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Que el canal del Estado, como otras veces, no solo sigue siendo el botín de la administración de turno, sino que ahora es el blog del alanismo
…que en mil días de gobierno: el Apra no ha hecho ninguna reforma sustantiva. Ninguna. Que la reforma del Estado, la reforma más ansiada y reclamada de todos los tiempos, y la más necesaria, no ha sido jamás puesta sobre la mesa de alguna sesión del Consejo de Ministros. Jamás. Que la economía –y que no nos engañe el entusiasmo–, anda regular nomás, y acaso regular debe entenderse acá como un eufemismo.
Que los sectores empresariales están eufóricos con Alan García, como antes lo estuvieron con Toledo, y antes con Fujimori e, incluso, antes con el mismísimo García, hasta que este decidió, de súbito, estatizar la banca.
Que el gobierno se jacta de haber electrificado casas, de haber vacunado niños, de operar de cataratas a ancianos, de emitir leyes que no se van a cumplir, de continuar la obra de la carretera Interoceánica del Sur, de haber más telefonía e Internet, pero no es capaz de avizorar ni de concebir una solución a la acusada y clamorosa ausencia de Estado, la cual se padece en enormes franjas del territorio nacional.
Que la gerencia pública se ha partidarizado y muchas dependencias del aparato estatal están copándose, como colmenas zumbonas, de compañeros.
Que la salud y la educación, sectores eternamente postergados por los gobernantes, continúan igualmente abandonados por el aprismo.
Que, tal como van las cosas, la promesa de reducir la pobreza al treinta por ciento quedará en eso, en simple promesa.
Que aquel otro ofrecimiento, ese de la “tolerancia cero a la corrupción”, no se trataba de ningún compromiso electoral, sino de un chiste, de cachita pura y dura.
Que las reiteradas tomas de carreteras, bloqueos de trenes, el incremento de la delincuencia, el desorden público y los ataques terroristas en el VRAE, no hacen sino reflejar una palmaria inacción en materia de seguridad ciudadana.
Nada, salvo informarnos que ahora hay más peruanos con teléfono celular
Que la soberbia y autocompla-cencia de un régimen que nos recita como salmos, o como mantras, o como atoros de tartamudo, durante mil días, la cantinela de que el Perú avanza, y casi, casi ya vivimos en el mejor de los mundos o en el maravilloso país de Alicia, suena a triunfalismo hueco, fatuo, presumido.
Que el mesianismo de oratoria jactanciosa y relamida y con postura de Buda, que solo atiende a localismos, no es propio de estadistas, sino de demagogos profesionales.
Que el canal del Estado, como otras veces, no solo sigue siendo el botín de la administración de turno, sino que ahora es el blog del alanismo.
Que tener al frente a una oposición cariñosa, de silencio aborregado, que hace como que rugiera de vez en cuando, sin asustar a nadie, como las fieras desmueladas de los circos, no le da derecho al Gobierno a hacer lo que le venga en gana.
Que la clave del progreso está en el gobierno limitado, en la seguridad jurídica y en la ciudadana y, más que en el fuero político, debería estarlo en la actividad privada y empresarial; y no en la arrogancia de quien pretende ser el cacique del desarrollo y del reparto de la riqueza.
Que estas líneas, entiéndase bien, no son un pedido para que el aprismo cambie la forma de gobernar, sino apenas una modesta exhortación para que simplemente gobierne.
Que los profusos comunicados rotulados “Sabia usted que…” (sic), con los que nos han empapelado entre bostezos y desperezos las últimas semanas, están plagados de errores ortográficos y, lo más triste, de números y promesas que no nos dicen nada.
Nada, salvo informarnos que ahora hay más peruanos con teléfono celular, y eso, adivinen qué, ya es un refrito. Pedro Salinas.Peru21.