Me preguntan por qué sigo soltera a los 30, y la respuesta es simple: ¡Porque todavía estoy en mis 30! Quiero explicarme bien, no estoy en contra del matrimonio; todo lo contrario, lo respeto y creo que no se debe tomar a la ligera; es solo que no tengo apuro en casarme.

Admiro a quienes, a mi edad, ya son esposas y madres de familia; yo, en tanto, adoro mi soltería, alistar mis maletas e irme de viaje sin cuadrar nada más que mis propios horarios, llegar a casa después de un estresante día de trabajo, servirme una copa de vino, prender un cigarro y disfrutar del relajante silencio, salir los fines de semana con mis amigas... Y tengo aún pendiente estudiar una maestría. En suma, tengo un camino por recorrer antes de transitar por aquel que una mi vida a la de un hombre… para siempre.

Mientras que, décadas atrás, una mujer a mi edad hubiera estado desesperada tratando de conseguir un esposo que la aleje de la etiqueta de 'solterona’, yo disfruto de la confianza, la seguridad y el dominio que tengo sobre mí misma y que no logré a los 20. En una de nuestras tantas conversaciones, un amigo ensaya una respuesta a mi soltería: eres muy exigente, me dice. Bueno, cómo no ser exigente con la persona con la que vas a compartir el resto de tu vida. ¡Vamos! Estamos hablando de jurarle a Dios que estarás junto a ese hombre “hasta que la muerte los separe”; quizá tenga alguna clase de disfunción, pero todavía no he logrado asimilar esa idea. ¿Si me quiero casar? Claro, pero, por el momento, disfruto y aprovecho cada minuto de mi soltería porque, quién sabe...

Alonso Izaguirra

Seguir soltero a los 30 no representa ningún problema si se trata de una opción personal. Son los otros los que conflictúan el asunto cuando juzgan –suele ocurrir en una ciudad de machos cabríos como Lima– que no tener una esposa en la treintena ya responde a otros intereses que tienen que ver con 'heladitos chorreados’ o el 'arroz quemado’.

Para resumir, andar solo a los 30 es, también, pensar en uno mismo

¿Por qué solo a los 30? Lo entenderás si eres de los que no soportan a las limeñas –chicas y no tan chicas– que siguen pensando en la figura del príncipe azul, en el matrimonio como salvavidas existencial, en el sexo como algo que no debe ir más allá de la pose del misionero. Peor aun, abundan las que están convencidas de que el hombre debe ser su protector, cajero automático y domador. Con estos rasgos compartidos por una densa mayoría, ¿quién demonios va a tener ganas de emparejarse? Nosotros también tenemos nuestras propias 'paltas’; también somos frágiles, ¿no?

Miremos el lado positivo de andar solo: puedes salir cuando te dé la gana, puedes ver la película que quieras en el cine, puedes demorarte en la librería todo el tiempo del mundo, puedes almorzar solo sin escuchar las eternas quejas de la tipa. Tal vez lo más rico sea que puedes encontrarte o hablar con la señorita que desees, en el lugar que quieras y sin obligaciones de por medio.

Dejemos que el azar actúe. Hay que dejar que la vida lleve su curso, y si te topas de un momento a otro con esa comadre que, por sobre todas las cosas, no te funda la paciencia con niñerías, es el momento del compromiso. ¿Para qué desperdiciar el tiempo en buscar?

Para resumir, andar solo a los 30 es, también, pensar en uno mismo. Y esto, por el momento, es lo mejor. Peru21.