La Sala Penal del Tribunal Supremo español se ha puesto seria y ha presentado ante la Audiencia de Schleswig-Holstein un demoledor auto que demuestra su ineptitud al negar con argumentos "carentes de rigor" la entrega de Carles Puigdemont por el delito de rebelión.
España como Estado no acostumbra a pleitear por los propios derechos en todas las instancias internacionales, quizás acomplejada por el espíritu de 1898 y por el sentido de culpabilidad heredado de la guerra civil y de la dictadura.
Pero si observamos las guerras y represiones del siglo XX, España no estuvo en ninguna de las dos mundiales y los perdedores de ambas, que previamente habían cometido genocidios, no recibieron mejor trato que los de la guerra civil española, aunque eso se oculta.
Debe ponerse la historia en su sitio, y con ella a quienes en el exterior siguen viendo a España como heredera del franquismo, cuando es una gran democracia asentada y completa, según los baremos más objetivos.
Los magistrados españoles han señalado la impericia de los alemanes con ese duro auto que los deja como incompetentes y frívolos. Y lo demuestran con pruebas contundentes y con argumentos sólidos.
Como demostrar lo estúpido que es comparar las manifestaciones de unos ecologistas para evitar la ampliación de un aeropuerto alemán, en lo que se basó la negación a la entrega de Puigdemont, con un auténtico golpe de Estado desde el interior del Estado, con violencia institucional intimidatoria y física, o en todo caso con sedición.
Los jueces han demostrado la firmeza jurídica sobre la que se basa el Estado democrático, aunque quizás el Gobierno no está a la altura de esta Justicia, pues sigue acomplejado pidiendo perdón como durante el siglo XX, bajo el espíritu derrotista del 98.
La Sala Penal del Tribunal Supremo español se ha puesto seria y ha presentado ante la Audiencia de Schleswig-Holstein un demoledor auto que demuestra su ineptitud al negar con argumentos "carentes de rigor" la entrega de Carles Puigdemont por el delito de rebelión.
España como Estado no acostumbra a pleitear por los propios derechos en todas las instancias internacionales, quizás acomplejada por el espíritu de 1898 y por el sentido de culpabilidad heredado de la guerra civil y de la dictadura.
Pero si observamos las guerras y represiones del siglo XX, España no estuvo en ninguna de las dos mundiales y los perdedores de ambas, que previamente habían cometido genocidios, no recibieron mejor trato que los de la guerra civil española, aunque eso se oculta.
Debe ponerse la historia en su sitio, y con ella a quienes en el exterior siguen viendo a España como heredera del franquismo, cuando es una gran democracia asentada y completa, según los baremos más objetivos.
Los magistrados españoles han señalado la impericia de los alemanes con ese duro auto que los deja como incompetentes y frívolos. Y lo demuestran con pruebas contundentes y con argumentos sólidos.
Como demostrar lo estúpido que es comparar las manifestaciones de unos ecologistas para evitar la ampliación de un aeropuerto alemán, en lo que se basó la negación a la entrega de Puigdemont, con un auténtico golpe de Estado desde el interior del Estado, con violencia institucional intimidatoria y física, o en todo caso con sedición.
Los jueces han demostrado la firmeza jurídica sobre la que se basa el Estado democrático, aunque quizás el Gobierno no está a la altura de esta Justicia, pues sigue acomplejado pidiendo perdón como durante el siglo XX, bajo el espíritu derrotista del 98.
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