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Dejar el pasado atrás y vivir el presente avanzando hacia el futuro
Dos m
Entre las indicaciones que los discípulos recibieron estaba la de no mirar ni tocar a una mujer desnuda.
Iban caminando visitando pueblos y ciudades, compartiendo con la gente, conociendo a la gente y sus costumbres, ejerciendo y experimentando con sus conocimientos recientemente adquiridos de parte de su excelente maestro.
Atravesaban una campiña caminando por una vereda cuando escucharon los gritos de una mujer que desesperada pedía auxilio. Se dirigieron al lugar de donde provenían las voces, se acercaron con cuidado y alcanzaron a divisar a unos hombres que se perdían entre las plantas que circundan el lugar, los dejaron ir. Oyendo los gemidos de la mujer la localizaron en un claro cercano, los ladrones que huían la habían asaltado y arrebatado todas sus pertenencias, incluso su ropa, la habían dejado completamente desnuda, tendida en el claro y además se encontraba malherida.
El discípulo más joven, haciendo gala de su estricta obediencia se escandalizó ante la visión del cuerpo femenino desnudo y se cubrió los ojos dándose vuelta inmediatamente para no ver a la mujer; mientras tanto, el otro la levantó en sus brazos y la transportó siguiendo a su amigo que se negaba a volver la vista. Así llegaron a la casa más cercana que resultó ser la casa de la familia de l a mujer y allí la dejaron con sus familiares quienes se encargaron de atenderla dando las gracias a los monjes que siguieron su camino.
Mientras continuaban su marcha, el discípulo menor no dejaba de reprochar a su compañero la gran falta que había cometido al mirar y tomar en sus brazos a la mujer desnuda.
- Desobedeciste al maestro – le decía a cada tanto – Haz tocado a una mujer desnuda, qué terrible pecado.
Bueno – le dijo – yo la tomé en mis brazos por unos minutos pero ya la dejé en la casa de su familia pero tú aún la llevas a cuestas
El otro monje continuaba su marcha en silencio hasta que por fin respondió:
- Bueno – le dijo – yo la tomé en mis brazos por unos minutos pero ya la dejé en la casa de su familia pero tú aún la llevas a cuestas.
Esta corta historia nos ilustra sobre una actitud tan común y dañina en los seres humanos como es la de llevar a cuestas cargas inútiles de las que ya no deberían ocuparse. Tal es el caso del pecado, cuando uno ya ha sido perdonado no debe acordarse más de su falta pues ha sido borrada por completo, pero la mayoría de las personas no están seguras de haber alcanzado el perdón y la plena reconciliación con Dios y con la persona ofendida y así va por el mundo llevando la pesada carga que entorpece su desarrollo y las oportunidades de ser mejor persona.
Cuando el ser humano se acerca a Dios y encuentra Su perdón, todo ha sido borrado, el pasado no cuenta por turbio que sea, hacia delante hay un hermoso futuro de plena comunión con Él y en el camino una vida llena de plenitud, de satisfacciones y ocasiones de servir a los demás, eso es lo realmente importante, es lo que Dios pide de nosotros “Venid a mi todos los que estáis cansados y cargados…” (Mt 11, 28-30)