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El cambio climático no lo ha causado el hombre, según afirma Trump. Esta y todas las ideas manifestadas por Trump durante la campaña no son una excentricidad, sino el resultado de opiniones peligrosas para la humanidad
La victoria de Donald Trump supone un gran mazazo para el cambio climático que ha pasado relativamente desapercibido en las elecciones norteamericanas.
A los intentos del mundo por frenar el calentamiento global que se tradujo en la cumbre de Paris de 2014 ha respondido Trump como se esperaba de el. El nuevo presidente norteamericano desprecia a casi 200 paises que firmaron los acuerdos de Paris y el reciente de Marrakech para intentar que para el 2020 la temperatura del planeta no suba más de dos grados. Los combustibles fósiles y especialmente la quema del carbón parecen ser muy del agrado del presidente norteamericano.
No solo está en juego el reciente acuerdo climático de París, conseguido tras interminables negociaciones, sino la esperada transición energética que Estados Unidos empezaba a liderar.
El pasado diciembre, las 190 delegaciones presentes en la cumbre de cambio climático de París dieron su visto bueno a que Estados Unidos pudiera suscribir el acuerdo mediante una decisión presidencial sin necesitar de una ratificación por parte del Senado, donde el tratado difícilmente habría prosperado (de hecho, eso es lo que le sucedió al vicepresidente Al Gore tras firmar el protocolo de Kioto de 1997). Y así lo hizo Obama: el pasado septiembre, en compañía del presidente chino, Xi Jinping, suscribió un histórico acuerdo bilateral que confirmaba la implicación en la lucha contra el cambio climático de los dos primeros productores mundiales de gases de efecto invernadero.
Hillary Clinton había prometido seguir la senda de Obama -"el acuerdo de París es la mejor oportunidad para resolver la crisis climática”, había declarado-, pero no Trump. Es más, la revocación del acuerdo formaba parte del programa del candidato republicano. No son un secreto su criterio sobre la implicación humana en el aumento de las temperaturas. También sus simpatías por la maltrecha industria del carbón, con miles de trabajadores en el paro de los que se postulaba como único defensor y que le han servido para llegar a la Casa Blanca.
“Un invento de los chinos”, según Trump.
“El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para así hacer que los productos fabricados en Estados Unidos sean menos competitivos”, declaro en un twit la pasada semana, aunque luego se retractó parcialmente. En otra ocasión también en relación con el cambio climático, había declarado que EEUU “no puede soportar la carga de ayudar al mundo entero”.
Alarmados por la deriva de Trump, cerca de 400 destacados científicos, incluidos 30 premios Nobel, firmaron el pasado septiembre una carta en la que advertían de las “nefastas consecuencias que tendría” no secundar el acuerdo climático de París. “El cambio climático causado por el hombre no es una creencia, ni una farsa, ni una conspiración. Es una realidad física”, suscribían. Para entender esta reacción debe tenerse en cuenta que las ideas manifestadas por Trump acerca del origen del cambio climático no son una excentricidad en Estados Unidos, sino el resultado de una corriente negacionista con una notoria presencia pública.
Los lobbies del petróleo y el gas están con Trump. El nuevo presidente se ha manifestado a favor de retomar el controvertido proyecto del oleoducto Keystone, que enlaza los campos de petróleo de Canadá con las refinerías del sur de Estados Unidos, así como de apoyar sin ambajes el 'fracking' -“eliminaremos las limitaciones para ayudar a la independencia energética" del país- y de eliminar las limitaciones impuestas por la Administración de Obama a la generación eléctrica en las plantas de carbón más obsoletas. También se ha pronunciado a favor de eliminar la Agencia de Protección del Medio Ambiente, a la que acusa de animadversión hacia el carbón, o incluso de permitir un uso más abierto de los parques nacionales.
El país se la juega. Estados Unidos es el primer consumidor de petróleo del mundo y el segundo de carbón detrás de China, pero tampoco debe olvidarse que la transición energética empieza a dar sus frutos. De hecho, ya se ha convertido en la primera potencia en generación eléctrica a partir de fuentes renovables, con un crecimiento del 6% anual, y algunas de sus empresas figuran al frente en sectores como el de los coches eléctricos, la geotermia o los paneles solares.
