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Por Orlando Fondevila. Fuente: En defensa del neoliberalismo Ya he recordado alguna vez la afirmación de un escritor cubano hoy exiliado de que Castro no es capaz de llorar, porque Castro es un monstruo de poder. Castro es un ser incapaz de experimentar las comunes emociones de nuestra especie. No tiene más amigos que a sí mismo. Estos monstruos del poder, como Hitler, Stalin o Castro, por mencionar a algunos, sólo se estiman a sí mismos o a quienes les sirvan en sus intereses de poder. Y por supuesto, ideológicos. Porque en ellos su poder es un todo con su ideología, con su particular visión del mundo, de la cual se sienten como los máximos exponentes y ejecutores. Los "amigos" de estos personajes dejan de serlo en cuanto se cruzan de alguna manera con lo que los monstruos perciben como sus intereses. Entonces les atacan ferozmente, les descalifican y pueden llegar hasta eliminarles físicamente. Los ejemplos sobran por ser tan abundantes y conocidos. A lo largo de su ya dilatada historia de poder e ideología, y a tenor con las circunstancias de cada momento, Castro ha tenido muchos "amigos". Algunos han pervivido en el tiempo y otros han quedado en el camino. Hubo un tiempo, poco, en que Mao Tse Tung fue su amigo. Quienes recordamos esos tiempos no olvidamos la decantación castrista hacia el monstruo chino en los momentos iniciales y más incendiarios del cisma "ideológico" en el seno del movimiento comunista por la disputa chino-soviética. Eran los tiempos en los que Castro no se cortaba para calificar a Jrushov de "borracho". Después las cosas cambiarían y Mao sería "un viejo chocho". El problema estuvo en que Mao intentó controlarle, y disputarle el liderazgo revolucionario en el llamado tercer mundo. Hubo tiempos, tiempos interminables, en que no había discurso de nuestro monstruo antillano en que no se hiciera referencia a la eterna e indestructible amistad y hermandad con la Unión Soviética y el campo socialista. Ni uno solo de los monstruos y monstruitos que gobernaron aquellos países dejó de ser abrazado y condecorado por Castro. Eran sus "amigos". Hoy han pasado a la galería de los denostados o, en el mejor de los casos, de los olvidados. Hubo un tiempo en que Siad Barre fue su "amigo", hasta que dejó de serlo para que ocupara su turno el monstruo Menghistu, a quien incluso apoyó militarmente contra el amigo abandonado. Hoy ninguno de los dos son "amigos". Miles de páginas podrían ser llenadas con la historia de las guerrillas y de los movimientos revolucionarios en Latinoamérica y en África. Hasta en los Estados Unidos. Por ejemplo, ya Ángela Davis o algunos panteras negras famosos, parece que no son amigos. Los tiempos cambian, cambian las circunstancias, y el monstruo cambia de amigos. Ya hasta parece que son menos amigos el comunista Saramago, o Susan Sontag. ¿Quiénes son hoy los "amigos" de Castro? Pues, en Latinoamérica Hugo Chávez y Evo Morales. Algo menos los Ortega porque se dejaron ganar y se han burocratizado. Algo menos Shafik Nadal, porque perdió las elecciones. Algo menos Lula y Kirchner porque son muy sosos para el gusto del Comandante. Y claro, aunque un poco a escondidas, sus viejos guerrilleros colombianos. En el enrabietado mundo islámico tiene hoy muchos amigos el Comandante. Los Ayatollah iraníes ocupan un lugar preferente junto al decano de los terroristas, Yasser Arafat. Algo de aprecio siente por el sucesor sirio. Su antiguo amigo El Kadhafi ha dejado de serlo porque se ha vendido al Imperio. El pobre Saddam, con sus problemas de muelas y piojos atendido hoy por los yankees, ya no le sirve. Ahora es más amigo de la gente de Al Qaeda (aunque tenga prohibido decirlo en público) y de los desesperados sunnitas, así en general, en previsión de que surja algún líder nuevo por aquellos lares. En el resto del tercer mundo tiene muchos amigos, de esos que se confabulan alrededor del Foro Social Mundial y provocan cuantas revueltas pueden. Y para no seguir contándoles lo que todo el mundo sabe, me quiero detener en España. En España como en todas partes los amigos de Castro están en las izquierdas. Pero como las izquierdas conforman una pluralidad, la izquierda plural como se llaman a sí mismos, en ellas Castro tiene amigos íntimos y conocidos. Sus amigos íntimos están en la ETA y Batasuna (aunque los intente mantener en secreto). No hay más que ver la prensa cubana, en papel o en Internet, para percatarse de la presencia de los columnistas del diario pro-etarra Gara. Los delirios de Carlos Frabetti y compañía. También tiene alguna intimidad con el médico estudiado en Cuba, Gaspar Llamazares, pero éste le resulta demasiado basto e insignificante. Y un amplio sector de los intelectuales. ¡Ah, los intelectuales! Los Andrés Sorel, Rosa Regás y Carlos Carnicero (¡vaya apellido!) son sus amigos indisimulados. Y una extensa lista que lo disimulan, que se permiten algún que otro guiño crítico, pero que no. En este grupo nos encontramos también a muchos políticos del PSOE, a quienes el Comandante pudiera no considerar sus amigos, sino sus conocidos (aunque ahora tiene cifradas en ellos muchas esperanzas). Contra estos el Comandante se enfada mucho, porque los percibe terciados, sin firmeza, y como son de la amplia familia de la izquierda, le duele más y los considera un poco traidores. Por eso se ensaña con ellos en "La Jiribilla". Todos los días hablan mal del periódico El País, no porque sea su peor prensa enemiga, sino porque le fastidia que desde su mismo bando, o cercano, le enmienden la plana. Es lo mismo que le pasa con algunos sectores críticos cubanos de izquierda. Por eso nos sorprende que desde hace un tiempito a esta parte, algunos destacados intelectuales cubanos próximos a la "izquierda plural" se empeñen en decirnos que los verdaderos amigos del Comandante no están en ese terreno. Nos vienen a decir, no sé bien por qué, que el mejor amigo de Castro en España es el gallego Manuel Fraga, o que en México lo fue Carlos Salinas de Gortari, el primero con pasado franquista y el segundo un corrupto. ¡Por favor! Es cierto que Fraga, tal vez por confusas razones históricas o de paisanaje, ha tenido algunas complicidades con Castro. Como Salinas de Gortari y otros mercachifles sin escrúpulos en todas partes. Esos que comercian con la esclavitud de los cubanos y comparten negocios con el monstruo. Pero no, no nos equivoquemos, esos no son los amigos de Castro. Es verdad que Castro procede algunas veces con pragmatismo, siempre que convenga a sus intereses de poder e ideológicos. Pero el mundo de Castro, su ideología, sus intereses de poder están por encima de todo. Y su lugar es la izquierda. Ahí están sus amigos, sus conocidos y aquellos con quienes comparte odio y complicidades.