarrollados (donde se despilfarra el 56% de los alimentos del planeta) y las del resto (que pierde el 44% restante).
A lo largo y ancho del planeta, los países están implementando fórmulas para atajar este derroche. Entre ellas:
Países en desarrollo
1. Refrigeradores de vapor. Los sistemas de almacenamiento en países en desarrollo pueden verse afectados por numerosos factores: cortes del suministro eléctrico, monzones, conflictos que retrasan los repartos. Para evitar que la temperatura de la comida dependa de la electricidad, países como Tanzania o India están usando refrigeradores que utilizan el vapor generado por los propios alimentos cuando les da el sol para mantener su temperatura. De esta forma se evita que algunas cosechas se echen a perder por el calor.
2. Cajas rígidas. Soluciones tan simples como utilizar cajas rígidas similares a las que usan habitualmente las fruterías de los países desarrollados suponen la diferencia entre perder cientos de kilos de alimentos por golpes y aplastamientos o aprovecharlos. En Afganistán, por ejemplo, se están sustituyendo las bolsas tradicionales por estos recipientes para los tomates.
Lo que más se desperdicia
Al medir en peso, la fruta es sin duda el tipo de alimento que más se desperdicia en el mundo. Supone un 44% de las alrededor de 1.300 millones de toneladas de comida que se despilfarran anualmente, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Le siguen las raíces y tubérculos (20%), los cereales (19%) y, a más distancia, la leche (8%).
Sin embargo, como señala el informe Reduciendo el desperdicio y la pérdida de alimentos del World Resources Institute, entre estos tipos de alimento varía mucho el aporte calórico por kilogramo. Por ejemplo, un kilo de harina de trigo contiene un 12% de agua y 3.643 kilocalorías, mientras que uno de manzanas, de media, tiene un 81% de agua y 1.704 kilocalorías. “Por esa razón, medir por el peso no refleja de forma coherente la energía desperdiciada que podría haber sido consumida por la población”, apunta.
Su alternativa es cuantificar las calorías. De esta forma, los cereales se situarían en cabeza de la lista, con un 53% de la energía perdida. Le siguen raíces y tubérculos (14%) y frutas y verduras (13%).
3. Bolsas de plástico selladas herméticamente. Es otra solución sencilla que puede evitar que plagas de insectos devoren cosechas recolectadas. Los agricultores en Nigeria están empezando a emplearlas para las semillas.
4. Silos de metal. Normalmente, las cosechas son trasladadas a grandes silos. Entre el transporte y el almacenaje, el alimento pasa por fases en las que suele haber pérdidas. Kenia está experimentado con recipientes metálicos más pequeños, que pueden ser usados por familias y comunidades para conservar mejor la comida y evitar mermas en el proceso.
«No podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente, sin hacer nada
5. Infraestructuras. Si las soluciones hasta ahora eran baratas y fáciles de poner en marcha, esta requiere de grandes inversiones: mejorar las carreteras, las líneas eléctricas y los sistemas de transporte de los países en desarrollo ayuda a aprovechar mejor los alimentos.
Países desarrollados
6. Reducir las ofertas. Las promociones de dos por tres son el clásico ejemplo de inducción al desperdicio, ya que el consumidor compra más de lo que realmente necesita y a menudo acaba tirándolo.
7. Eliminar los contratos de mínimos. Muchos supermercados occidentales acuerdan con los agricultores adquirir un número determinado de kilos de comida, de forma que si por algún contratiempo se recolecta menos, el contrato queda invalidado. Esto provoca que los productores siembren más de esa cantidad para compensar posibles pérdidas, de forma que si todo va bien, acaban sobrando alimentos que finalmente se tiran.
El papa francisco ha dirirido una epístola fablando precisamente del mediambiente. Habló muy claramente sobre el cambio de conducta hacia nuestra casa común: el planeta tierra, en donde vivimos. Podría parecer uno de esos textos o manifiestos escritos por Green Peace, o alguna de estas organizaciones que luchan por una causa, que uno se pregunta — escépticamente — ¿No habrá cosas más importantes por preocuparse? Nada más lejano de la verdadera preocupación del Papa al escribir este documento
.
¿Cuál es la inquietud real del Papa?
El Papa menciona muchos cambios necesarios para lograr un responsable dominio sobre la naturaleza. Habla de la economía, la política, los paradigmas socio-culturales, el uso de la tecnología, la ecología, la búsqueda del bien común, la necesidad de los valores y principios En fin, muchos ámbitos de la cultura que deben buscar un recto uso y desarrollo del mundo en el que vivimos, si es que queremos dejarles a nuestros hijos un hogar en el que se pueda vivir con dignidad. Por lo tanto, vemos que no son, simplemente, «quejas» o «críticas» sin sustento, como una suerte de reclamo ligero sobre problemas que tienen raíces muy profundas. Sería una lectura muy superficial del objetivo que tiene el Papa.
¿Qué propone el Santo Padre?
La Encíclica tiene un punto neurálgico. «Curiosamente» ese dato trascendental al que quiero hacer referencia, se encuentra en los párrafos centrales — literalmente hablando — de la Encíclica. El Documento tiene 246 numerales. Específicamente, de los números 118 al 121, el Papa Francisco nos dice que solo en la medida en que el hombre cambie, será posible un cambio cultural. Aquí está el corazón de la preocupación y la crítica del Santo Padre. La necesidad de un cambio en nuestros corazones. Lo cual, obviamente, conlleva una manera distinta de cuidar nuestra «casa común».
Eso se debe a una lógica muy sencilla, pero extremadamente compleja para cambiar. El centro y principio de la cultura es el hombre. La crisis mundial que vivimos, existe, pues cada uno de nosotros está encrisis. Si no cambiamos; si no hay un cambio profundo en nuestro corazón es iluso todo esfuerzo de cambio a cualquier nivel social, económico, político, ecológico, etc…
Objetivo principal
«No habrá una nueva relación con la naturaleza sin un nuevo ser humano. No hay ecología sin una adecuada antropología» (118). No se puede perder de vista la responsabilidad que tiene cada ser humano individual en el cuidado responsable del mundo en que vivimos. No podemos correr el riesgo «de que disminuya en las personas la conciencia de la responsabilidad» (S.S. Benedicto XVI, Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2010, 2: AAS 201 (2010), 41.)
Es iluso, una utopía ingenua, pedir un compromiso radical del hombre con su entorno, mientras cada uno no se haga responsable de la cultura en que vivimos. «No podemos pretender sanar nuestra relación con la naturaleza y el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano» (119).