Es urgente recordar una frase del economista y profesor de Harvard Edward Glaeser: “Si amas el medioambiente, quédate a vivir en la ciudad, y deja la naturaleza como está”
Para algunas personas, hablar de ciudades sustentables puede hasta sonar contradictorio: lo urbano está unido, en cierto imaginario colectivo, a la contaminación, al deterioro ambiental, al colapso del transporte y a otras problemáticas relacionadas con la aglomeración. En estos casos, es urgente recordar una frase del economista y profesor de Harvard Edward Glaeser: “Si amas el medioambiente, quédate a vivir en la ciudad, y deja la naturaleza como está”.
El concepto relacionado con que las ciudades irremediablemente deterioran el medioambiente es una idea que necesita ser desmitificada. La urbanización puede ser sustentable, pero requiere de un mix determinante. En primer lugar, debe planificarse de manera multisectorial, integral y participativa; y en segundo lugar, pero aún más importante, debe ser capaz de respetar normativamente las reglas impuestas por ella misma. Dejo de lado, por considerarla obvia, el buen manejo y la disciplina fiscal, sin la cual ninguna planificación es posible de concretar.
Es práctica usual que en nuestras ciudades la planificación del uso del suelo no incorpore el plan de movilidad urbano, ni el mapa de riesgo, ni el plan maestro de drenaje y saneamiento, o aspectos relacionados con el potencial impacto del Cambio Climático. Una ciudad concebida orgánicamente con densidad media o alta, orientada al transporte público, con usos mixtos, construida sobre terrenos no inundables, será seguramente más resiliente a desastres, generará una menor huella de CO2 y menor huella ambiental. Será más viable económicamente también al evitar extender infraestructura de manera ilimitada y en áreas inviables, y será definitivamente más segura ante el delito, al tener más gente en las calles cuidando unas de otras de manera natural. Sin embargo, la consecuencia más impactante de esta planificación, y la menos tangible a simple vista, es el aumento en la calidad de vida de los ciudadanos y la reducción de la inequidad urbana. El impacto de estas medidas tan básicas tienen un impacto mucho más notorio y decisivo en los ciudadanos de menores ingresos.
El gran desafío, entonces, no es abandonar las ciudades con destino a los suburbios o crear nuevas, el gran desafío es transformar las que ya tenemos respetando ciertas normas básica de convivencia con el medioambiente. Pero para eso, la clave es volver a ubicar a las personas en el centro del diseño de la ciudad. Es momento de abrir los ojos y reflexionar sobre el impacto negativo que ha tenido en nuestras vidas el modelo urbano que ubica al automóvil al centro del diseño urbano traído de la década de los ‘50 en Estados Unidos. Es urgente diseñar para la gente y no para el automóvil, posicionando el transporte público de calidad como columna vertebral de la movilidad urbana.
Aquellas que están creciendo económica y demográficamente por encima de la media de su país, y en América Latina son cada vez más
¿Pueden todas las ciudades emergentes volverse sostenibles?
Cuando hablamos de Ciudades Emergentes, nos referimos, según una definición dentro del BID, a aquellas que están creciendo económica y demográficamente por encima de la media de su país, y en América Latina son cada vez más. Demográficamente, las limitamos a aquellas que poseen una población de entre cien mil y dos millones de habitantes. Estas ciudades, en general, son secundarias, pero crecen más rápido, incluso, que las megaciudades regionales.
Por otro lado tenemos la sustentabilidad. Para definirla, el BID desarrolló unos 140 indicadores que están agrupados en veintiséis temas, que van desde asuntos fiscales hasta temas sociales pasando por todos los temas clásicos de infraestructura de la ciudad. Se sumaron estudios para desarrollar mapas de riesgos y proyecciones de crecimiento de la ciudad. El cruce de esta información permitió determinar los temas prioritarios a ser atendidos y desarrollar soluciones en conjunto con la ciudad, buscando, además, financiamiento para su ejecución. A todo este proceso lo hemos denominado metodología de la iniciativa de Ciudades Emergentes y Sostenibles (ICES) del BID.
Una vez finalizado este proceso, por supuesto incluida la construcción de las obras, estaremos mucho más cerca de tener una ciudad sustentable. Pero el mayor logro no habrá sido este, sino el que la ciudad haya elaborado una visión de largo plazo para sí misma, con un plan para alcanzar esa sostenibilidad y que pueda ser mantenido en el tiempo, más allá de las distintas administraciones. La consistencia de políticas en el tiempo y la apertura al cambio serán determinantes y seguramente no todas las ciudades obtendrán el mismo nivel de éxito.
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