El problema para los republicanos es mayor, porque las investigaciones científicas no sólo amenazan la industria petrolera, sino que también “revelan fallos importantes en el funcionamiento del libre mercado, como la contaminación”, de acuerdo con las tesis de ambos académicos. “Los que contaminan no pagan un precio suficiente por el daño ambiental que generan. Y esto no incluye sólo a las compañías eléctricas, sino también a cualquiera que use un producto, como la gasolina, que contribuye a la degradación del planeta".
Conway y Oreskes concluyen que “aceptar la necesidad de corregir estos fracasos del mercado supone entender que hay que reformar el capitalismo —en definitiva, admitir que en realidad el libre mercado falla y tiene sus límites—". Y éste es un paso que los candidatos republicanos no parecen dispuestos a dar.
“Sus intereses no están ocultos: quedaron definidos con la Global Climate Coalition (un grupo creado por British Petroleum, Exxon, Shell Oil USA, Ford, General Motors y DaimlerChrysler, entre otras grandes multinacionales, para oponerse al protocolo de Kioto y a las reducciones de gases que contribuyen al efecto invernadero)", y probablemente a los acuerdos de Paris. Sin embargo, el historiador de la NASA no se detiene en su análisis y apunta también al “analfabetismo científico” de estos políticos como causa de su escepticismo frente a las evidencias científicas.
Un hombre que lleva 30 años luchando contra este analfabetismo es Kevin Krajick, editor en jefe de noticias en el Instituto de la Tierra. Krajick, quien dedica su vida a la difusión de información científica, sabe que en Estados Unidos no siempre la educación marca una diferencia: “En ocasiones, la gente antepone su ideología política o su fe y la información real no les convence hacia un lado o hacia el otro. Muchas más personas entre las que se definen como liberales o demócratas creen que el cambio climático es un problema serio al que los humanos contribuímos, frente a aquéllas que se ven a sí mismas como conservadoras o Republicanas.
Al doctor Hansen también le gustaría que la sociedad estadounidense se convenciera por fin de que las tesis que él defiende no responde a ningún interés político. El científico lleva intentando advertir de los riesgos del calentamiento global desde que en 1981 publicara un artículo en la revista Science (“Climate Impact of Increasing Atmospheric Carbon Dioxide”) en el que predecía que durante el siglo XXI iban a ocurrir cambios drásticos en el clima, como la aparición de grandes sequías en Norte América y Asia, la erosión de los casquetes polares, la subida del nivel del mar y la apertura a la navegación del legendario Paso del Noreste. “Todo esto ha ocurrido ya o está a punto de suceder", recuerda.
En su última gran aportación antes de la cumbre del Clima de París, Hansen publicó un estudio junto a otros 16 colegas científicos, según los modelos climáticos y observaciones modernas de que solo un incremento de 2ºC en el calentamiento global ya es altamente peligroso. Advierte de las desastrosas consecuencias de un incremento de la temperatura global por encima de los niveles anteriores a la revolución industrial: “provocará una subida del nivel del mar de 5 a 9 metros y será muy difícil proteger las ciudades costeras y las llanuras de Bangladesh, las tierras bajas europeas y grandes áreas en las planicies de Estados Unidos y China".
Es bastante probable pues que, despues de conquistar la presidencia, Trump no pueda llevar a cabo todas sus ocurrencias, pero supondría en todo caso un retroceso enorme en la implicación de la primera potencia económica en la lucha contra el cambio climático.
Las protestas en muchas ciudades norteamericanas son el mejor termometro de la acogida del pueblo a Trump
Trump no convence a los Koch Brothers, pero está claro que el lobby de la industria del petróleo le prefirió a él que a Hillary Clinton, que promete continuar la política de Obama. No hay que olvidar que algunas de las ideas expresadas por Trump también figuran en la plataforma programática del Partido Republicano aprobada en la Convención de Cleveland el pasado mes de julio. Fue entonces cuando Noam Chomsky, prestigioso intelectual del Instituto de Tecnología de Massachusetts, declaró a La Vanguardia que “el Partido Republicano se ha vuelto tan extremista en las políticas que propone y en su retórica que plantea un grave peligro para la supervivencia del ser humano”.
Los miembros de la Academia Nacional de Ciencias que se vieron obligados a pronunciarse lo hicieron en una carta abierta en la que advierten: “El cambio climático causado por los humanos no es una creencia, un engaño o una conspiración. Es una realidad física”. Y añaden que “las consecuencias de la exclusión voluntaria de la comunidad internacional serían graves y de larga duración, para el clima de nuestro planeta y para la credibilidad internacional de Estados Unidos”.
También un sinfín de famosos se han pronunciado contra la actitud de Trump. Sin mencionarlo, Leonardo di Caprio, que visitó la Casa Blanca el mes pasado, hizo una declaración concluyente: “A alguien que no cree en el cambio climático, que no cree en los hechos, en la ciencia, ni en las verdades empíricas, en mi humilde opinión, no se le debe permitir que ocupe cargos públicos”.
Estados Unidos ha vivido dias de manifestaciones contra Donald Trump, el nuevo presidente del país. Miles de personas, muchas de ellas estudiantes, se manifestaron contra la victoria electoral del candidato republicano en una decena de ciudades, como Washington, Nueva York, Minneapolis, Denver y San Francisco.
La mayoría de protestas fueron pacíficas, pero hubo algunos actos de desobediencia civil, como el corte de una autopista en Los Ángeles y de calles en Oakland y Baltimore, donde hubo mas de veinte detenciones.
En un mensaje en Twitter, Trump criticó las protestas. "Manifestantes profesionales, incitados por los medios, están protestando. Muy injusto", escribió, en un retorno, aunque más moderado, a su hábito durante la campaña de lanzar críticas en las redes sociales.
Los edificios del magnate en Nueva York y Washington fueron el destino de los manifestantes, que temen un retroceso de derechos en la nueva presidencia dada la retórica antiinmigración del republicano durante la campaña o las acusaciones sexuales en su contra.
La policía instaló vallas de seguridad en los alrededores del nuevo hotel del multimillonario neoyorquino en la capital estadounidense, ubicado a tres cuadras de la Casa Blanca.
Rudy Giuliani, el exalcalde de Nueva York y asesor de Trump, calificó a los manifestantes como “mimados llorosos”. El portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, dijo que el presidente Barack Obama, que hizo campaña contra Trump, respeta el derecho a protestar pacíficamente.
Tras una campaña polarizadora y divisiva, el temor es que la tensión de los críticos con Trump no se disipe pese a la voluntad de Obama y la candidata demócrata Hillary Clinton de que la transición, tras las elecciones del martes, esté exenta de incidentes.
Un centenar de personas marcharon desde la Casa Blanca hasta el hotel de Trump, ubicado en la avenida por la que transitará el magnate inmobiliario, el próximo 20 de enero, en el tradicional recorrido que hace el presidente una vez ha jurado el cargo en las escaleras del Capitolio. Los manifestantes coreaban el lema: Love trumps hate, que usaba la campaña de Clinton en un símil al apellido Trump y que significa que el amor supera al odio.
Unas horas antes, las diferencias políticas entre Trump y Obama se visualizaron dentro y fuera de la Casa Blanca. Mientras el presidente saliente y el entrante se reunían al mediodía en el Despacho Oval, varias decenas de personas, la mayoría en contra de Trump pero también algunas a favor, se congregaron a las puertas de la residencia.
La plaza ubicada frente a la Casa Blanca fue un reflejo de la brecha que ha abierto la pugna electoral entre Trump y Clinton. Partidarios y detractores de Trump, de distinto género y raza, intercambiaron opiniones. Para unos el republicano, representa una amenaza a la diversidad de EE UU. Para otros, una oportunidad para un nuevo impulso. Fue un debate civilizado con argumentos sólidos y disposición al diálogo. En ese microcosmos, pareció cumplirse el deseo de Obama y Clinton de llevar a cabo un traspaso de poder calmado que deje atrás la tensión de la campaña.
Olivia Emerald, de 24 años, viajó 15 horas en autobús desde Maine porque sentía que tenía que hacer “algo” tras la victoria del candidato republicano. Llevaba una pancarta que rezaba: Rechazo respetuosamente Donald Trump como mi presidente. Emerald esgrimía que los valores de Trump contradicen los de EE UU. “Representa racismo, sexismo, ese terrible olor a odio”, decía la joven, que desconfía de que Trump se modere como presidente. “Sabemos cómo es”, lamentaba.
A un par de metros, Rachad Malik, de 22 años, apoyaba a Trump. Le votó el martes porque cree que traerá “puestos de trabajo” a EE UU y no es un político. Malik, que es negro y musulmán, decía que no se siente incómodo con la propuesta del presidente electo de vetar, por motivos de seguridad, la entrada de extranjeros musulmanes al país. “No estoy muy preocupado. Tenemos que tomar medidas”, decía. Pero otros miles de musulmanes se ven amenazados y muchos hablan de marcharse de Estados Unidos.